Onofre Guevara López
Los caudillos nacionales y caciques locales, abundantes
en nuestro atrasado sistema político, tienen vidas de larga duración, y mueren
de viejos no porque oigan consejos. Pero todavía se oyen voces y se leen
escritos pregonando las bondades y la importancia de tener un periodismo “constructivo”
y “propositivo”. Es decir, que se divierta y divierta a los gobernantes,
aconsejándoles.
Ese papel de consejeros que le quieren
asignar a los periodistas lo puede desempeñar cualquiera, pues el gobierno es buen
mercado para el trabajo de adulación y propaganda. Un periodista-consejero, hasta
puede recibir premios y honores oficiales, buena paga y parecer simpático luciéndose
en el ejercicio de la palabra, pero no perturbará ni la siesta de quienes se
creen dueños del poder político.
Si “constructivo” es quien ayuda a construir
algo, los consejos de un periodista para un gobierno valen menos que un cabo de
puro chilcagre, porque políticos y partidos traen ambiciones definidas y programan
todo lo que quieren hacer con el poder
desde mucho antes de conseguirlo. Y si en el camino les fallan sus cálculos, los
readaptan a las nuevas circunstancias sin pedirle permiso a nadie, menos a los periodistas que tiene en la nómina de sus medios
de comunicación, pues su función es reproducirles el discurso.
En cuanto a lo “propositivo”, es un neologismo
del cual desconozco su significado, aunque supongo se refiere a quien le gusta hacer
proposiciones. Pero resulta los gobernantes no necesitan las proposiciones
periodísticas, porque para eso están los miembros de la cúpula de su partido, su
mujer, su familia y su propia voluntad para hacer lo que quiera, y si tiene periodistas
entre su corte, será para menesteres publicitarios y propagandísticos.
¿Cuál es, entonces, la función del
periodista? Si es de criterio independiente, su obligación profesional es investigar,
transmitir y utilizar la información de la manera más exacta posible. Y, a par,
ser crítico de todo lo que hace un gobernante que no ajusta su política a los
intereses nacionales y populares –que para eso está— y cuando no actúa respetando
los mandatos constitucionales. Si la Constitución para eso es: ser cumplida en
todo lo que prescribe en defensa de los valores, los derechos, las libertades
ciudadanas y las normas jurídicas para la convivencia social.
Cuando el gobernante no respeta la
Constitución, es deber del periodista criticarlo con criterio de ciudadano responsable
y profesional honesto. Todo lo de la Carta Magna es –en teoría— resultado de la
voluntad mayoritaria o de
consenso entre parlamentarios elegidos por voto popular en comicios libres
–otra vez, en teoría—. Y si el gobernante lo es de facto por violación constitucional,
criticarlo se vuelve un imperativo cívico y ético inexcusable.
Si el periodista solo se dedica a comunicar y
comentar acerca de cómo se respeta o es irrespetada la Constitución por el
poder político, empobrece sus funciones si a la vez no ejerce la crítica contra
quienes las cometen. Y quienes aconsejan
a los periodistas informar sobre los hechos positivos del gobierno para ser
“objetivos”, que recuerden: para es están sus divulgadores.
Criticar al poder tiene riesgos. También es desagradable,
cuando los que se benefician de la corrupción y las violaciones
constitucionales responden las críticas amenazando, descalificando y difamando.
Los periodistas críticos son asesinados
también: ¿recuerdan a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Carlos José Guadamuz y
María José Bravo?
Son casos extremos. Pero al poder no les
faltan métodos para hacerle pagar al periodista por su derecho a criticar. Junto
a las agresiones verbales en los medios oficialistas, se les acosa laboralmente;
les cierran las fuentes oficiales de información. Lo hace la empresa privada
también, cuando es a fin al gobierno o es presionada por este, y traslada al
periodismo su propio miedo, negándole información y pautas comerciales.
Lo del periodismo “constructivo” y
“propositivo” es una frase que esconde temores, justifica el oportunismo y el acomodo
ante quienes, desde el poder, señalan a la crítica de perturbadora del orden social.
Frase que está en boca de los abusadores y sus cómplices. Un clima “ideal” para
un periodismo “constructivo” y “propositivo”, solo es concebible en una
sociedad sin contradicciones de clase, injusticias sociales ni corrupción. Es
decir, en una sociedad utópica.
Aun dentro de una sociedad así idealizada, el
periodismo crítico haría falta para que la ciudadanía no pierda conciencia de su
realidad. No hay modo de esfumar la crítica mientras haya existencia humana en esta
“querida, contaminada y única nave espacial que tenemos”, como acostumbra decir
William Martínez, periodista venezolano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario