El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Salarios, consumo y votos: ¿Por qué Chávez está perdiendo el respaldo electoral?

Leonardo V. Vera | 12/10/2010


Quien haya seguido los detalles de la campaña que precedió a las elecciones parlamentarias en Venezuela, no tendrá la menor duda de que quienes allí se midieron fueron dos entidades muy diferentes. Por un lado, un nutrido y heterogéneo grupo de candidatos arropados bajo el signo de la “Unidad Democrática”; y por otro, Hugo Chávez Frías.

Chávez se tomó la campaña para si encabezando decenas de caravanas y concentraciones a todo lo largo y ancho del país y poniendo los recursos del Estado venezolano al servicio de su actividad proselitista. De hecho fue Chávez quien protagonizó y dio cierre de la campaña el día 23 de septiembre en el Estado Carabobo, una ocasión que aprovechó para sentenciar con el mayor desparpajo: “¡Le vamos a dar una paliza el domingo a esos escuálidos vende patria y corruptos. Los candidatos de ellos son candidatos del Imperio. Cada quien escoja, los que quieran patria vengan con Chávez!”. Por eso, es correcto leer el resultado de las elecciones parlamentarias venezolanas como una medición temprana de un liderazgo político que por años ha lucido imbatible pero que ahora muestra sus fisuras.

La oposición sacó el 52% de los votos nacionales; que aunque ciertamente sólo terminó representando el 40% de los escaños de la asamblea unicameral venezolana, tal desproporción, que quede claro, no fue más que el resultado de la perversa retrogresión institucional que ha sufrido Venezuela de manos de poderes públicos secuestrados por Ejecutivo. En el año 2009, el PSUV (el partido de Chávez) presentó y aprobó en el seno de Asamblea Nacional una Ley Orgánica de Procesos Electorales que abrió paso a esta injusta y vergonzosa distorsión en la representación política parlamentaria.

El punto fundamental es que Chávez ha perdido casi un millón de votos con respecto a su propuesta de re-elección indefinida aprobada el 15 de febrero de 2009, y cerca de un millón ochocientos mil votos con respecto al pico alcanzado en la elección presidencial del año 2006 ¿Dónde pueden estar las claves para entender este retroceso? Los estudios de “grupos focales” ayudan a revelar donde no están las respuestas, pero no dicen mucho más.

Las respuestas no están en la crisis de gestión del Estado; ni en las 120 mil toneladas de comida perdida en las redes de importación y distribución de alimentos del gobierno. Tampoco están en la creciente deficiencia de los servicios públicos, o en el retorno obligado a la edad de piedra que a menudo experimentan los hogares humildes como consecuencia de la crisis de energía. No es la inseguridad ciudadana que cercana la vida de cientos de personas en las zonas urbanas del país. La respuesta está más bien en una pastosa mezcla de economía y socio-cultura.

Muy al contrario de lo que pre-figuran algunos promotores del proceso socio-político chavista, la sociedad venezolana no está avanzando dentro de un proyecto visionario, de construcción colectiva y de signos altruistas y solidarios. Lo que es peor, la sociedad venezolana no se piensa hacia el futuro, y vive cada vez más sumida en un dramático inmediatismo donde lo que prevalece es el accionar individual y defensivo de aquellos que cifran su supervivencia material en el oportunismo, en ciertas conductas no-cooperativas y en una creciente desconfianza hacia el resto de la sociedad. La inestabilidad, que desde hace años es el signo moderno del juego político y del acontecer económico del país, ha sido un ingrediente esencial de esta distorsionada conducta.

Los venezolanos han vivido tres décadas con sobresaltos sorpresivos que acontecen sobre un continuo proceso de erosión de sus ingresos. Quien no desarrolla en este ambiente capacidad alguna para defenderse, queda al margen, y defenderse en pocas palabras para el venezolano es maximizar el consumo presente. La inflación ha permeado de tal manera en sus decisiones que sólo vive el presente sin posponer el consumo.

Durante los años 2004 al 2007, en el mayor esplendor de la más reciente bonanza petrolera, el consumo privado creció en Venezuela a una tasa promedio anual de 20%. Nada igual ocurrió en país Latinoamericano alguno. En sólo cuatro años el consumo pasó, de constituir el 60% del Producto Interno Bruto de la nación, a representar el 73% del PIB. Por eso el “socialismo chavista” aparece a los ojos del visitante perplejo como una enredada conjunción, a veces hasta ridícula, de consumismo y vanidad, con un asfixiante trasfondo materialista.

El motor fundamental de esta vorágine de consumo en Venezuela ha sido el crecimiento del salario real. Hasta finales del año 2007, el salario real estuvo creciendo ininterrumpidamente en Venezuela por 16 trimestres. Pero a partir del primer trimestre de 2008, el salario real comienza a caer, y desde entonces lo ha hecho ininterrumpidamente por 10 trimestres consecutivos. El asunto es que la economía venezolana no genera ya incrementos de ingresos suficientes para compensar tasas de inflación de 30% anual.

En este ambiente, el consumo privado en términos reales se ha desplomado y en los últimos ocho trimestres ha crecido a una tasa promedio interanual de -1,2%. Una decisiva restricción en los ingresos ha conducido a este dramático ajuste. Esta es la pérdida de bienestar que para bien o para mal los venezolanos hipervaloran hoy día. El chavismo no ha permanecido inerte frente a esta realidad. Su desarrollada intuición para conocer el mercado político local le ha advertido la importancia que tiene mitigar los efectos de esta caída en el ingreso real de su clientela.

Por eso la política pública se ha movido sigilosamente desde las misiones educativas y de los programas de salud hacia los subsidios y el crédito fácil al consumo, motando a los efectos un entramado económico que lleva al cliente desde la banca pública a los hipermercados. Ese 23 de septiembre Hugo Chávez lo expreso con una crudeza nunca vista: “¿Ya llegarían aquí las neveras de Chávez? Tremendas neveras, de las mejores del mundo ¿No hay? Será que se acabaron, pero no se preocupen porque ya vienen más, porque conseguimos tremendo crédito desde China.”

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