El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

viernes, 10 de diciembre de 2010

SALVADOR ALLENDE: SUICIDIO O ASESINATO

¿Quien no ha escuchado sobre la muerte heroica del Presidente constitucional de la República de Chile, Dr. Salvador Allende? Parapetado en su despacho presidencial, con su escritorio de trabajo como la última trinchera a tomar y carabina en mano dispuesto a enfrentarse cara a cara con los soldados golpistas al mando del Gral. Pinochet, esperaba resignado a vender cara su vida antes de rendirse ante el Jefe supremo de las fuerzas armadas que él mismo había nombrado. Se dice que la carabina que el Presidente Allende usó aquel 11 de Septiembre de 1973 para suicidarse una vez que todo estaba consumado, se la había obsequiado Fidel Castro Ruz en su viaje a Chile para felicitarlo por su triunfo electoral. Esa era la primera vez que el partido comunista subía al poder por los votos en una República del mundo occidental.
Lo que salió al mundo cuando le dieron el golpe de estado, fue que Salvador Allende, Presidente marxista de Chile, se pegó un balazo en la cabeza para no ser el hazmerreír de las fuerzas golpistas de Pinochet, quien sin ninguna duda lo hubiera exhibido como mono de feria y trofeo de su victoria.
Pero hay otra versión que habla de rendición y de asesinato, que salió a luz pública después de estar oculta por más de treinta años: “Salvador Allende no se suicidó, ni murió bajo las balas de los militares el 11 de Septiembre de 1973.”
¡Hay que rendirse, hay que rendirse! Gritaba un Allende lleno de pánico ante la inminente llegada de las tropas golpistas al palacio de La Moneda. El miedo a morir de sus principales colaboradores de gobierno, lo habían convencido a llegar a esa conclusión y salió de su despacho gritándole a todos los que se encontraban en ese piso que había que rendirse. Pero otras personas no estaban de acuerdo con esa medida hasta cierto punto comprensible y lo asesinaron cobardemente siguiendo las órdenes que habían recibido de parte de su jefe máximo, Fidel Castro, acción que resultó muy fácil porque el aparato de seguridad del Presidente Allende estaba compuesto exclusivamente de oficiales cubanos que pertenecían a la seguridad del estado de Cuba y antes que Allende logrará rendirse, Patricio de la Guardia, el agente cubano encargado de la protección personal de Allende, esperó que este regresara a su despacho y allí, como calmándolo de la excitación que los acontecimientos violentos que se estaban desarrollando en el interior del palacio de La Moneda, lo sentó en la silla de su escritorio y una vez sentado le disparó una ráfaga de ametralladora en la cabeza con la frialdad característica de los sicarios fidelistas. Acto seguido colocó la carabina antes mencionada sobre el cuerpo del Presidente Allende y abandonó a toda prisa la escena del crimen para reunirse con el resto de cubanos, quienes abandonaron La Moneda sin ser vistos y se fueron a refugiar a la embajada cubana que estaba situada a pocas cuadras del palacio presidencial.
Esta nueva versión de la muerte de Salvador Allende, que contradice la casi oficial tesis del suicidio, está avalada por dos prominentes miembros del aparato de inteligencia cubano, ambos exiliados en un país de Europa.
En un libro que se acaba de publicar, escrito por Alain Ammar, titulado, “Cuba Nostra, les secrets d`Etat de Fidel Castro, se narran las declaraciones de Juan Vives, exiliado en Europa desde 1979 y Daniel Alarcón Ramírez, que lo estaría años más tarde.
Cuenta Vives que en una reunión en un bar en el se solían reunir los miembros de los distintos aparatos de seguridad de Cuba, escuchó de boca del propio Patricio de la Guardia, jefe de las fuerzas especiales acantonadas en Chile y autor del asesinato del Presidente Allende, esa escalofriante confesión, la que mantuvo callada porque no tenía como corroborarla y por motivos de seguridad, pero cuando supo que Daniel Alarcón Ramírez, uno de los tres sobrevivientes de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, también se encontraba exiliado en Europa, cobró fuerza la idea de divulgar los hechos del 11 de Septiembre de 1973 que culminaron con la muerte del Presidente Allende.
En el libro de Alain Ammar, “Benigno,” que era el seudónimo de Alarcón Ramírez, corrobora plenamente lo dicho por Vives, que dicho sea de paso, era sobrino de Osvaldo Dorticós, el presidente títere que Fidel mantuvo en el “poder” desde el inició de la revolución, hasta 1976 y que fue “suicidado” en 1983 por “razones de estado.”
El libro de Ammar cuenta también el estado de deterioro del gobierno de Unidad Popular y el control absoluto de Fidel Castro en las decisiones del gobierno de Allende.
Allende no era el presidente que Fidel Castro quería para Chile, sino más bien eran Miguel Henríquez y Pascal Allende, número uno y número dos respectivamente del MIR, lo mismo que Beatriz Allende, la hija mayor del Presidente, quien moriría en Cuba en 1974.
Patricio de la Guardia no es ningún desconocido. Es el gemelo de Tony de la Guardia, fusilado junto al Gral. Arnaldo Ochoa Sánchez, acusados de conspiración, malversación de fondos y por supuesto, de traición al máximo líder de Cuba comunista. Patricio corrió con “mejor suerte” ya que fue condenado a 30 años de cárcel, quizás como un pago por el asesinato de Allende. Sin embargo, Patricio tuvo tiempo de guardar en una caja de seguridad de un banco panameño, la pieza central del asesinato de Allende y no sería raro que con la publicación del libro de Alain Ammar, se abra esa caja de seguridad para demostrar, fuera de toda duda, la maldad del chacal del caribe, que ni su madre lo detiene para realizar sus conspiraciones y atentados en toda América Latina y quizás hasta más allá.
Fidel no podía permitir que Allende se rindiera, cosa que ya se había visto que podía hacer a raíz del golpe militar del 29 de Junio de 1973, más conocido como el tancazo. Entonces fue que le dio la orden de matarlo antes que lo hiciera a Patricio de la Guardia.
Patricio de la Guardia no solo cumplió la orden de su jefe, sino que antes de matarlo lo sentó por la fuerza en el sillón presidencial y le gritó, “Un presidente muere en su sitio.” Y en su sitio murió.


Jorge J Cuadra V

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