Onofre Guevara López
Una de las causas esenciales para que el clan Ortega-Murillo se lanzara con fuerza y descaro a la manipulación de los símbolos religiosos del catolicismo, es que se les agotaron las argumentaciones de factura política –o porque creyeron que estaban perdiendo efectividad— para justificar su extraordinario y rápido enriquecimiento. Es bien conocido el arranque de la acumulación de su capital, que fue la apropiación ilegal de bienes nacionales, justificándola con argumentos políticos en torno a la necesidad de proteger al partido y a sus dirigentes ante las probables arremetidas vengativas de la derecha con su fuerza económica –más su nuevo poder político—, para por lo menos buscar cómo debilitarlos, ya que no podrían hacerlos desaparecer.
Esa lógica perdió vigencia cuando comenzó a funcionar la paz y se crearon condiciones –aceptablemente democráticas— para el desempeño de los partidos políticos. El Frente Sandinista, no había perdido fuerza en la llanura, ni mucho menos, más bien impuso sus condiciones a los nuevos gobiernos. Fue desde adentro que comenzó a desgarrarse por dos causas principales: la resistencia del entonces neo orteguismo, afianzado ya en la dirección, a democratizar la vida partidaria, y a la gran acumulación de bienes del Estado. Eso le hizo perder cohesión al Frente, al mismo tiempo que el orteguismo mostraba su poder económico.
La argumentación política para justificar el crecimiento económico les funcionó durante las siguientes dos elecciones después de las del 90. Eso fue cambiando en la medida que el orteguismo iba haciendo descansar cada vez más su poder político sobre la base de su poder económico, hasta hacer coincidir sus ambiciones con las del arnoldismo, lo cual culminó con el Pacto Ortega-Alemán. La desventaja fue para el PLC, debido a la condición de reo en que cayó Alemán en manos de la justicia, ya manejada por Ortega. Ningún gobierno neoliberal estuvo en capacidad de pedir cuentas a los responsables de la piñata, pero el orteguismo sí lo hizo a la perfección, incluso, “desde abajo” en contra de la corrupción del líder del PLC.
Como todo el mundo sabe, el Pacto le permitió a Daniel su retorno a la presidencia. Un poco antes del 2007, había irrumpido en la vida nacional el factor económico venezolano por medio del negocio petrolero, después extendido a otros fuertes negocios, y eso empezó a darle al orteguismo un perfil capitalista más acentuado y, por ello, la simple justificación política ya no fue suficiente. Y empezó la mezcolanza de valores propios del socialismo con las consignas del “socialismos del Siglo XXI” del mecenas venezolano, y su recurrencia a los valores dizque cristianos. La voz del presidente Chávez con su cristerismo muy particular, vino junto a su dinero a manos de Ortega. No hay discurso del presidente Chávez que Cristo y Bolívar no le acompañen. Forma una trinidad discursiva infaltable en busca de santidad, lo cual se le ha acentuado aún más al líder bolivariano con su enfermedad. Pero eso es algo tan íntimo –cualquiera sea su posición política, origen y nacionalidad de la persona— que no amerita crítica, aunque sí admite copia, y los Ortega-Murillo lo han hecho de forma extremadamente fiel.
Los Ortega-Murillo han logrado una simbiosis con las ideas y actuaciones del presidente Chávez y las suyas, pero se trata de algo más: lo han hecho sobre la base del oportunismo económico, complaciendo en todo al gran benefactor, para que el dinero venezolano no deje de fluir.
Quien lo dude, que siga su itinerario: en los primeros años, los aliados naturales eran los dirigentes de la revolución cubana, los cuales en sus primeros años –y por las particulares características nacidas de orígenes históricos propios— no tuvieron buenas relaciones con la iglesia católica y viceversa. En ese tiempo, a los Ortega-Murillo no se les conoció ninguna religiosidad, salvo su relación con la teología de la liberación por los vínculos de ésta con la causa revolucionaria. Igual de indiferentes fueron con respecto a la religión cuando y durante la Unión Soviética era la principal proveedora de recursos. Entonces, no hubo afán de sustitución ni de manipulación religiosa como lo practican ahora, sino respeto por las fiestas religiosas tradicionales. Pero si ahora fuera Irán el sostén económico de este gobierno, los Ortega-Murillo serían unos fieles musulmanes. (En busca de recursos en Irán, doña Rosario lució feliz y perfecta una burka).
Los protagonistas de esta metamorfosis son los Ortega-Murillo, pero no son los únicos, ni sus seguidores tienen discursos diferentes. Se puede observar en los comentarios de sus partidarios, básicamente, los mismos argumentos e, incluso, las mismas omisiones de temas que al orteguismo no le conviene abordar. Todos, sin excepción, están luciendo una santidad laica que nunca se les había conocido. Hacen interpretaciones y comparaciones entre lo religioso y las manifestaciones políticas del orteguismo y las hacen coincidir con un argumento que, supongo, pretender pasar por bíblico: “Dios esta en todas partes”. Luego, Dios puede estar en donde nosotros lo invoquemos.
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