El 27 de marzo el poeta Javier Sicilia se encontraba en un evento literario en Filipinas cuando le encajaron sin piedad la noticia que trastocaría radicalmente su vida: Su hijo Juan Francisco había sido encontrado muerto junto a seis cadáveres más, todos desfigurados por las salvajes torturas. Cuando regresó a su México triturado por una guerra sin límites y sin códigos, decidió callar su voz de poeta, y a partir del seis de abril lanzó su protesta a la calle que hoy, cuatro meses después, atrapa la simpatía más grande de los mexicanos de los últimos tiempos.
“Un peso por la paz y sigamos al poeta”, decía un hermoso cartel, detrás del cual se observaba una interminable fila de aportantes en un domingo de paseo en el imponente zócalo del centro histórico de la ciudad de México. La caminata comenzó en Cuernavaca y hoy ha estallado en todo el territorio mexicano. El gobierno mexicano no ha tenido más remedio que buscar una negociación que en estos días está a punto de romperse, porque la violencia dejó de ser hace mucho monopolio exclusivo del Estado.
Convocó la poesía, urgida por el terror y la muerte. Y el liderazgo reside en quien nunca fue un caudillo ni político ni religioso. Un poeta y punto. “La muerte de mi hijo quebró mi palabra poética –dice con sencillez y audacia el poeta Javier Sicilia--, y ahora estoy mutilado en el silencio, no volveré a escribir poesía, pero mi sentimiento de poeta lo pondré en la lucha por la resurrección de mi nación. Y hasta entonces volveré de este silencio a la palabra poética”, recalca el literato. Y, como lo dijo el poeta Miguel Hernández, hoy es como un “rayo que no cesa” en la lucha contra la impunidad.
El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad nace con dolor de poesía y dolor de patria, sin conexión con la política y los políticos, pero su convocatoria y simpatía han puesto en entredicho al sistema de partidos y al movimiento popular tradicional. Dice Javier Sicilia: “Actualmente hay un discurso oficial, que todo lo niega o deforma pero que solo un poeta es capaz de transformarlo. Yo no soy un político. No sabría ni querría tener en mis manos ningún cargo de la administración política. No está por ahí ni mi vida ni mi función. Sigo siendo un poeta a pesar de que estoy en silencio. Yo seguiré ofreciendo mi voz de poeta en la lucha movilizadora contra la impunidad y el crimen”.
El movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad busca recuperar la dignidad perdida.
“Nuestra lucha --insiste el poeta mexicano—es pacifista, porque el dolor no sirve para odiar, sino para recuperar el amor y la justicia que ya perdimos”. Y el poeta Sicilia lo dice con una apabullante claridad: “Este movimiento es un clamor de la ciudadanía para que las autoridades, todos los grupos que formamos este país, incluyendo las mafias del crimen organizado, volvamos a replantear este país, porque se nos está yendo de las manos. Porque si seguimos por este camino de la violencia, de la impunidad, de las omisiones y de las cegueras políticas, vamos a llegar al infierno, que es el lugar sin retorno.”
Todos los partidos en México no salen de su asombro. La izquierda y sus intelectuales no saben en qué marco ideológico encajar tal novedad. “Nos hemos tardado en reaccionar –asegura el poeta, en una explicación que se basta por sí misma--. Estamos en el momento en que nos debemos detener, para repensar la sociedad donde todos quepamos, donde se le dé más sentido a la educación, al trabajo honesto que le permita a la gente vivir con dignamente. Si no recuperamos esta dignidad, en la que haya educación y cultura, vamos a potenciar la violencia, la guerra y el belicismo”.
“Yo estaré en este movimiento –expresa el ya emblemático Javier Sicilia-- hasta donde quiera la sociedad. Yo no convoqué esto; son los ciudadanos y el amor que tienen por la palabra digna que es la poesía. Los ciudadanos tienen la palabra. La poesía tiene ahora la palabra”, concluye. ¿Qué cosecha recogemos de este movimiento?: Cuando la política colapsa ante tanta barbarie y el Estado y la ética han quedado aplastados, entonces emerge la poesía, no “la concebida como un lujo cultural por los neutrales”, sino la poesía que “toma partido hasta mancharse”. Así cobran vida las palabras que hace setenta y cinco años escribiera aquel pobre pastor poeta de España: “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas (…) El pueblo espera a los poetas con las orejas y el alma tendidas al pie de cada siglo”.
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