Así como la palabra inconstitucional describe la reelección del Presidente Ortega, la palabra extemporánea describe la inhibición de Maximino Rodríguez como candidato a diputado por la alianza PLI-UNE. Ambas salieron del capricho corrupto de un consejo electoral que tiene como presidente a un magistrado de facto, puesto allí para cumplir las órdenes del Comandante Ortega.
El general José Dolores Estrada, héroe nacional no solo por la batalla de San Jacinto, sino y más que todo por su fe inquebrantable en la Constitución de la República, fe que lo llevó al exilio, a la pobreza, al sacrificio, pero también a la gloria y a la inmortalidad, acudió a luchar contra la reelección inconstitucional de Tomás Martínez en 1863 y lo volvió a hacer en 1869 esa vez contra la alianza de Tomás Martínez y Máximo Jerez, que le querían dar un golpe de estado al Presidente constitucional, Fernando Guzmán, como Jefe Supremo del ejército. El fue el general que Nicaragua no tuvo para defender la democracia cuando José Santos Zelaya se convirtió en dictador, ni lo tuvo cuando se instaló la dictadura de la dinastía somocista y aun no lo tiene en la dictadura en proceso del Comandante Ortega y su señora esposa. Se repiten los violadores de la Constitución, pero no los generales en servicio activo, defensores de la ley y el orden.
El espectáculo que los nicaragüenses acabamos de presenciar nos mueve a la rabia y a la decepción. A la rabia por el abuso que de nuevo comete el CSE y a la decepción por la pobre respuesta del afectado. No sé si sea lo correcto echar al cesto de la basura la Constitución de la República, porque con ese gesto lo que hace es asemejarse a los que se burlan de ella y la pisotean a su antojo. No sé cuando los nicaragüenses vamos a aprender que con esas respuestas, lejos de hacerle daño al gobierno dictatorial que hoy nos dirige, lo que hacemos es hacerlo reír y le facilitamos la tarea. El diputado Rodríguez por lo menos tenía que haberse indignado y haber prometido una lucha tenaz antes de haberse dado por vencido. Como gracia, le permitieron seguir desempeñando su cargo en la AN, olvidándose que ese es un derecho que le dio el pueblo.
El pueblo de Nicaragua está a la espera de un José Dolores Estrada, que venga a poner orden en la República dominada por los que se oponen, al igual que Zelaya y la Estirpe Sangrienta, al desarrollo del pueblo. Ojalá y aparezca para que los nubarrones de la tragedia dejen que el sol brille por igual sobre todos los nicaragüenses.
La vida es un círculo repetitivo de calamidades. Se impuso Tomás Martínez contra los artículos de la Constitución y después de treinta años de democracia conservadora, se perpetuó en el poder José Santos Zelaya con una dictadura liberal de dieciséis años. Viene la restauración conservadora en la que como siempre, se respetó lo que manda la Constitución y de nuevo nos cae la dictadura de los Somoza, esta vez durante cuarenta años. El 19 de Julio el pueblo derroca a la dinastía de los Anastasios y otra traición dolorosa le partió el corazón al pueblo valiente de Nicaragua. El gobierno que emerge de la revolución popular, termina siendo represivo y autoritario, pero para suerte de los nicaragüenses solo dura diez años. En 1990 se abre el sendero de la democracia con cuatro gobiernos: el primero, de transición y reacomodo; el segundo, de traición y retroceso; el tercero, de persecución e ineficacia; el cuarto, de desengaño y dictadura. Todos los males se repiten y el General José Dolores Estrada brilla por su ausencia, mientras Nicaragua tiembla de incertidumbre con la mirada puesta en el 6 de Noviembre del año en curso.
Jorge J Cuadra V
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