La conversión tiene muchas acepciones, entre ellas,
transmutación, cambio, mudanza, transformación, metamorfosis. Normalmente, la
conversión es referida a la mutación de las
ideas religiosas y políticas-ideológicas. Hasta en lo militar hay referencia a
la conversión como el cambio de dirección del frente de combate de un ejército.
Todo lo que cambia es una conversión, pero no toda conversión trae un cambio positivo.
Constantino el Grande hizo la conversión del imperio al
cristianismo y convirtió a la iglesia en su instrumento; y la iglesia católica
hizo la conversión de su poder espiritual en poder temporal. En la Edad Media,
la iglesia le atribuyó carácter divino al poder de la monarquía y reafirmó su
ascendencia sobre lo temporal. Época cuando la iglesia practicó lo peor de su
conversión: a nombre de la sangre redentora de Cristo, derramó con fines
esclavizadores la sangre de millones de personas en las “guerras santas” y con su
Inquisición –también dizque santa—, desangró seres humanos, y asó sus cuerpos.
No voy a relatar una historia universalmente conocida, aunque
para alguna gente aún es historia escondida. Hablaré de un caso cercano y
mundano, de políticos conversos cuya conversión, dicho sea de paso, no se la
creo, por cuanto pienso que una conversión de revolucionario a cristero –que no
a cristiano verdadero—, la habrá motivado, al menos, algún mezquino interés y
no un interés espiritual.
No me estoy otorgando el derecho de negarle el suyo a otro
de hacer de su vida lo que se le antoje, ni estoy preocupado por lo que quiera
pensar. Me ocupo del caso, para señalar los fines deshonestos de los falsos conversos.
Porque, en primer lugar, los hacen para engañar a la gente manipulando sus creencias
religiosas. Creo que señalarlos es un deber ciudadano, aunque tampoco se puede
negar la posibilidad de que haya conversos sinceros.
En concreto, señalaré un solo caso. Antes, es necesario reconocer
que la concepción religiosa es algo muy íntimo, por lo cual no debe importarle a
nadie más que a la persona, la fe religiosa que profesa, ni cuál opinión
política-ideológica sustenta. Lo criticable es cuando –como en el caso que nos ocupa—
se utiliza el poder político y las instituciones el Estado, más sus medios de
comunicación, para tratar de imponer sus creencias religiosas a toda la
sociedad y, contrariando preceptos de la
Constitución Política, convierta al gobierno en tribuna religiosa con finalidades
políticas.
¿Es necesario decir que me estoy refiriendo al clan
Ortega-Murillo, y a quienes desde el poder hacen algo similar? Todos sabemos
eso. Ellos pregonan su nueva fe católica, como medio de conquistar simpatías
entre los creyentes con la finalidad de justificar su permanencia en el poder. Debo
comentar, sin embargo, que aun cuando fuera sincera su conversión religiosa, tampoco
les daría el derecho de manipular sentimientos religiosos de nadie por medio de
sus funciones públicas.
Han demostrado su nueva fe de tal forma agresiva, que propiciaron
la conversión del único Cardenal nicaragüense de la iglesia católica en su
confesor familiar. Mucho se especula sobre las razones de esa conversión, pero,
¿para qué conocerlas, si basta conocer los efectos? Lo que interesa destacar es que la
prescripción constitucional de que “El Estado no tiene religión oficial”, ha tenido
en manos del clan la misma triste suerte del Artículo 147: solo les ha merecido
su olímpico desprecio.
De eso se deriva un hecho que se asimila a una conversión
militar, en este caso, el cambio de arma en el frente de combate. Cuando el
imperio gringo armó a nicaragüenses para que se mataran con otros nicaragüenses
(pretextos al margen, por hoy), hizo lo que españoles colonialistas hicieron
500 años atrás: “sembrar” santos en las comunidades indígenas para ganarlos
para su fe. Pues la CIA “sembró” en plena guerra una “virgen” en Cuapa con un
mensaje anti sandinista. Y, aunque usted no lo crea, esa arma ideológica de la
CIA… ¡ahora es usada por el clan Ortega-Murillo, cuando le ruega a la “virgen
de Cuapa” para que interceda ante Dios por la salud del presidente Hugo Chávez!
Si lo de la “virgen de Cuapa” fue interpretado como recurso
contra la revolución por un gobierno encabezado por Ortega; y si ahora lo hace suyo
con otro gobierno, es porque también hizo su conversión política-ideológica. Y utiliza
un arma de su adversario para rogar por la salud… ¡de quien dice odiar al
imperio y a sus compatriotas “pitiyanquis”!
¡Insólito! Si por amor al poder propicia tal caos
ideológico, ¿qué no podría hacer?
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