El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 26 de diciembre de 2010

LOS VERDADEROS ELEGIDOS DE DIOS


No es el pueblo judío como estamos acostumbrados a oír. Y eso es fácil de comprender porque desde los comienzos del tiempo ese pueblo ha venido contrariando la voluntad de Dios, pese a las bondades que tan frecuentemente les concedía. Se encontraban viviendo en esclavitud y bajo la conducción de Moisés lograron liberarse de esa ignominia. Moisés hasta dividió el mar en dos para que el pueblo hebreo pudiera escapar del asedio del faraón, pero ni ese prodigio respetaron y en la primera oportunidad que se les presentó, se volvieron idólatras y adoraron al becerro de oro. Por ese pecado se tardaron cuarenta años en entrar a la tierra prometida, para que desapareciera hasta el último idólatra.

Pero el pueblo de Israel no aprendió la lección y siguieron ofendiendo a Dios con sus pecados y abominaciones. Así nos encontramos con el asesino y adúltero David, el rey de mayor gloria de la nación hebrea, que se enamoró de la mujer ajena, Betsabé, la esposa de Urías, general del ejército del rey David, a quien mandó a la primera línea de combate para que encontrara la muerte y así despejar el camino para quedarse con su esposa. Salomón, el más sabio de los reyes de Israel, si bien no es el hijo del adulterio, lo es del asesinato y sin embargo Dios lo dotó de una gran sabiduría y de un criterio justo. Pero bastó que llegara a Israel la reyna de Saba, para que Salomón perdiera la cabeza por ella y renegara de su Dios, para seguirla a los confines del mundo.

La inconsistencia del pueblo elegido por Dios llega al extremo cuando este se encarna y se hace hombre para la redención de todos nuestros pecados, pero ¿quiénes crucifican a Jesucristo? El pueblo judío a través del Sanedrín compuesto por sacerdotes fariseos. Ellos, no el Imperio Romano, son los que condenaron a Jesucristo a muerte. Poncio Pilatos solo hizo lo que los judíos por hipocresía no se atrevieron a hacer.

El tiempo siguió corriendo y los judíos fueron expulsados, escarnecidos y maltratados por un sin número de naciones. El templo construido por el rey Salomón, fue demolido por las tropas imperiales y muchos israelitas fueron pasados a cuchillo El judío llegó a ser el símbolo del avaro, del usurero, del racista y era el blanco de todas las burlas e injusticias que la mente humana puede inventar, hasta que desembocaron en el Holocausto nazi, en el cual fueron exterminados seis millones de ellos.

Después de semejante barbarie, nace el israelita que hoy conocemos, el que ya no es el cordero manso al que despojan, sino el león feroz que despoja.

¿Pero entonces quienes son los verdaderos elegidos de Dios?

El sacramento del matrimonio tiene como fin la procreación. Eso significa tener hijos, formar una familia, gozar de un hogar. Cuando nuestros hijos vienen al mundo todo es alegría. Los padres lloran de emoción y todo es felicidad, pero cuando el jolgorio termina, el silencio se apodera del ambiente. Ese silencio por lo general lo ocupamos en construirle el futuro a nuestro querido hijo, o a nuestra querida hija, sin embargo, no caemos en la cuenta que desde ese día y hasta el día de nuestra muerte, jamás volveremos a dormir tranquilos. El primer hijo es el sello irrompible de la alianza perpetua de los padres hacia los hijos.

Al comienzo todo es felicidad. Los contratiempos que nuestros hijos nos causan son sencillos, hasta que se presenta una enfermedad grave y conocemos por primera vez el significado de la angustia.

Siempre he pensado que los diez años debería ser la edad tope del crecimiento de los hijos, pero el tiempo sigue hasta que llega la adolescencia, que es cuando empezamos a perder el control y la autoridad. En la juventud nos retan y en la primera edad adulta nos derrotan y entonces empezamos a sentir el sabor amargo de la incertidumbre y el peso del temor. Los jóvenes no escuchan, creen que son inmortales y se llenan de una invulnerabilidad que no tienen y el pago son los accidentes mortales, las peleas con saldo rojo y la tragedia que nos viste de luto. Ellos, nuestros hijos, retando al mundo en las calles salvajes de las ciudades y nosotros consumiéndonos de miedo en la penumbra de la noche, en un duerme-vela que termina hasta que escuchamos que nuestro hijo regresó a casa sano y salvo.

Los padres que no padecen de esos tormentos espirituales, a los que sus hijos no les dan problemas porque todos ellos tienen sus vidas arregladas y sus hogares en paz y que no te envejecen y hasta te matan prematuramente producto de la angustia y del miedo, son los verdaderos elegidos de Dios, porque volcó en su prole las bendiciones de la paz, de la cordura y de la responsabilidad.

Que terrible es ser padre preocupado porque estás condenado a la perpetua angustia que te produce la falta de control que se tiene sobre los hijos que van de problema en problema, rodeándose de una espesa neblina que no permite ver claro el futuro que les espera.

De allí surge la pregunta existencial que aparentemente no tiene respuesta: ¿Valdrá la pena tener hijos sabiendo que no podemos evitar el destino inexorable que Dios ya les tiene trazado?

Piénsenla bien los que aun no los tienen, porque lo que les espera es una soledad tranquila, o una compañía angustiante.

Jorge J Cuadra V

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