Por Víctor M. Tirado López.
El día seis de noviembre de este año se llevarán a cabo elecciones generales para elegir al Presidente y Vicepresidente de Nicaragua, de igual manera, siguiendo el ejemplo del dictador, aspirarán a reelegirse la mayoría de los diputados y posiblemente surjan algunos nuevos candidatos a la Asamblea Nacional Legislativa.
Pues bien, en Nicaragua se mantiene una real epidemia de candidatos a la presidencia de la república, diputados a la Asamblea Nacional y postulantes a las alcaldías del país. EL problema de estos concursantes a puestos públicos es que no tienen un criterio patriótico ante la imborrable crisis constitucional sobre la reelección y por lo mismo no pueden tener una actitud honesta ante los problemas de la nación en su conjunto.
En cuanto al combo prefabricado ofreciendo dar continuidad a la revolución sandinista, victoriosa gracias al pueblo de Nicaragua el 19 de julio de 1979, anunciado para provecho propio por el matrimonio Ortega-Murillo en su actual campaña en pro de su reelección somoscitoide, sorprende el término conque la apodan de “continuación” de la revolución. ¿Continuación de qué? Precisamente los residuos que dejó la piñata de esa revolución, salieron derrotados, teniendo a Ortega como candidato, en las urnas mediante una alianza Nacional en febrero de 1990 donde la población votante libre y democráticamente y sin tener un CSE parcializado, eligió al candidato opositor; este fue el mayor golpe contra lo que quedaba de la revolución, debido en gran parte a que el Frente Sandinista fue incapaz de rescatar los valores que aún quedaban de la revolución perdida y de levantar dignamente esas banderas. Libertad, derechos humanos, respeto al Estado de Derecho, elecciones limpias, lucha a muerte contra pactos y corrupción, son algunos de esos valores olvidados, así como el deber de abrir fuentes de trabajo, alcanzar urgentemente un desarrollo económico de perspectivas y un inclaudicable respeto a la dignidad de todo un pueblo, haciéndole sentir que votar es un derecho y no una venta de su conciencia.
Por su parte, la Corte Suprema de Justicia está estigmatizada para la historia por un fallo violatorio por medio del cual, para satisfacer las ambiciones del matrimonio Ortega-Murillo, aprobó deleznablemente la inconstitucional reelección al derogar el Artículo 147 constitucional, el 19 de octubre de 2009. Inmediatamente después de esta decisión convierte la no reelección en reelección y da paso al mismo tiempo a la sucesión de los poderes del Estado sobre aquellas instituciones en donde sus administradores han terminado su período y les prorrogan, por decreto presidencial, a los magistrados de la Corte Suprema y del Consejo Electoral y otras instituciones afines al poder judicial, la ilegalidad de su presente gestión. Para colmo, como muestra de reciprocidad por los favores obtenidos, los impone por la vía ejecutiva para continuar su labor burocrática y artificiosa en la maquinaria de Estado afín al presidente. Este decreto se dio en el primer mes del año 2010.
Ahora bien, dicho dictamen no es más que un golpe contra la Constitución y la institucionalidad del Estado de Derecho, la República y la democracia, en tal sentido, la lucha en respetar y defender la Carta Magna, antes y después de las elecciones, es una batalla de larga duración y se le puede agregar a este combate el concepto de revolución pues es el Sistema Jurídico el que sufrirá los cambios; eso de por sí ya es una revolución.
Ahora bien, según la Corte Suprema de Justicia el Presidente Ortega siente que le violan sus derechos humanos si no participa en la campaña electoral como candidato a la presidencia de la República, pues el artículo 147 de la Constitución se lo prohíbe. Es por ello que la Corte Suprema de Justicia se compadece del dictador y se ensaña en el pueblo, suprimiendo de un tajo el artículo 147 de la Constitución de la República, argumentando la facultad de postularse con los mismos derechos que tiene la población joven y adulta, aunque sea presidente en funciones, en tal sentido deja el campo abierto al gobernante Ortega para sustituir a Ortega por Ortega violando flagrantemente la Constitución; violación que dicho sea de paso forma parte de su pensamiento político y estratégico electoral para mantener el poder de Estado que cree que lo puede perder en estas próximas elecciones y, a la vez conservar su fortuna malhabida. Ante esta triste realidad, tenemos una oposición sin perspectiva que vegeta y no resuelve sus contradicciones, de ahí se desprende que el presidente Ortega se va volver a encaramar ilegalmente en el poder, y en consecuencia, con el control de los poderes del Estado sobre normas fuera del orden legal , se originaría una desorganización. El caos de la democracia.
Se ha visto que en este año electoral las grandes decisiones por resolver los problemas económicos, políticos y sociales no están en la agenda de los candidatos y partidos políticos. Tampoco la lucha contra la corrupción, la denuncia de la riqueza malhabida y de los promotores del enriquecimiento ilícito por medio del Estado, la violación a la Constitución, y el fraude electoral. Todo ello está a buen resguardo en la caja fuerte del secreto del pacto Ortega y Alemán, del que hoy disfrutan, y por lo mismo de sus incalculables propiedades y del orden establecido. Por lo tanto, no renunciarán a lo existente pues es su condición primaria para seguir defendiendo sus intereses económicos como políticos en relación con los otros sectores del país (llamado Cosep) el capital privado, aliado al gobierno, consciente o inconscientemente al no denunciar y menos renunciar a sus intereses consolidados al calor del Estado.
En este proceso electoral se suma el sector militar. En estas elecciones, el Frente Sandinista va como fuerza principal electoral, y traza la línea por decreto al reeditar aún cuando ficticiamente la revolución del 19 de julio de 1979 que fue derrotada en las urnas en febrero de 1990, ya que así lo manifiesta el dirigente principal Daniel Ortega. Hay que notar las diferencias entre la revolución sandinista de 1979 y la “revolución” entre comillas, de 2007. La primera tuvo un dimensión no solo nacional sino que universal, por moral y ética, y entre otras cosas fue el triunfo contra la reelección de los Somoza, es decir, el triunfo contra toda clase de reelección. ¿Entonces, cómo puede ser la reelección de Daniel Ortega la continuidad de una revolución cuyo principal mérito fue haber triunfado sobre cualquier forma de reelección?
La actual dirigencia del llamado Frente Sandinista, está alterando la evolución natural de la historia de Nicaragua: en primer lugar falsificando a Sandino y por lo tanto al sandinismo, adulterado, sometido y negado por la influencia de la actual dirigencia; y, en segundo lugar, el falso republicanismo y parlamentarismo, reproduciendo tácticas de partidos políticos obsoletos y anti-históricos, y “paralelas históricas” que conducen a un pasado que en futuro podría ser sangriento.
Por lo tanto, éste Frente Danielista para mantener su poder económico necesita mantener la política que le dio el renacer de su herencia económica, sin crear nada nuevo a como se construyen los capitales y los bienes materiales. No es en todo los sentidos la creación de un nuevo Partido, pues por conveniencia pretenden desconocer lo que es un Estado moderno, y por eso continúan apoyando la herencia del somocismo a pesar de que lucharon en contra de él, sin pretender conscientemente crear el neo-somocismo. Sin embargo, a pesar de todo, esto se constituye ese somocismo en la base social del orteguismo. Igualmente en la cúpula política encuentra su dominación de clase convertida en socialista y seudocristiana. Cuando a una supuesta ideología, cualquiera que sea su contenido se le agrega el ismo, se convierte, ipso facto, en doctrina, en este caso se puede argumentar la existencia de la doctrina somocismo- orteguismo, causante del colapso de la República.
Managua, 8 de agosto de 2011.
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