Onofre Guevara López
Ese sería el destino de quienes vayan a elecciones
bajo la égida del Consejo Electoral del Supremo Daniel: quedar a merced de
Nelson Artola, el mayoral de los alcaldes. El informe de la Unión Europea sobre
su limitada observación electoral del 6 de noviembre 2009, no deja dudas: en
este juego, nadie pisaría primera sin su voluntad.
El informe, al menos, recogió lo esencial de
unos comicios con árbitros parciales y en condiciones nada transparentes. Es un
dictamen sobre los síntomas de una enfermedad política que el país está
padeciendo, para la cual los doctores europeos no tienen el remedio, solo una
prevención: con ese árbitro ni a misa.
El remedio sólo el pueblo nicaragüense lo
conoce, pero no lo tiene a su alcance. Y seguirá regido bajo las voces de mando
caciquil de forma indefinida, mientras no se le dé al país el purgante que lo
libere de las fuerzas parasitarias que les carcomen sus órganos vitales.
En primer término, de la tenia orteguista que
le consume sus alimentos vitales, de tal forma que la democracia se la mantiene
con una anemia profunda. Hay otros parásitos que se engordan a la sombra del aparato
electoral. Y se probó ya que no mueren ni con las yerbas electorales de gran
poder; hace falta expulsarlos a todos de ese órgano del Estado.
Para alcanzar aunque sea un mediano alivio en
los órganos afectados, tendría que aplicarse la medicina criolla con la que
recomienda el dictamen médico europeo. Es
que no bastaría eliminar a la cabeza de los parásitos, si no se limpian
todos los rincones del aparato digestivo de los votos.
Se sabe que entre la alianza Pli-Une –hasta
ahora lo más parecido a lo idóneo en la oposición—, hay quienes tienden a creer
que bastaría eliminar algunos parásitos del órgano más afectado para ir a las
elecciones. Eso significaría no solo convivir con ellos, sino también transformarse en parásitos. Allí, no a todos
se les ha visto actuar con la decisión requerida para frenar esa tendencia oportunista
interesada por las “garantías mínimas”. Es
decir, aspiran a cambiar ciertos parásitos para compartir con el resto las
funciones corrosivas dentro del órgano electoral con vida útil y honestidad vencidas.
Los reclamos contra tal pretensión llegan desde
varios sectores de opositores no oficializados como militantes de los partidos.
Ellos no reclaman de puro aire, por capricho ni por casualidad: están fundados
en el hecho cierto de que las elecciones no se perdieron, sino que sus votos
fueron consumidos por la tenia orteguiana con todas las ilegalidades comprobadas
por los dictaminadores europeos.
Hace falta, pues, una desparasitación en la propia
alianza Pli-Une para devolverle la sanidad opositora, puesta en duda por quienes
allí están olvidando el deber de respetar el mandato de los que en ellos
confiaron. Igualmente, necesita rescatar esa confianza con una nueva actitud
que impida la metamorfosis de opositores en zancudos extractores de sangre del pueblo
a través del presupuesto, causándole más anemia a la democracia. Que no olviden
las marrullas electorales que ya les hizo víctimas, para que no terminen siendo
cómplices y colaboradores de sus propios victimarios.
Ir a elecciones municipales con las
“garantías mínimas” puede ser la máxima aspiración de unos oportunistas, pero
no aportaría nada a la lucha antiparasitaria, y más bien consolidarían el
centralismo burocrático orteguista a cambio de prebendas. El clan
Ortega-murillo hasta podría compensarles su colaboración, haciendo “elegir” a
unos cuantos alcaldes “opositores”. Y no importaría que fueran muchas las alcaldías
que les permitiera “ganar”, porque, primero, elegiría a los más ambiciosos, susceptibles
de alquilarse; y después, serían alcaldes sin autonomía, monigotes de funciones
limitadas por el mayoral del clan en el Fise.
Suponiendo que pretendieran ser independientes,
no escaparían del “candado” de Artolita ni del sabotaje de los CPC. Finalmente,
cederían ante alguna prebenda carnuda a cambio de la traición a sus electores y
de ponerse al servicio del orteguismo, como ya sucedió con varios alcaldes
“liberales”.
No se debe perder la personalidad jurídica ni
dejar espacios vacíos, dirán. ¿Esgrimirían tan manido pretexto otra vez? Sí, lo harían, aun sabiendo que los verdaderos
partidos de oposición nunca tuvieron personería jurídica antes del 79, y hasta lograron
participar en el entierro de la dictadura. No hay nada honesto por la vía de la
colaboración bajo la tutela del corrupto Consejo Electoral. El colaboracionista
que pretexte que sí lo hay, solo puede ser porque espera buena pitanza a cambio
de su dignidad.
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