El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 20 de diciembre de 2010

WikiLeaks: una respuesta deficiente a un mundo deficiente

* WikiLeaks importa por dos razones. La primera es que necesitamos un mejor equilibrio de poder entre la gente y el poder. La información –y específicamente el poder de Internet de difundirla- es nuestra mejor defensa contra un comportamiento deficiente e irresponsable.

Esther Dyson | 18/12/2010

NUEVA YORK – Hace mucho tiempo, escribí sobre el pionero de Internet Julf Helsingius, que dirigió un precursor de WikiLeaks llamado anon.penet.fi. Como dije entonces: “El anonimato en sí no debería ser ilegal. Existen suficientes buenas razones para que la gente sea anónima como para que esté permitido –al menos en algunos lugares de la web (como en la vida real)”.

Sin embargo, anon.penet.fi prácticamente pasó inadvertido: no había suficiente gente en Internet al mismo tiempo como para leer lo que se publicaba, y Julf no usó el “modelo de negocios” de WikiLeaks de cooperación con los “medios del establishment”. Finalmente, tuvo que cerrar el sitio en una pelea con la Iglesia de la Cienciología, que utilizó la ley de propiedad intelectual para guardar sus secretos.

No puede haber una línea clara que delimite lo que se necesita mantener en secreto (o nunca mencionar) de lo que no, pero se la debería trazar lejos de donde la colocan la mayoría de las autoridades –al menos en un mundo donde las autoridades son imperfectas-. Si no estamos dispuestos a exigirle transparencia a las instituciones que ejercen poder sobre nosotros, o no podemos hacerlo, deberíamos estarles agradecidos a aquellos que ponen sus vidas (y sus conciencias) en riesgo para hacerlo.

De modo que estaba ansiosa por conocer al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, en el Foro de Democracia Personal de 2009 en Barcelona. En ese momento, Assange empezaba a cobrar visibilidad fuera de la comunidad tecnológica. Era opaco y graciosamente críptico, ya un tanto paranoico –tal vez con razón-. Más recientemente, parece ser que administraba su pequeña organización sin tolerancia para el disenso. Eso lo convierte en un estúpido, y supuestamente pronto descubriremos si también es un violador según la ley sueca.

Los motivos de Assange, hasta donde yo sé, no son anti-Estados Unidos, sino anti-autoridad. El argumentaría, hasta donde creo, que no tiene otro poder que el de autenticar y publicar documentos que otros le envían sobre personas en el poder, y por lo tanto no tiene ninguna obligación de revelar nada sobre sí mismo.

Este es y debería ser el principio detrás de WikiLeaks y sus sucesores –publicar información que las autoridades mantendrían en secreto, no información sobre vidas privadas-. En un mundo donde los gobiernos, las corporaciones y otras instituciones tienen tanta información sobre nosotros, está bien que tengamos más información sobre ellos y sobre las actividades de las personas que actúan en su nombre.

Si las instituciones no son plenamente responsables, es útil contar con una institución compensatoria irresponsable que revele sus secretos. De hecho, el modelo de WikiLeaks es bastante sensato: solicita documentos a cualquiera, evalúa si son reales y los publica con alertas a la prensa del establishment, que opera como un guardián de facto para las masas. Después de todo, ¿cuánta gente en realidad visita los originales de WikiLeaks? Poca, comparada con los millones que los ven interpretados en los medios masivos.

¿Qué pasa con la posibilidad de poner vidas en peligro? ¿Qué pasa con los secretos reales sobre terroristas y negociaciones delicadas? Por lo que dicen todos, no se llegó a ese punto. Si fuera así, yo respaldaría que se silenciaran las revelaciones de WikiLeaks… y la mayoría de los medios no republicaría su contenido.

La ironía es que es poco lo que se reveló que ya no supiéramos. Lo que estamos recibiendo son los detalles –los comentarios personales, la textura de las vidas de los diplomáticos y de aquellas personas que observan, la horrible cantidad de muertes de la guerra y sus indignidades cotidianas, las hipocresías y las mentiras de quienes están en el poder.

¿Todo esto hará que nos volvamos más cínicos en lugar de más exigentes? ¿Hará que los gobiernos sean más opacos en lugar de más transparentes? ¿Estamos encaminados hacia una era de más paranoia sobre los secretos, donde incluso no se comparta tanto la información útil?

Si la cura va a ser peor que la enfermedad, para citar al cofundador del Foro de Democracia Personal Andrew Rasiej, encontremos una mejor cura: hagamos la distinción apropiada entre lo que debería ser secreto y lo que todos saben. Alentemos una mayor transparencia sobre las instituciones que ejercen poder sobre nosotros para que un WikiLeaks ya no sea ni necesario ni justificable.

Hasta ahora, se causó poco daño –mientras que el cambio positivo que se logró es mínimo-. La reacción de Estados Unidos fue desmesurada. Instó a Amazon a que cancelara su contrato con WikiLeaks, mientras que PayPal cerró la cuenta de WikiLeaks –aparentemente sin que ni siquiera se lo pidieran-. ¿Por qué es que la exigencia de transparencia parece aplicarse sólo a los países que vista la secretaria de Estado Hillary Clinton y no al país que representa?

Hace poco hablé con un partidario incondicional del establishment que me dijo cuánto más difícil le resultaría al cuerpo diplomático estadounidense lograr sus objetivos presuntamente dignos después de estas filtraciones. ¿Pero la conveniencia diplomática realmente es tan importante? Quizá sea útil que todos nosotros entendamos cómo funcionan en verdad las cosas. En cualquier caso, la reacción oficial es exagerada.

A la larga, WikiLeaks importa por dos razones. La primera es que necesitamos un mejor equilibrio de poder entre la gente y el poder. La información –y específicamente el poder de Internet de difundirla- es nuestra mejor defensa contra un comportamiento deficiente e irresponsable.

La segunda es que queremos confiar en nuestros gobiernos e instituciones. El objetivo de la apertura es hacer que quienes están en el poder se comporten mejor –y que podamos confiar más en ellos-. En lugar de verlos como enemigos, deberíamos saber en qué andan y tal vez opinar más sobre lo que hacen.

Para que esto suceda, alguien tiene que estar dispuesto a enfrentar el oprobio, la cárcel y una vida de vigilancia. Ojalá Julian Assange fuera una mejor persona, pero no hay gente mejor que esté dispuesta a aceptar el reto.

Presidente de EDventure Holdings, es una inversora activa en una variedad de empresas nuevas en todo el mundo. Copyright: Project Syndicate, 2010.


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