IGLESIA VIVA

Jesús de Nazaret

En tiempo de Jesús de Nazaret, había también en Israel un partido que no creía en la resurrección y, por tanto, no abrigaba más esperanza que la que pudieran ofrecer las promesas dedicadas al pueblo escogido en el Deuteronomio, es decir, el surgimiento en los tiempos nuevos de un profeta semejante a Moisés y que, por tanto, evocaba esperanzas de una nueva liberación y de una nueva independencia para el pueblo en Palestina. Se trataba del partido de los saduceos, rival de los fariseos. aunque con menor influencia en el pueblo, y hostil a Jesús. Ahí convivían tanto terratenientes y comerciantes laicos ricos, como sacerdotes que se habían hecho ricos propietarios manejando la compraventa de los animales para los sacrificios en el culto del templo, y también los cambios de moneda, de las monedas de la diáspora judía-romanas, babilonias, persas, egipcias, etc.- a la sacra moneda del templo, la única con curso legal para los sacrificios. Ambos eran miembros del Consejo (Sanedrín) en una relación de alianza-odio con los romanos, representantes de! emperador. Por las transacciones en ese mercado cobraban impuestos. Admitían como escritura santa solo la Ley (Torá),es decir, el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, donde aún no hay expresamente firme esperanza en la resurrección. No admitían las "tradiciones de los Padres", coleccionadas por el partido de los fariseos. Podría uno decir que para esta gente la vida en este mundo tenía suficiente sentido sin necesidad de acudir a una vida mejor ultraterrena. Es conocido como los evangelios nos narran que algunos de este partido pusieron una trampa a Jesús a propósito de la fe en la resurrección. Le contaron una historia de una mujer que enviudó de su esposo, que tenia otros seis hermanos. Cumpliendo la Ley (Dt 25, S-lO), uno tras otro, los seis la fueron tomando como esposa para darle descendencia al hermano mayor, porque todos fueron muriendo antes de lograrlo, dejándola siete veces viuda. Y, triunfantes, le plantearon a Jesús la pregunta: "En la resurrección de los muertos, ¿de cuál de los siete será la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?". Ya sabemos que Jesús les respondió de dos maneras. Primero, criticando su burdo materialismo, es decir, Ia incapacidad de los saduceos de imaginar la vida en la resurrección de otra manera que no fuera como la vida en este mundo, que, al fin y al cabo, para ellos era placentera y privilegiada, sin necesidad de ninguna transformación trascendente. Y segundo, refiriéndoles a los mismos cinco libros de la Ley, en los que ellos se apoyaban, y en concreto al episodio del Libro del Éxodo donde Dios habla a Moisés desde una zarza incendiada que no se vuelve cenizas, y se identifica diciéndole: "Yo soy el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob". Según los Evangelios, Jesús los deja sin palabra al concluir: "No es Dios de muertos, sino de vivos". Al fin de cuentas, la esperanza de Jesús en la resurrección está en los Evangelios coloreada de lucha por la justicia, puesto que lo que provocó probablemente la decisión de matarlo, o por lo menos fue la gota que hizo que la copa rebalsara, fue su denuncia del templo como "mercado" y "cueva de ladrones" o lugar de explotación de los pobres. Y la visión de Jesús es que la resurrección será reivindicación del
pobre y enjuiciamiento del rico, que ni siquiera quiere darse cuenta de que aquel existe como mendigo muerto de hambre a su puerta. También Pablo de Tarso se zafará de una acusación de los judíos frente a un gobernador romano sacando el tema de la resurrección y dejando que fariseos y saduceos, un momento antes acusadores aliados, se enzarcen mutuamente en plena discordia por sus creencias.

IGLESIA VIVA: Sección ecuménica de EL CORREO, con selección de textos de cristianos comprometidos con el Evangelio, y por ello con la esperanza, la justicia y la libertad.

El texto de hoy es tomado con la autorización de su autor del libro “NO SEA ASÍ ENTRE USTEDES: ensayo sobre política y esperanza”, de Juan Hernández Pico, S,J, UCA Editores, San Salvador, El Salvador, 2010.