*Irving Cordero
Estamos perdiendo la capacidad de escuchar, nuestras voces se ahogan en un estrepitoso ruido que ha ensordecido a la sociedad nicaragüense, provocando un estado frenético de colectividad paranoica que deteriora un diálogo vital.
Anteponiendo las palabras a las ideas, desemboca en un discurso desarticulado que hemos aprendido a oír pero no a escuchar, porque nos empecinamos en decir lo que sea, aunque esto implique rebuznar.
La juventud en su dramático eco, recoge las ahogadas voces para hacerlas vibrar en los medios de desinformación, sin embargo queda al descubierto el truco por la incapacidad de entrelazar el pensamiento con las palabras.
El ruido no es que lo que me preocupa, sino la insistencia de la apropiación y los efectos del mismo en una sociedad de locura, donde lo absurdo priva sobre el sentido común.
Semanas atrás, el “Cardenal de la Paz y la Reconciliación”, en forma de reclamo por unas declaraciones vertidas por Monseñor Silvio Báez, le aconsejaba citando al Apóstol Santiago, “a controlar la lengua, algunas veces algunos, no todos, podemos pasarnos, porque la lengua tiene doble cerco: los dientes, los labios...” (Obando en END).
Ortega y Obando, en un mismo bando con sus respectivas máscaras y sus característicos desniveles, atacaron desde su flanco a la Conferencia Episcopal, lo que causó polémica entre sus seguidores por la supuesta división acaecida.
No obstante, es importante aclarar que esta “división” de algunos miembros de la iglesia católica, entre los que se destaca la banda de Obando y una institucionalizada Conferencia Episcopal, obedece a una ruptura de carácter ideológico y no estructural.
Representada esta última por Monseñor Báez, que mediante la promoción de una corriente progresista, trabaja en el proceso de transición hacia una iglesia moderna donde brota la palabra auténtica, coherente y liberadora, versus el palabrerío manipulador y dominante que esclaviza.
No debe extrañarnos entonces, la afinidad que poseen algunos grupos residuales de la iglesia católica con los abusadores del poder en el cómplice ejercicio de instrumentalizar el valor cultural de dios, como un sujeto externo y de dominio, contrario a una visión complementaria y desencantada, que le permite al creyente un diálogo interno desde la fe hasta la razón, para iniciar un proceso de conversión de adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro.
Hay que estar consciente que de acuerdo al empleo de la palabra, ésta vivifica o mata, unifica o divide como torre de babel. En los poemas medievales la palabra era simbolizada como una espada que salía de la boca del hombre, palabra-espada, que mal utilizada se encontraba obsoleta o atrofiada pero cuando era renovada adquiría poder de transformación.
Debemos de empezar por escucharnos para comprendernos, porque la incomprensión combustiona el ambiente, un ambiente combustionado es sinónimo de manipulación, la manipulación genera dominio y el dominio, sumisión.
“Pues has de saber que también a mí me han llamado por tu nombre -dijo el Dios Bueno. Al oír esto, el Dios Malo siguió su camino, y se fue maldiciendo la estupidez de los hombres.” (Khalil Gibrán).
*Poeta, narrador, ensayista y abogado.
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