El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 13 de octubre de 2010

118: ¡contesten ese teléfono!

Mi nombre es Tania Montenegro y soy una ciudadana que quiere poner una denuncia pública. Este sábado 9 de octubre, amanecer domingo y pasadas las 3 de la mañana, unos gritos en la calle despertaron a buena parte de los vecinos de una calle de la Colonia Independencia en Managua (que omito por seguridad). Es la segunda vez en menos de 15 días.

De mi casa, sólo yo me desperté totalmente y me levanté a encender la luz y ver qué pasaba. En la calle había dos jovencitas que nerviosas y con miedo evidente corrían de un lado a otro. Yo las llamé y me contaron que las acababan de asaltar en el taxi en que viajaban. Eran tres, la otra lloraba y daba gritos desgarradores en la esquina cerca de donde las habían asaltado y las chavalas no se atrevían a ir hasta donde ella.

Me dijeron que habían subido a un taxi y más adelante se subió otro hombre, que las golpearon y quitaron lo que andaban pero al parquearse el taxi habían logrado correr; y creían que a su otra amiga la habían violado y golpeado con un adoquín posteriormente.

Nadie se atrevía a ir a buscar a la otra muchacha que distaba casi a media cuadra porque no estaba claro si los asaltantes continuaban ahí o qué. Yo lo primero que hice fue entrar a mi casa a llamar a la Policía, en medio del nerviosismo agarré la guía telefónica y llamé a la estación III, luego a la Ajax Delgado y entonces caí en cuenta que el indicado era el 118, el teléfono de emergencia.

Pasaron varios minutos y nadie levantaba el auricular. Yo seguía marcando y corría a ver qué pasaba con las chavalas. En uno de esos intentos, una mujer respondió Buenos días, yo con el corazón acelerado y evidentemente nerviosa le dije: señorita, hubo un asalto… la mujer me interrumpió y con un tono algo irónico y sin darme tiempo a reaccionar me dijo: “Hubo” y colgó.

Yo me quedé helada y en total estupor frente a esa respuesta cuando en la calle todavía se oían los gritos de una de las chavalas. El vigilante de la cuadra ya estaba en el sitio y los comentarios me dejaron aún más en shock: “quién las manda a andar a esta hora, cómo se les ocurre”. Incluso las mismas chavalas culpaban a la que no podíamos distinguir desde esa distancia: “¡por ella nos pasó!”.

Ellas me dijeron que la otra estaba mal herida y yo les dije que había que llevarla al hospital cuanto antes, el vigilante me dijo que ya una señora había llamado a la ambulancia. Yo estaba temblando, sintiéndome mal porque no me atrevía a ir en pijama sola a socorrer a la otra y en mi nerviosismo no se me ocurrió despertar a la gente de mi casa que dormía profundamente, por lo que retomé el teléfono y marqué en repetidas ocasiones el 118.

La persona que atendía el teléfono, levantaba, se quedaba en silencio y cuando yo decía aló, colgaba. Yo no lo podía creer, seguí marcando y al fin respondió una mujer con voz somnolienta --que a mí me pareció la misma. Yo le dije que acaba de llamar y que alguien me había colgado, que ni siquiera me habían dado chance de denunciar un asalto, que había gente herida en la calle… y la mujer nuevamente me colgó sin decir una sola palabra.

Ya ahí yo me salí nuevamente a la calle y al parecer ya las chavalas se habían ido. No supe cómo resolvieron porque toda la gente que se levantó ya estaba encerrada. Yo decidí seguir llamando al 118, ya con intención de decir que había pasado y de averiguar quién me había atendido de forma tan displicente y chocante.

Nuevamente una mujer respondió y yo enojada le dije: acabo de llamar hace rato y usted me colgó. La mujer me respondió: y cómo sabés que fui yo la que te atendió y colgó nuevamente.

Seguí llamando y la última vez que me atendieron a las 3 y 38 minutos de mi reloj, la mujer que yo creo seguía siendo la misma, al fin me dijo que le diera la dirección pero no me preguntó ni un detalle del asalto. Le di mi nombre y luego le dije, póngame con su superior, dígame su nombre y su número de chip. Entonces la mujer se acercó aún más el auricular y simuló hablar en lenguaje ininteligible y a continuación colgó.

Ya agotada emocionalmente y con la adrenalina a mil decidí que nada resolvería llamando más a ese número. Pero me prometí denunciarla. No tengo tiempo de ir a Plaza El Sol a llevar esta carta, por lo que hago esta denuncia pública.

La experiencia me dejó varios dolores:

  1. Las mujeres además de ser consideradas un blanco más fácil para un asalto, estamos más expuestas a la violencia sexual; y eso tiene su raíz en la forma en que se cría a los hombres, haciéndoles creer que su sexualidad es irrefrenable y que nuestros cuerpos les pertenecen. Estos son delitos dirigidos a mujeres, no es usual que a un hombre lo asalten y lo violen, pasa más con las mujeres.
  2. Hay una visión social que nos condena de entrada sin reconocer la responsabilidad del agresor: el primer comentario de la gente frente a la experiencia era qué andaban haciendo las chavalas a esa hora. Incluso alguien dijo: ellas se lo buscaron, ¡ahora que aguanten! Aquí no se trata de juzgar qué andaban haciendo o no las chavalas, si eran prostitutas o no, un asalto es un delito contra quien sea y no tiene ninguna justificación. Basta de fomentar la impunidad y de culpar siempre a las víctimas, descalificando el delito a partir de observaciones morales y librando de responsabilidad social al agresor.
  3. La falta de solidaridad frente a las víctimas y el miedo que inmoviliza. De un grupo de vecinas sólo dos abrimos los porches y salimos a la calle a ver qué pasaba, incluso hubo alguien que gritó que dejaran dormir. Impactante.
  4. La barbaridad de que la Policía Nacional ofrezca un número de emergencias que no atiende inmediatamente y que no tenga al personal entrenado para que lo haga con rapidez y respeto ante tu llamado de auxilio.
  5. Como yo hice lo que pude y a la delincuencia no la puedo detener, al menos quiero denunciar públicamente a una institución que debe protegernos y que lamentablemente responde de esta manera ante una situación como ésta.Porque la sociedad, las funcionarias y los funcionarios se convierten en cómplices del delito cuando callan o no colaboran como deberían. Lo mínimo que espero es que haya una investigación de la oficial de turno y una sanción para quien me contestó de esa forma.

Esa chavala asaltada pudo haber muerto ahí sin la ayuda de nadie, yo pude estar en su lugar ya que me muevo principalmente en taxi, pudo ser mi hermana, mis amigas, mi familia. Eso le pasa a cualquier mujer u hombre. Por eso me levanté a ayudar, porque considero que la violencia no es un problema individual, sino social y que todas las personas podemos hacer algo para cambiar las cosas. Y si no reaccionamos como comunidad, como sociedad, gobierno y Estado ante la violencia… ¿hasta dónde vamos a llegar?

* Soy periodista y edito la revista feminista La Boletina

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