Onofre Guevara López
La exactitud, claridad y objetividad del
análisis de la jerarquía católica sobre la realidad política y social de
Nicaragua, ya es parte de una ritualidad. Todos los temas tocados en su Carta
Pastoral han sido partes de sus pronunciamientos emitidos a lo largo del
período presidencial de Daniel Ortega, el legal de cinco años y de los ya nueve
meses de ilegalidad. Sin embargo, la
ritualidad del temario de su documento, no nace con la jerárquica, sino de la
propia realidad analizada. Es que nuestros problemas tienen tal continuidad, que
se volvieron un ritualismo.
Dentro de la ritualidad política, actúan también
los líderes políticos, quienes califican
toda Carta Pastoral como una “acción profética” de los obispos, aunque con eso
no dicen nada donde haya alguna certeza en lo que dicen. Porque si profecía sigue significando la
“predicción que se hace de cosas futuras por inspiración divina”, la actual Carta
Pastoral jamás será profética, pues quienes la redactaron solo reflejan honestamente
la cotidianidad de los hechos concretos de nuestro hoy, y no de “cosas
futuras”.
Cosas particulares de su formación y de su
misión, hacen que la jerarquía sea objetiva en sus observaciones y que, al
mismo tiempo, se autoexcluya como factor participante en los problemas de nuestra
realidad, pues actúan, como siempre, desde una posición imaginariamente por
encima de las disputas entre el “bien y el mal”. En su condición de factor
activo en nuestra realidad, el clero católico no refleja la unidad interna entre
sus miembros que pudiera ser un ejemplo a imitar de parte de los partidos
políticos de oposición, porque hay un Cardenal y muchos sacerdotes apoyando y
al servicio del gobierno criticado justamente en su Carta Pastoral.
Y si ellos no pueden unirse, coincidentes en
la misma fe, no parece realista que aconsejen a los políticos construir la
unidad sobre la base de valores intangibles, siendo que los mueven intereses de
valores materiales. Esos hechos, no le
auguran efectividad a su mensaje en pro de la unidad opositora.
Otra incongruencia. Junto a las verdades de
su análisis sobre este gobierno, y su responsabilidad en: “La vida política del
país (que) está hoy dominada por un estilo de ejercer la autoridad en modo
autocrático y abusivo, que se manifiesta a través de la concentración de poder
y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él”, los obispos esconden
su tácita alianza –a veces directa—, con el gobierno desde hace más de seis
años, cuando menospreciaron juntos la vida de las mujeres al condenar el aborto
terapéutico. Hay jerarcas de la iglesia
y jerarcas del gobierno misóginos y, por lo tanto, sostenedores y defensores por
igual de conductas reaccionarias.
Pero, contrario a lo formalmente lógico –o se
supondría que es lo lógico—, los señores de la iglesia son más valientes con su
Carta Pastoral que los señores del gobierno, quienes no asumen su defensa (aunque,
por demás, son indefendibles). Personeros del oficialismo, incluso algunos
curas, evaden hablar de la Carta, diciendo que “no la han leído”, o que “todos
tienen derecho a opinar”. Aunque lo del
orteguismo no es cobardía, sino conciencia de culpabilidad.
Una incongruencia más. Exhortar a las
autoridades, “observar la Constitución Política y restaurar el Estado de
Derecho”, y exigirles “responsabilidad y honestidad”, más “transparencia en el
escrutinio de los votos”, sabiendo que eso es imposible, pues ellos mismos les
acusan de estar gobernando “en modo autocrático y abusivo”. ¿Acaso los obispos esperan de un milagro la
reconversión democrática de los oficialistas?
No obstante, junto a las incongruencias de la Carta Pastoral, resaltan
incontrastables verdades. ¿Podrían los orteguistas señalar alguna de esas incongruencias
sin caer en el reconocimiento tácito de sus culpas? Imposible.
Respecto a la crítica a los opositores, la
Carta Pastoral no es la única que los ha instado a la unidad y a corregir
“errores”; “errores” que, ciertamente, solo son viejos vicios oportunistas.
Además, esos vicios son algunas de las causas de su lamentable situación ante
el autoritarismo orteguista (y juntos tienen en peor al pueblo).
Una carta pastoral
más, para unas ovejas de menos. ¡Ah! ¿Y
por qué los obispos no reclamarían al clan Ortega-Murillo por su manipulación
de Dios y de la Virgen?
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