Limnopolítica

Por el río San Juan ha discurrido siempre más tinta que agua, y hoy sería peor si no fuera porque la mayor parte de las especulaciones sobre lo que ocurre en él circulan por medio de la radio, la televisión y... la red. Al ritmo de una o dos por año, surgen del histórico río oleadas noticiosas que a veces despiertan, en la prensa nicaragüense, sonoras ráfagas de pirotecnia patriótica y, en la de Costa Rica, variadas inflamaciones de hígado cuya rapidez de curación depende de cuán flemáticos sean los nicaraguólogos de nuestra cancillería. Aun así resulta extraño que, esta vez, dos de esas oleadas sobrevinieran casi sin intervalo.

La primera fue la noticia de que el Supremo Daniel Ortega le había encargado al comandante Edén Pastora el dragado de una parte del río. Nuestro gobierno tuvo el acierto de no darle demasiada importancia al asunto, probablemente bajo la sabia previsión de que, estando el proyecto a cargo de alguien a quien nada de lo que ha intentado hacer en el San Juan le ha salido bien, al final el río quedará tal y como estaba, excepto, tal vez, por dos o tres dragas escoradas en medio de la corriente. (Ya tenemos la primera prueba de que Pastora –desde ahora conocido en Alajuela como Cero de Lesseps– es un pésimo ingeniero). Al Supremo Ortega debe de haberle causado una gran desilusión la aparentemente tímida respuesta tica, y es posible que esa sea la razón por la que puso a su aparato de propaganda pre electoral a lanzar un segundo cachiflín de turno basado en el Proyecto Hidroeléctrico Brito.

Este proyecto propone básicamente la construcción de un juego de represas que permitirá aprovechar la diferencia de altura entre el Lago de Nicaragua y el Océano Pacífico para producir energía eléctrica, con un diseño, a la vez ingenioso y sencillo, que exige el desvío hacia la cuenca del Pacífico de una cantidad razonable de agua del San Juan -no más de 500 metros cúbicos por segundo. La lectura del documento Perfil del Proyecto, de la firma Andrade Gutiérrez, nos deja la impresión de que esta prometedora obra significará para Nicaragua lo que el Lago Arenal significó para Costa Rica.

Eso sí, no entendemos por qué en medios nicaragüenses han surgido airadas réplicas a supuestas objeciones ticas, cuando en verdad ese útil proyecto tiene el apoyo de nuestro país, en el marco de la Secretaría de Integración Económica Centroamericana, desde 1973. De modo que, como debe ser, los ticos nos alegraremos cuando nuestros hermanos inicien la obra. Y una recomendación: ni a palos “se la concesionen” a la empresa que pintó con asfalto la trocha tica de Caldera.

(La Nación, Costa Rica, 24 de octubre de 2010)