Esteban Córdoba Arroyo esteban.cordoba83@gmail.com 12:00 a.m. 14/10/2012
El viernes,
Pekín despertó con un único retrato en las portadas: Mo Yan (1955, Shandong),
Nobel de Literatura del 2012, da esperanza a las letras chinas. “Si se habla de
literatura, debe hablarse inevitable-mente de Mo Yan” rezaba el diario pekinés El
Pueblo; “Mo Yan es para China como Charles Dickens para Inglaterra”,
anunciaba el China Daily; mientras que en el Beijing Times lo
llamaban “El Kafka asiático”. Despuntaba no sólo un nuevo día, sino una época:
Mo Yan, sacaba a China de un olvido inmerecido.
Desde 1901 hasta
hoy, la Academia Sueca ha galardonado a 71 europeos, 16 americanos (léase
también Centro y Suramérica), seis africanos y siete asiáticos.
Hasta el jueves,
solamente un escritor nacido en China, pero nacionalizado francés (y con gran
parte de su obra escrita en francés): Gao Xingjian (Ganzhou, 1940), había
recibido ese galardón.
La montaña
del alma (1990), de
Gao Xingjian es una obra de increíble belleza; pero, sin negar lo último, el
gozo en China por el nuevo galardonado es más que notable: “Mo Yan nos
representa cuando describe el sentir de la gente común, la vida local y la
absurda contradicción entre ricos y pobres”, acotó Guo Jing Ming, una de tantas
lectoras jóvenes que recibía con agrado la noticia de la premiación.
Traduttore, ¿traditore?
El triunfo de Mo
Yan también lleva luces a un colaborador: el traductor, maestro oculto en
cierta literatura. No miente quien dice que el traductor cambia los textos
(¿cómo no habría de hacerlo?). En casos de lenguas tan dispares como el
mandarín y el español (cuyas diferencias trascienden el indoeuropeo), cabe
preguntarse si realmente se consigue expresar con claridad el pensamiento del
autor.
Howard
Goldblatt, el incondicional traductor de Mo Yan a la lengua inglesa, es para
muchos una estrella también. Así lo consideró la Asociación Americana de
Traductores, que en 1999, premió su versión de Notas de un hombre desolado,
de Chu Ti’enwen, con el reconocimiento anual de “el mejor libro traducido al
inglés desde cualquier otro idioma”.
Sin embargo, el
traductor, a quien ahora también cobija la fama, apenas comenta la dificultad
técnica y la necesidad de interpretación en la traducción del mandarín al
inglés. Goldblatt asegura que lo difícil es traducir esos “floridos,
imaginativos y poderosos escritos, llenos de núcleos morales”, que le recuerdan
a Charles Dickens.
Por su parte, el
español Carlos Ossés ha traducido al castellano obras de Mo Yan como Las
baladas del ajo (2008) y Grandes pechos, amplias caderas (2007),
pero desde el inglés. Por tanto, quien quiera acceder a tales versiones, deberá
atravesar un filtro doble.
Con
Latinoamérica. En
el Congreso Nacional de Traductores celebrado en octubre en Pekín había una
amplia presencia de la literatura hispanoamericana. Gozaban del beneplácito de
los traductores chinos las obras de Miguel Ángel Asturias, García Márquez,
Julio Cortázar y Federico García Lorca.
Al entrar en
cualquier librería de Beijing, saltan a la vista las múltiples ediciones de Bainian
guji (Cien años de soledad), de García Márquez, quien no sólo es muy
popular entre la juventud china, sino que es una de las mayores influencias del
nuevo Premio Nobel, según Howard Goldblatt reconoce: “Veo [en Mo Yan] fuertes
reminiscencias del realismo mágico latinoamericano heredado de García Márquez”.
Asimismo, el
propio Mo Yan invita a que los jóvenes escritores chinos lean la oceánica
literatura occidental. En múltiples entrevistas reconoce la herencia que China
recibió de los escritores soviéticos, y, después de las reformas de Deng
Xiaoping, de autores europeos y estadounidenses.
“Reconozco el
influjo de Faulkner. Mi estilo fue parecido al suyo luego de leer El ruido y
la furia”, afirma, pero confiesa también apreciar a Gunter Grass, Ernest
Hemingway Yasunari Kawabata.
Claro está, Mo
Yan no se olvida de sus compatriotas contemporáneos Lu Xun y Wang Anyi, ni de
las obras clásicas: Viaje al Oeste (1590), atribuida al mítico Wu
Cheng’en, y A la orilla del agua (¿1373?), escrito en conjunto por Shi
Nai’an y Luo Guanzhong.
Sin embargo,
solamente al escribir La fatiga de vivir y morir (2006), Mo Yan encontró
su propia voz, según él mismo ha revelado.
Mo demuestra que
los escritores chinos tienen algo auténtico que decir, a pesar de que apela al
sueño de Goethe: “Crear una verdadera literatura universal, donde todos los
pueblos estén incluidos”.
El autor es
periodista costarricense. Estudia mandarín en la Universidad de Química y
Tecnología de Pekín.
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