Onofre Guevara López
Es posible que en ningún país no islámico, ni
en los países que tienen la religión católica como oficial, suceda lo que en
Nicaragua. Aquí tenemos un Estado constitucionalmente laico, pero el gobierno
del clan Ortega-Murillo hace derivar las funciones estatales en prácticas
confesionales.
Este gobierno define a Nicaragua como “cristiana,
socialista y solidaria”, marginando la definición constitucional de que
“Nicaragua es un Estado independiente, libre, soberano, unitario e indivisible”
(Artículo 6) y que “El Estado no tiene religión oficial” (Artículo 14). Estas
violaciones al orden constitucional, armonizan con su determinación de ejercer el
poder con absolutismo.
Daniel Ortega se impuso con el fraude
electoral del 9 de noviembre del 2011, y el 10 de enero de 2012 se declaró presidente
de la república, al margen de la Constitución que prohíbe la reelección
continua y por tercera vez. Bajo esta presidencia espuria, sigue intacta la ilegalidad
de la mayoría de los magistrados de otros poderes del Estado, pues, además de
habérseles vencido su período legal, su continuidad deriva de otro acto
inconstitucional: un decreto presidencial que suplanta la función parlamentaria.
Pero el clan Ortega-Murillo no sostiene esta
anormalidad jurídica e institucional solamente sobre el discurso
“revolucionario”, sino que también recurre al discurso seudo religioso,
emulando la experiencia política tradicional libero-conservadora que durante siglos
compartió el poder con la iglesia, utilizando como instrumento la religión. Los
del clan Ortega-Murillo no es “fundamentalismo religioso”, porque ninguno de
sus integrantes es creyente sincero, sino que ve la religión como una llave para
entrar a la conciencia de los humildes para apoderarse políticamente de su
voluntad.
Eso es reflejado en el discurso, y se repite
tanto a través de sus medios de comunicación, que ya perdieron creatividad, y
por eso han caído en el discurso cansino, inverosímil y ramplón. Los noticieros
de radios oficialistas leen oraciones y citas bíblicas junto a la información
general, aunque siempre orteguista. Compiten con los evangélicos y católicos,
esos sí, fundamentalistas de verdad. ¿Qué buscan con esos mensajes?
La respuesta la encuentro en un artículo del
catedrático de periodismo, Mario Fulvio Espinoza: “Problema vital también es el fundamentalismo religioso que ha invadido
los mensajes de la comunicación social con su secuela de indiferencia,
sometimiento, la promesa de un cielo y el terror del infierno. Un pueblo
manipulado por estos dogma, creencias y misterios será siempre conformista,
egoísta, aterrorizado, incapaz de razonar y de proponer su propia libertad de
conciencia.” (END, 7/7/2012).
Veamos si no. La invitación a un “Repliegue”
carnavalesco que nada tiene en común con el heroísmo y el sacrificio de quienes
participaron en el “Repliegue” original, reza en parte: “Vamos a caminar con Daniel agradeciendo a Dios por esas 33 veces que
hemos llegado al 19 de julio, por estos 33 años de bendiciones…”
Pero los marchistas de verdad, en vez de agua
y bendiciones, comida y cerveza, encontraban metralla y la muerte. Los
manipuladores de hoy, encuentran placer hasta en perturbar el libre tránsito
para auto celebrarse su poder.
El discurso también lo llevan a la práctica de
las instituciones estatales, las alcaldías y a la conducta de los militantes
del orteguismo. En las oficinas públicas no faltan las estatuillas enfloradas de
vírgenes y santos, cual si fueran dependencias eclesiales. Las alcaldías financian fiestas religiosas anualmente, y cuando
se lo solicitan.
Una muestra de cómo el discurso seudo religioso
del clan se ha vuelto fundamentación “ideológica” de sus miembros, la dio un
funcionario de la Alcaldía de Matagalpa. En la autorización a la Red de Mujeres
para efectuar una “Feria de Salud de la Mujer” (26/6/2012), el Director
Interino de Servicios Municipales, ingeniero Francisco Navarro Rivas, le agregó
esta nota inquisitorial: “Este permiso podrá ser suspendido por cualquier
motivo si va en perjuicio de las religiones”.
Debe entenderse que para el funcionario hablar
“en perjuicio de las religiones”, es demandar la despenalización del aborto
terapéutico, como si una Alcaldía está para velar por los intereses de “las
religiones”. Además, amenazan con prohibir una feria, pisoteando el derecho
constitucional de libertad de reunión y expresión, solo porque un funcionario de
tercera está obligado a imitar el discurso confesional del clan.
Este es un Estado
confesional con máscara “revolucionaria”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario