El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 4 de diciembre de 2010

LA AMÉRICA QUE QUEREMOS


¿Es el PIB un parámetro engañoso?

ALBERTO ACOSTA

EN LA CONTABILIDAD de varios países latinoamericanos, la producción petrolera aparece como un indicador de riqueza nacional; con cada barril de crudo que se explota se produce del producto interno bruto (PIB). ¿Es esto tan cierto?

Pensemos, por un momento, en que cada barril reduce la disponibilidad de las reservas petroleras. Algo inquietante, sobre todo si no se "siembra" casa adentro el ingreso generado.

Pero más preocupantes aún son los daños usualmente irremediables que provoca esta industria: bosque depredados, ríos contaminados, culturas desarticuladas ... Daños ausentes en la contabilidad.

Algo anda mal, por tanto, en nuestras cuentas. ¿Cómo pueden indicar crecimiento si en realidad avanzamos hacia el colapso?

Paradójicamente, más de una actividad que disminuye nuestro patrimonio natural o que nos obliga a realizar ascos de reparación, o protección se presenta como un elemento que incrementa el PIB. Yes que hay limitaciones metodo1ógicas y aun teóricas en el instrumental de contabilidad vigente.

Un indicador hipócrita

¿Es el PIB un adecuado indicador del bienestar social? ¿Refleja lo que sucede en el campo ecológico? La característica hipócrita del PIB se revela cuando la distribución de los frutos del crecimiento no es equitativa o cuando éste viene acompañado de la destrucción de los recursos naturales.

El tratamiento contable que se le da a la pérdida de los bienes industriales es muy distinto al de los bienes naturales.

En el primer caso, el asunto se enfrenta dentro de la contabilidad privada. Cada empresa puede amortizar el valor monetario de los bienes empleados y usar estos recursos para su reposición, o aun iniciar otra actividad. Su patrimonio, en términos monetarios, no sufriría así ninguna merma. Las cosas se complican cuando un empresario tiene que valorar el ambiente: en la actividad camaronera, por ejemplo, tener en cuenta la destrucción del medio de donde provienen las larvas, la materia prima, por la tala de manglares.

La lógica contable de la empresa privada no es aplicable a nivel más amplio. Cuando desaparece una parte de los recursos naturales, no se aplica una amortización que compense esa pérdida, pues se entiende que la naturaleza es fuente inagotable de recursos.

La metodología tradicional tampoco considera los esfuerzos para corregir o evitar efectos ecológicos negativos causados en el proceso productivo. Poe ejemplo, los gastos para remediar la esterilidad de los trabajadores bananeros en varios países a causa del pesticida DBCP ( dibromuro cloro propano), prohibido en los Estados Unidos.

Muchos de estos llamados “gastos defensivos” se contabilizan como un incremento de la producción final,

Cuando, por el contrario, deberían ser restados.

El PIB debería incluirla eliminación de residuos, los gastos médicos para combatir males respiratorios ocasionados por los automóviles, las medidas adoptadas para remediar cargas acústicas provocadas por una fábrica, etcétera.

Si se pretende que esto suceda, según uno de los mayores expertos en economía ecológica, Joan Martínez Alier, habría que ver la economía como” un pequeño planeta en una galaxia de externalidades positivas y negativas difícilmente valorables”.

Necesitamos, entonces, calcular estos factores externos. Pero también los aspectos positivos: los beneficios relacionados con la absorción de dióxido de carbono por parte de los bosques, por ejemplo. Este cálculo nos evitaría la toma de decisiones erradas, que a la larga limitan la sustentabilidad.

Actualmente toma fuerza la reflexión –tanto en el mundo académico como el político—en torno a la urgencia de revisar nuestros esquemas de contabilidad. Incluso existe una serie de cálculos en unidades físicas complementarias al PIB, con el fin de construir una suerte de PIB-verde.

Diversos gobiernos y organizaciones internacionales quieren modificar el sistema tradicional de contabilidad, para llevar un registro físico y monetario de los recursos naturales. Un empeño complicado, pero necesario.

Encontrar una valoración al menos ecológicamente aproximada ofrece varias dificultades. Para empezar, no existen metodologías que registren los rubros que componen la naturaleza y los efectos que produce la acción humana.

A este laberinto habría que añadirle otro: la asignación intergeneracional de os recursos agotables. Porque, ¿cómo medir el valor social actual de la pesca excesiva de la anchoveta del Pacífico para procesar harina de pescado comparándolo con lo que se podría producir mañana si no se diera dicha depredación?

Una situación compleja, sobre todo si se desea internalizar los costos ambientales en un sistema de precios, el eje rector de una economía de mercado. Un esfuerzo de ese tipo, suponiendo que fuera viable, provocaría no sólo un alza de los precios, sino un reordenamiento de todo el sistema que afectaría los modelos de consumo y producción. Imaginemos lo que sucedería en un país petrolero que incorpore el valor del deterioro ecológico en el precio de su crudo. Los efectos serían aún más graves que los de los ajustes económicos.


Nota: "La América que queremos" es la nueva sección de EL CORREO, que aparecerá todos los sábados. Los textos son tomados del libro del mismo título que la sección.

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