El orteguismo ha logrado proyectar a una parte importante de la población la imagen de que desarrolla una lucha exitosa en contra de la pobreza. Además, que registra un desempeño sin paralelo en materia económica y, a la par, que impulsa un conjunto de transformaciones profundas en la estructura productiva del país. Una revisión de las cifras nos indica que el éxito del orteguismo ha consistido, únicamente, en inflar un globo saturado de mentiras, medias mentiras y medias verdades.
Comencemos por la pobreza, tema con el cual el régimen engalana discursos, rótulos, afiches, noticieros y anuncios televisivos. Un reciente estudio presentado por el presidente de Fideg, Alejandro Martínez Cuenca, quien no es precisamente un opositor a Ortega, muestra una cifra demoledora: entre el 2009 y el 2011, la pobreza se “redujo” en 0.6 por ciento. Es decir, nada. Más bien, al finalizar el 2011 había en Nicaragua más pobres que en el 2009, ya que en ese mismo período la población creció en un acumulado del 3.8 por ciento, de acuerdo a cifras oficiales. ¡Vivan los pobres del mundo!
Para que tengamos una idea más clara, la cifra anterior significa que si en Nicaragua hubiera 100 pobres, en el período 2009-2011 la pobreza se habría reducido en la mitad de un pobre. Al paso en que el orteguismo está reduciendo la pobreza se necesitará un siglo (sí, leyó bien, se necesitarán cien años) para reducir la pobreza en 30 por ciento y todavía quedaría un 14 por ciento de pobres para el medio siglo siguiente.
Las cifras anteriores se vuelven dramáticas si conocemos a quiénes el gobierno de Ortega considera pobres. La encuesta de hogares sobre medición de nivel de vida, publicada por el instituto de estadísticas del régimen, Inide, define que los pobres son las personas que tienen un consumo menor a 1.58 dólares diarios, es decir, el equivalente a 1,114 córdobas mensuales. En otras palabras, una conserje o un vigilante que trabaje en el gobierno ganando el salario mínimo (el Ministerio del Trabajo fijo en 2,713 córdobas el salario mínimo para trabajadores del gobierno) se encuentra en la gloria, porque de acuerdo al régimen orteguista gana más del doble de lo que un pobre necesita para vivir.
El otro campo donde el orteguismo ha intentado vender gato por liebre es en empleo y salarios. El Banco Central muestra en sus estadísticas que los salarios reales en 2011 han retrocedido al nivel de hace diez años. Más específicamente, desde enero del 2007, mes en que Ortega asumió el gobierno, a diciembre del 2011, los salarios reales se han reducido en 13 por ciento.
Uno de los factores que explican lo anterior es el preocupante comportamiento del denominado mercado laboral. El Informe del Banco Central correspondiente al 2011 reporta que el 80 por ciento de la población ocupada se encuentra en el sector informal. Por su lado, la encuesta continua de hogares, publicada por Inide, revela que entre 2009 y 2011 el porcentaje de la población desempleada y subempleada se elevó en 11 por ciento: del 44.7 por ciento al 55.7 por ciento de la Población Económicamente Activa. Son cifras que deberían alarmarnos a todos, principalmente a un gobierno responsable, si lo tuviéramos.
Porque detrás de esas estadísticas están miles de nicaragüenses, mujeres y varones, jóvenes y ancianos, como trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares sin remuneración, que día a día enfrentan la angustia de sobrevivir sin seguridad social, con bajos salarios, sin prestaciones laborales y sin oportunidad de mejorar su condición de vida mientras prevalezcan las realidades actuales.
No es para ponerse a aplaudir, pero a estas alturas del campeonato y más allá del triunfalismo gubernamental y sus adláteres, ya podemos hablar, sin exagerar, del fracaso social del orteguismo.
El autor es diputado del MRS
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