Por Néstor Avendaño
Director Ejecutivo de COPADES
29 de julio de 2011
A pesar que se superó la polémica sobre los impuestos para financiar el déficit público estadounidense, porque el presidente Barack Obama y los demócratas aceptaron una reducción del déficit público mediante recortes de gastos únicamente, sin nuevos ingresos tributarios, ahora el debate se ha centrado en cuánto se reducen esos gastos y, a cambio, cuánto endeudamiento se le permitirá al gobierno.
El líder republicano y presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, quiere una reducción de un billón de dólares y un aumento del límite de deuda por una cantidad idéntica, lo que retrasaría la amenaza de quiebra hasta el final de este año, pero dio marcha atrás en su intento de votar su propuesta por la sublevación de los congresistas del ultraconservador Tea Party, que la creen muy moderada.
Los demócratas no saben si respaldar la iniciativa de su líder en el Senado, Harry Reid, que consiste en la reducción de gastos por dos billones de dólares y la elevación del techo de la deuda para que el gobierno pueda pagar sus compromisos hasta finales de 2012, o esperar a que la oposición esté dispuesta a negociar algo viable.
Mientras en la Casa Blanca, el presidente Obama se resiste a ofrecer una alternativa ante la certeza de que sería rechazada por los republicanos -fuese la que fuese-, y se mantiene a la espera de acontecimientos porque se ha puesto al margen de la situación.
El plan de John Boehner aprobado por la Cámara de Representantes la noche del viernes 29 de julio, con 218 votos a favor y 210 en contra (todos los legisladores demócratas y 22 republicanos), consiguió levantar el techo de la deuda hasta el fin de este año con la exigencia de una enmienda constitucional para prohibir los presupuestos deficitarios, pero fue rechazado por los demócratas en el Senado, con 59 votos contra 41.
La deuda de Estados Unidos es de 14.3 millones de millones de dólares (billones en el sistema inglés) y es equivalente al 20% del Producto Interno Bruto (PIB) del Mundo. De ese monto, 9.7 millones de millones de dólares corresponden a acreedores externos, y el restante 4.6 millones de millones de dólares es deuda inter estatal.
Dejar de pagar parcialmente los intereses y las amortizaciones de la deuda estadounidense sería un fracaso político de Washington, porque provocaría un caos económico y financiero global. Estados Unidos es el centro financiero del mundo y provee las reservas internacionales que otros países usan.
Entre esas reservas internacionales, además de los billetes de dólar, se encuentran los Bonos del Tesoro de Estados Unidos que son la inversión más confiable del mundo y el pilar del mercado mundial de bonos. Si se suspendiera el pago de esas obligaciones, la crisis de confianza se propagaría en el mundo entre todas las empresas financieras y no financieras, el índice de riesgo-país de Estados Unidos se elevaría y la masiva venta de bonos derribaría a las acciones y al dólar estadounidense.
Lo peligroso de una cesación de pago de la deuda de Estados Unidos sería la degradación de la calificación de su deuda desde AAA (excelente o de riesgo mínimo) hasta, en el peor de los casos, C (en default), lo que provocaría también la degradación de la calificación de todos los activos globales no sólo en los países de economías avanzadas, sino también en países emergentes, países menos desarrollados y países pobres que cotizan con un diferencial por encima de los Bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Aunque Estados Unidos no caiga en una suspensión de pagos, una priorización de los pagos de su deuda para evitar la moratoria sería muy perjudicial para la economía. En este escenario, sería bastante difícil que el gobierno de Estados Unidos lograra mantener la calificación triple A mientras prosiga la disputa entre los representantes republicanos y demócratas por alcanzar un plan que amplíe el techo de su deuda y reduzca su déficit fiscal.
¿Qué harían los inversionistas financieros? Venderían todos los bonos de la deuda estadounidense porque no tendrían valor. Entre los grandes perjudicados se distingue, primero, China que tiene entre sus reservas 1.16 millones de millones en bonos estadounidenses, seguida (en millones de dólares) de Japón con 910 mil, Latinoamérica con 700 mil -de ellas, 335 mil corresponden a Brasil; México, 131 mil; Argentina, 51 mil; Perú, 47 mil; Chile, 34 mil; y Venezuela, 28 mil-; y Reino Unido, 345 mil millones de dólares. Una venta masiva de bonos del Tesoro podría causar un efecto de pánico importante en los mercados, como ocurrió en 2008 con el desplome de Wall Street, pero habría que esperar cómo reaccionaría China.
La Fed, el banco central estadounidense, también se vería en problemas porque ha inyectado una gran liquidez al sistema. Recientemente impulsó el “quantitative easing” (QE o relajación cuantitativa) de 600 mil millones de dólares y a cambio recibió de Bonos del Tesoro, lo cual fue un fracaso porque no aceleró el crecimiento económico ni redujo la tasa de desempleo en Estados Unidos.
Entre las principales consecuencias económicas para todos los países, se destacarían los cinco siguientes:
1. El dólar estadounidense perdería su valor o se devaluaría, y la desconfianza se propagaría entre los bancos centrales, los bancos comerciales, las empresas no financieras y las familias.
En el caso de Nicaragua, que desde hace muchos años muestra una excesiva dolarización extraoficial, se afectarían (i) la tenencia de reservas internacionales del Banco Central de Nicaragua registradas al 30 de abril, equivalentes a 405 millones de dólares en bonos, 179 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional y más del 90% de 1 mil 582 millones en divisas convertibles; (ii) los depósitos en dólares del público no bancario en las instituciones financieras banca comercial, que sumaron 2 mil 531 millones al 30 de mayo; y (iii) la cartera de préstamos en dólares del sistema financiero nacional, que sumó 2 mil 595 millones de dólares al 30 de junio del año en curso. El valor total de todos estos fondos representa más del valor del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país registrado en 2010 y, es indudable, que se observaría una gran volatilidad del tipo de cambio.
2. Los inversionistas financieros se refugiarían, como siempre lo han hecho, en el oro –el precio de la onza troy ya escaló hasta 1 mil 630 dólares- y los contratos de futuros del petróleo, de las materias primas y de los alimentos, conocidos como commodities. Ningún inversionista financiero tiene garantizada su tenencia en bonos y dólares estadounidenses.
En el caso de Nicaragua, en el primer semestre el precio promedio mensual del barril de petróleo WTI, de referencia para Latinoamérica, fue de US$101.28, que se incrementaría con el riesgo del default, y también se aceleraría la tasa de inflación de los commodities que exporta Nicaragua, que fue pronosticada por COPADES para 2011 en el nivel de 22% a inicios de este año.
3. Con un dólar estadounidense muy debilitado, se incrementarían los precios globales de las materias primas y habría mayores presiones inflacionarias.
En el caso de Nicaragua, la tasa de inflación de 9.7% pronosticada para 2011 por COPADES desde inicios de este año se aceleraría en una primera ronda por los crecientes precios internacionales y, por ende, de los precios al consumidor, lo cual obligaría al BCN a mantener una política monetaria demasiado restrictiva.
4. Las tasas de interés aumentarían para todas las deudas y afectarían al consumo y a la inversión, por lo cual endeudarse sería más caro y, por lo tanto, el gobierno, los productores y los consumidores gastarían menos.
En el caso de Nicaragua, sin la simulación de estos efectos por un default de la deuda estadounidense, las tasas de interés del sistema financiero nacional ya son onerosas para la producción –de corto plazo dolarizada, 9.79% en junio- y el consumo, 50%, y pocas atractivas para fomentar el ahorro financiero entre las familias –de corto plazo dolarizada 2.31% en junio-. El actual superávit fiscal del gobierno central se transformaría en un mayor déficit fiscal que el esperado de 2% del PIB antes del registro de las donaciones externas en este año.
5. Se observarían una menor inversión, menos remesas, una desaceleración del crecimiento económico, un mayor desempleo y los riesgos de una recesión económica no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo como en 2009.
En el mejor de los casos para Nicaragua, vamos hacia un periodo de bajo crecimiento económico y, en el tránsito de una desaceleración importante, en el peor de los casos caeríamos en recesión. Es bastante probable que los pronósticos de COPADES de una tasa de crecimiento económico de 4.1% para 2011 y de una tasa de caída de 2% del volumen de exportaciones sean muy optimistas para fines del año. La riqueza de la clase alta se deterioraría. El mayor problema sería si el "efecto contagio" se traslada a la economía real de China. En esta situación, los precios de los commodities caerían y se desaceleraría la tasa de inflación en una segunda ronda en el mercado local.
Finalmente, creo que Estados Unidos evitarán la cesación de pagos porque estamos observando un “juego político” entre los legisladores demócratas y republicanos de Estados Unidos de cara a las elecciones en noviembre de 2012. ¿Habrá un pacto de los moderados? ¿Perderán los demócratas el apoyo de la izquierda? ¿Romperán los republicanos con el Tea Party? Creo que sí.
Los legisladores estadounidenses deben separar el hecho político del efecto económico, aunque el riesgo está justamente en que la línea divisoria entre ese hecho y ese efecto siga disminuyendo hasta que desaparezca. Ojalá que no haya una quiebra económica en el mundo, lo cual implicaría que tampoco habrá una quiebra política en Estados Unidos.
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