Los nicaragüenses eligieron ayer a las nuevas autoridades del país en unos comicios presidenciales, legislativos y municipales de importancia histórica para una nación azotada por la guerra. Los resultados de la consulta serán significativos también para toda Centroamérica. La disputa electoral entre Daniel Ortega, de 45 años, presidente y candidato a la reelección por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y Violeta Barrios de Chamorro, de 60 años, de la Unión Nacional Opositora (UNO), se desarrolló a lo largo de una campaña intensa que culminó ayer en una jornada tranquila y sin incidentes de importancia. Alrededor de 2.500 observadores internacionales (incluidos 50 españoles) verificaron sobre el terreno la normalidad de los comicios y la limpieza de los resultados, que hoy se harán públicos.
El pasado miércoles, en el acto de cierre de campaña electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Rosario Murillo reapareció junto a Daniel Ortega sobre el vehículo que paseaba al presidente nicaragüense entre las multitudes. “Me había pedido que estuviese a su lado porque era un día muy importante para él. Al principio yo no quise: le dije que allí subidos íbamos a parecer dos santos de pueblo, pero luego acepté porque me di cuenta de que me quería tener allí, me necesitaba”. Aceptó porque le dio la gana, como siempre hace las cosas ahora Rosario Murillo, que, como cualquier ser humano menos famoso, ha decidido a los 39 años replantearse su vida, cortarse el pelo, vestirse de forma extravagante y dejar de ser oficialmente la esposa del presidente de Nicaragua.
“No quiero volver a salir en la foto al lado de Daniel Ortega, ni que los periodistas me pidan entrevistas para sacarme qué piensa Daniel Ortega”, dice. Es ella misma: Rosario Murillo, poeta, madre de 10 hijos, rebelde, simpática y charlatana, permanente dolor de cabeza del aparato sandinista y motivo constante de escándalo y polémica. “Cuando vi a Daniel allí, solo, entre aquella multitud que lo aclamaba, sentí miedo. A mí me dio miedo desde el momento en que lo nombraron miembro de la Junta de Gobierno porque me di cuenta de que mi vida terminaba completamente a nivel personal, en cuanto a privacidad, en cuanto a tener las relaciones normales de pareja. Y ahora me sigue dando miedo porque terno que vaya a perder la posibilidad de relacionarme con él como hombre y mujer, nada más”.
RELACIÓN TENSA Y DIFÍCIL
Meses atrás se lo había dicho con un poema: “Pienso que nos venimos muriendo / con estas manos que han perdido los gestos del amor / porque nunca aprendimos / a cambiar el agua a los peces / y se nos fueron ahogando los misterios / sin que nos diéramos cuenta. / Yo no busco al hombre de las botas altas / me asustan sus ojos tristes / donde ya no quieren florecer heliotropos / ni magia. / Yo ya no te busco / perdí la cuenta de los días que llevaba siguiéndote / tras mapas y uniformes / sin abecedarios para la ternura. / Todo está en su lugar, sólo que yo / ya no soy la muchacha de la retratera. / Una mujer que todavía no existe está a punto / de abordar un tren detenido hace tiempo / lleva espejos / y flores”.
“Nuestra relación es tensa y difícil, en parte porque Daniel es un hombre entregado con vocación de sacerdote a su trabajo. Yo, sin embargo, pienso que uno tiene derecho a descansar, a ver una película, a ir al mar. Nuestra relación es difícil también porque mucha gente no nos entiende. Con todo lo que ha ocurrido en mi vida este año, que me reencontré, que soy yo otra vez. Yo volví a mi raíz, volví a ser lo que siempre he sido. Curiosamente, sin habernos puesto de acuerdo, él anda diciendo lo mismo, vuelve a usar el pantalón vaquero y le cuenta también a los periodistas que siempre ha pertenecido a la generación del rock y esas cosas”, afirma. “Ayer”, afirma, “nos pasamos toda la noche hablando sobre cómo llegamos a lo mismo sin habernos puesto de acuerdo. Yo lo que digo es que la gente no nos entiende porque piensan que porque ya llevamos 10 años..., no, volvimos a ser lo que éramos”. Nadie los entiende: nadie sabe si siguen juntos o no, si se les puede tratar como marido y mujer o no. Se ven cuando quieren y se niegan a actuar como pareja a. efectos protocolarios, pero se entienden mejor que nunca; esto es lo que dice Rosario.
COMO AL PRINCIPIO
“Él dice que nosotros pasamos por un período en el que nos tragamos el anzuelo. Nos creímos que teníamos que hacerle caso a los que nos decían cómo vestirnos, qué es lo que teníamos que hacer. Yo la primera vez en mi vida que me puse medias fue en la toma de posesión de Daniel, en 1984; ese mismo día me dijeron que no podía utilizar bolso porque las primeras damas no utilizan bolso porque entonces no tenían cómo darle la mano a la gente. Yo acepté todo eso y empecé a caer en la trampa”, señala. “Hace un año me dije que yo no me vuelvo a disfrazar, y él también dijo eso mismo durante un viaje a España. Así es que ambos llegamos a lo mismo por vías diferentes. Sin querer nos hemos dado cuenta de que estamos los dos como al principio, en términos humanos, en términos de que no queremos tener una relación en la que yo ande con él para todas partes. Cuando queramos estar juntos, vamos a estar juntos”, agrega.
Pero ¿y el amor?, ¿ha vuelto a ser como al principio? “Córno te alcanzo ahora”, escribe Rosario Murillo en sus poemas, “si hemos soltado tanta geografía / entre nosotros / si mis antenas ya no te tocan / y perdimos los idiomas secretos / del corazón y la noche. / Todo está en su lugar / el huracán y la guerra / Bush, la perestroika, el verano, / la normalidad es este cuarto con las ventanas cerradas / y yo adentro / desmantelada, el amor caído de la pared”. “No, sentimentalmente, las cosas no son como al principio. Es más bien una evolución en el sentido de que yo me recuperé como persona, me recuperé como poeta, estoy escribiendo, tengo mi propia voz, no estoy parada a la orilla de él, y creo que eso nos ha dado también una posibilidad de respeto mutuo mucho más grande”.
APENAS UNOS SUEÑOS
No hacen planes, apenas unos sueños. “El otro día estábamos hablando en el vestidor de mi casa, y él me decía: ‘Para qué queremos toda esta mierda, todas estas camisas, todo esto, yo quiero tener voto de pobreza. Yo tampoco necesito nada, absolutamente. Y estábamos viendo si, después de todo esto, irnos (no sé si la seguridad nos dejará); es decir, vivir de otra manera. Estábamos discutiendo hasta la posibilidad de dejar nuestra casa, aunque no es una casa de lujo, no parece la casa de un jefe de Estado, pero de todas formas irnos a otro sitio”. Oyendo hablar a Rosario, uno diría que se siguen queriendo, a su manera. “Lo que sí existe entre nosotros es una gran solidaridad, una relación casi mágica que tiene que ver mucho con nuestras relaciones de la cárcel. Existe una relación de mucho amor y una forma particular y propia de defender ese amor, al margen de si la gente lo entiende o no. Un amor muy especial, muy particular; ha crecido con el tiempo, y mucha gente no lo entiende, pero lo importante es que nosotros sí lo entendemos”, señala. “Tal vez mañana o pasado mañana nos separemos, nos divorciemos -no sé cómo nos vamos a divorciar si no estamos casados-, bueno, nos separemos, pero viviría como con la sombra, como con la marca de una relación que es de esas que se dan una vez en la vida. Yo le escribí el otro día un poema, que no ha leído todavía -me da cólera, se lo llevé, se lo dejé sobre la mesa y no lo leyó-, en el que le hablaba de mis pasiones demasiado públicas. Vamos a resistir, en términos de amor y solidaridad, aunque no andemos besándonos en público porque sentimos corte, pero sí amor en lo esencial, amor invisible”.
MARIPOSAS, PASIONES Y LIBERTAD
Sus poemas hablan de mariposas, de pasiones y de libertad. Es una mujer extraña que no encaja en el escenario verde olivo de Managua y que tiene una manera revolucionaria de entender la revolución sandinista: “Hacemos la revolución cuando escribimos un poema / o cantamos el amor de Diana Ross / los ojos de Bette Davis / y los suspiros de Barbra Streisand. / La hacemos con un vestido brillante / el maquillaje del mes sobre los ojos”. La atacan los artistas por entregarse al Gobierno, la ataca Ernesto Cardenal por su concepción clasista del arte. Muchos creen estas críticas, otros no. A ella le da igual. Encerrada en su oficina del Instituto Nicaragüense de Cultura, rodeada de cuadros, libros y de un montón de personajes que llamarían la atención hasta en el Soho neoyorquino, Rosario hace lo que puede y es feliz. Odia a los burócratas, a los ministerios de Cultura, se espanta de la planificación del arte y confiesa que en los primeros años de la revolución se siguió mecánicamente la experiencia de los países socialistas con la creación de las uniones de artistas.
La mayoría interpreta su actitud crítica como la venganza de una mujer que fracasó en el amor. “Un día en una reunión un compañero me dijo, con aire de perdonavidas: ‘Sí, yo puedo entender que estés expresando todo esto como resultado de tus crisis personales. Refiriéndose a que como, supuestamente, Daniel y yo nos estamos divorciando, entonces yo todo lo que estoy haciendo es una política de reafirmación personal en contra de la línea política sandinista, y que esto lo hago porque como ya me voy le quiero dejar el llano en llamas a Daniel”. Totalmente falso, afirma. Está más segura de sí misma que nunca, y, para disgusto de muchos, piensa quedarse en Nicaragua. Ni embajadora en España ni ninguna otra oferta le interesa tanto como su espejo y su flor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario