“La Teología de la Liberación deviene una cuestión conflictiva y vetada por la cúpula del Vaticano, así como por las jerarquías estatales de la iglesia católica; desde su génesis en la década de los 70, se ha producido una represión sistemática de todos los teólogos críticos con el sistema político y económico”, ha afirmado el teólogo Juan José Tamayo en Valencia, durante una conferencia (“La teología de la Liberación en el nuevo escenario político y religioso) organizada por Xarxa Cristiana y el Fórum de Debats de la Universitat de València.
Teólogo crítico vinculado a la Teología de la Liberación, Tamayo dirige la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría de la Universidad Carlos III de Madrid; es, asimismo, secretario general y fundador de la progresista Asociación de Teólogos Juan XXIII. Entre sus numerosos libros, destacan “Otra teología es posible; pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo”; “Leonardo Boff: ecología mística y liberación”; “Juan Pablo II y Benedicto XVI, del neoconservadurismo al integrismo” e “Invitación a la utopía”.
En relación con el título de la conferencia, el ponente se ha mostrado rotundo: “Sí puede ponerse en práctica hoy una teología de la liberación en los países del Norte, pues nos hallamos en un contexto propicio, marcado por una crisis múltiple (económica, política, ética, ecológica y alimentaria) que sufren los sectores más vulnerables de la sociedad, a pesar de que ellos no la han creado”. Ha añadido Tamayo que la Teología de la Liberación continúa siendo “la respuesta del cristianismo a la situación de explotación que vive el tercer mundo y, cada vez más, el llamado mundo rico”; ahora bien, “la Teología de la Liberación nunca ha de ser rígida, sino que se debe ir construyendo de acuerdo con los procesos históricos; ha de ir elaborándose; por eso, me gusta decir que se trata de una teología de calle, no de sacristía; un modo de pensar crítico sobre la sociedad, con el fin de transformarla”.
Entre el 7 y el 11 de octubre se ha celebrado en Unisinos (Sao Leopoldo, Brasil) el Congreso Internacional de Teología Latinoamericana de la Liberación, con la presencia de más de 700 personas, tres generaciones de teólogos críticos y algunas de las grandes personalidades de esta corriente de pensamiento, como Jon Sobrino y Gustavo Gutiérrez. El congreso coincide con el 50 aniversario del Concilio Vaticano II y con otras efemérides también significativas; en concreto, la publicación de los libros “Teología de la Liberación: perspectivas”, de Gustavo Gutiérrez; “Jesucristo Liberador”, de Leonardo Boff; “De la sociedad a la teología”, por parte de Juan Luis Segundo; y, más vinculado al marxismo, “Teoría desde la praxis de la liberación”, de Hugo Assmann.
Precisamente sobre los teólogos, comunidades de base y sacerdotes populares (muchos de ellos herederos del ideario del Concilio Vaticano II) ha pesado históricamente el estigma de la censura, recuerda Juan José Tamayo. Uno de los papas que más obras incluyó en el Índice de Libros Prohibidos fue Pío X (más de 150 libros). Pero desde que desapareció elÍndice -aunque no la censura de facto, en 1966- hasta hoy, más de 500 libros (sobre todo, de autores vinculados a la Teología de la Liberación y el Concilio Vaticano II) han sido vetados por la cúpula eclesiástica.
En el estado español, subraya Tamayo, todos los gobiernos de la democracia han sido “rehenes” de la iglesia católica; “ha habido una clara sumisión del poder político al eclesiástico, algo que no tiene ninguna justificación constitucional ni evangélica; y lo peor han sido las consecuencias de esta subordinación: se ha limitado las posibilidades de avanzar hacia un verdadero estado laico, pero también hacia un posicionamiento de la iglesia al lado de los marginados; en otras palabras, la transición democrática, con todas sus notorias limitaciones, tiene aún una mayor: no se ha producido una transición religiosa”. “Supongo que las razones de esta supeditación son de índole electoral, es decir, las grandes bolsas de votos que moviliza la iglesia católica; Hay en esto, además, algo decisivo que no debe olvidarse: la jerarquía católica defiende un proyecto político absolutamente terreno, y lo hace con resultados extraordinarios; de hecho, es la única institución oficial que no sólo no ha visto dañados sus privilegios, sino que los ha aumentado; así resulta difícil ser sensible a las dificultades de los marginados”.
Aunque se destaque poco, el estado español ha contado también con su teología de la liberación, pero, a juicio de Tamayo, “mucho más vivida y experimentada que teóricamente elaborada; por ejemplo, en la década de los 50 del siglo pasado, con los movimientos apostólicos especializados. También algunos sectores de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) practicaron la Teología de la Liberación”. El problema, explica el autor de “Invitación a la utopía”, radica en que la teología moderna llega a España con mucho retraso, en la década de los 70; se incorpora entonces la modernidad teológica pero no sus límites, unos límites que sí aborda la Teología de la Liberación. “Hoy, de lleno en la crisis, hay posibilidades de impulsar una teología que combine los dos aspectos”, concluye Juan José Tamayo.
En América Latina también el contexto difiere en mucho de aquél en el que emergió, en la década de los 70, la Teología de la Liberación: dictaduras, pobreza estructural, gran analfabetismo, movimientos de liberación y guerrillas, desarrollo de la “pedagogía del oprimido”. Hoy, pueden distinguirse tres grandes tendencias religiosas y teológicas en América Latina: neoconservadores sometidos al Vaticano (“Es muy difícil encontrar obispos de diócesis importantes, vinculados a la Teología de la Liberación; estos han sido sustituidos por ortodoxos cercanos a Roma y alejados de los pobres y excluidos”, explica Tamayo); en segundo lugar, la Teología de la Liberación, de la que beben las comunidades cristianas de base y que, pese a mantenerse vivas y activas, se ven afectadas por la creciente secularización.
Y la tercera de las tendencias, que gana adeptos todos los días en el continente: la denominada “Teología de la Prosperidad”, como fórmula alternativa a la Teología de la Liberación. Se trata, en palabras de Tamayo, de una propuesta en la que “Dios viene a ser un propietario y en la que se habla de la salvación en un lenguaje bancario”; una propuesta, en fin, coherente con el libre mercado. Sin embargo, en América Latina emergen también nuevos sujetos de cambio y que dan lugar a nuevas teologías. No rompen con la teología de la liberación, más bien la complementan y actualizan. Son las teologías feministas, indígenas, de los afrodescendientes, campesinas, ecológicas (de la mano de Leonardo Boff), económicas (vinculadas a los movimientos sociales alternativos) y del pluralismo religioso.
A diferencia de Europa (donde a los clérigos disidentes se les acusaba de “contestatarios”), en América Latina se recogió e interpretó de manera creativa el mensaje del Concilio Vaticano II (en un discurso de noviembre de 1962, Juan XXIII afirmó que la iglesia en los países del Sur es “de todos y para todos, especialmente para los pobres”). “Nacen, entroncando con el mensaje conciliar, una red de comunidades eclesiales de base, como lugar de encuentro entre pobres y excluidos de América Latina que también son creyentes; entienden la fe como elemento liberador, como motor de lucha contra la pobreza”, subraya el teólogo.
Muchos de los obispos latinoamericanos presentes en el concilio Vaticano II se desjerarquizan y comunitarizan; 400 obispos se reúnen en Medellín (1968) con el fin de que la iglesia pase de ser colonial y de conquista , a un instrumento para la liberación de los pobres; una nueva manera de hacer teología dirigida a los empobrecidos (con los que se comparten experiencias y a los que se acompaña en la marginación), se opone a la teología hegemónica, entendida –en gran medida-como cuerpo dogmático que parte de cuestiones ajenas a los problemas de las clases populares, como la revelación divina. “Es esta una gran utopía, un lugar en construcción y un avanzar hacia otro mundo posible”, subraya Juan José Tamayo. Y necesaria, aún hoy, también en occidente.
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