Onofre Guevara López
Cada día se cumple aniversarios y centenarios
de uno o varios acontecimientos en algún
país, y de otros que tienen carácter mundial. La selección de los sucesos pasados,
para celebrarse o rememorarse, la determina cada país, cuando no son efemérides
internacionales.
Del 2009 al 2012, en Nicaragua hubo varios
centenarios, algunos fueron rememorados oficialmente –como la fundación del
Banco Nacional de Nicaragua y la creación del Córdoba—. En verdad, lo creado
por los interventores fue el “Bank of Nicaragua” –pues de hecho era suyo—, pero
el gobierno excluyó la causa histórica de ambos hechos: la intervención de los
Estados Unidos.
La callaron, como si con mencionarla temieron
ulcerar la epidermis del gran vecino. Es criticable que oficialmente ese hecho haya
pasado inadvertido –o calculadamente inadvertido—, aunque no es ese suceso en
particular al que vamos a referirnos, sino a otro, aún más tapado.
Se trata de lo que el maestro Andrés Pérez
Baltodano, llama el “providencialismo” de los gobernantes que tienen una visión
religiosa de su poder, y dicen ver detrás de ello la voluntad de la Divina
Providencia. Con todo respeto al maestro Baltodano, me gustaría llamarlo
providencialismo calculador, agregando al “providencialismo” lo calculador.
¿Por qué? Porque “nuestros” políticos providencialistas,
que se suponen cultos, saben que su deber como hombres públicos es practicar su
fe en privado, porque se han comprometido, y por eso quedaron obligados, a
respetar la Constitución de un Estado que no tiene religión. Pero no la respetan, porque calculan que fingirse
hombres de fe, les da posibilidades de ganarse la confianza de los creyentes,
la cual, como políticos claros y llanos, les costaría mucho ganarla o no se la
ganarían nunca.
El ritual providencialista de los gobernantes
para darle origen divino a su poder, lo practicaron con “fervor” los
gobernantes hijos de la intervención gringa de hace cien años. Lo hicieron después
de la colonia, fueran liberales o conservadores, y lo hacen igual los actuales.
Todos han practicado el providencialismo calculador para manipular conciencias
con el mismo fin, el poder.
Los gobernantes solo han tenido diferencias
de matices políticos e ideológicos formales, pero igual recurren a la religión cualquiera
sea su estilo de gobernar: legal, ilegal, anti democrático, medio democrático,
reaccionario o “revolucionario”. Todos han sido y son no religiosos, sino calculadores.
Los hechos –siempre los insustituibles
hechos— lo dicen sin necesidad de vanas discusiones. Y, en Nicaragua, los
hechos lo prueban: en el 2009, tuvimos el
centenario de la restauración conservadora, patrocinada por la intervención
diplomática y armada de los Estados Unidos. En 1910, 1911, 1912, etcétera, los invasores
hicieron sucesivos cambio de presidentes, quienes, sin falta, se lo
agradecieron a los interventores y a la Divina Providencia. Ahora, y desde el
2007, Daniel Ortega, ha hecho igual agradecimiento a Dios, pero aún no al Departamento de Estado (solo un
poco al FMI).
Adolfo Díaz (en 1909), atribuyó a Dios la
caída de Zelaya (causa que a él le llevaría a la presidencia): su gobierno, dijo
fue “…arrojado en aquel precipicio de despilfarro, (y) no sabemos hasta donde
hubiera llevado al país, si la Providencia no decreta su fin…”
Juan José Estrada, también presidente “Made
in USA”, en 1910, asoció a los Estados
Unidos con la “Providencia de las naciones (que) se ponía de nuestra parte…”
Daniel Ortega, al entregar la jefatura del
Ejército Nacional al general Julio César Avilés, recordó a su auditorio, que
“Dios pone y quita reyes”. En todos sus discursos en cualquier ocasión, Ortega
no deja de agradecerles su poder a Dios y a la Virgen. Y está fresco aún su mensaje
a los presidentes Putin y Chávez, donde explicitó que sus victorias –léase
fraudes electorales— se las debe a unas divinidades, medio clandestinas: “la
Señora del Rosario o Señora de las victorias”. Ya propuso a la Unesco que
declare a la “Purísima Concepción de María”, patrimonio de la humanidad.
En estos centenarios de “victorias”
conservadoras, liberales y orteguistas, el manejo de las creencias religiosas ha
sido un providencialismo eminentemente calculador. Porque Ortega es presidente,
pero no gracias a la Providencia, ni a la virgen ni a ninguna Señora. Solo gracias a la ayuda del Señor Rivas.
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