Se sospecha que don Procopio y doña
Procopia nacieron, como don Onofre Guevara López, en algún lugar de Nandaime de
cuyo nombre no puedo acordarme. Es fácil deducir que son contemporáneos, de
1930, y si bien entre ellos se llaman de usted y de don, lo hacen por un
sentido de afecto, respeto y sobre todo de complicidad. No ha podido ser
moderado el sueño de los tres, porque en esta patria que uno trata de soñar
grande, si uno se duerme ocurrirá que despertaremos en la cotidiana pesadilla
que vivimos (los dinosaurios estarán ahí) y de tan pequeño que se vuelve el
territorio nacional por usurpado por monarcas y funcionarios, uno corre el
riesgo de ser condenado a parpadear de pie, con todo ya perdido, por el resto
de nuestros días. Esa llamada de alerta es la que, “mantenedores de la verdad”
y devotos de la honestidad, este trío de mosqueteros de la libertad sostiene en
las pláticas de la columna periodística “Don Procopio y doña Procopia”, que
desde 1995 hasta principios de enero de 2012, se mantuvo en un periódico que el
viento se llevó.
Es por eso –porque “los enterrados
fueron ellos”- que no voy a decir que esta columna murió, sino quienes la
enterraron, siendo, como lo fue y es, una verdadera joya del humor en la
historia del periodismo nacional, combinando lo cotidiano con los sucesos
políticos y sociales más importantes,
desde una perspectiva de sana ironía y de un claro e inclaudicable
compromiso con el deber de ser dignos y honestos. Un sentido de esa magnitud de
la ética, no cabía ya en el periódico del que fue cremada. Pero sí me parece y
regocija el que la publicación de este libro sea algo así como lo que en mi
infancia fue “La vuelta del zorro”, a lo mejor la última de las películas de
“El Zorro”, que reflejaban las aventuras de un enmascarado justiciero, cuya saga
yo no quería que terminara jamás. La vuelta de don Procopio y doña Procopia,
otra vez platicando a viva voz, poniendo el dedo en la llaga, es a la vez que
un valiente testimonio que señala el proceso de corrupción de Nicaragua, una cronología
de hechos aborrecibles que, por ser tratados con humor, no marcan una ruta
hacia la desesperanza sino, como debe ser, hacia la verdad, aunque a Onofre –y
cito de Cervantes- “le cueste la vida defenderla”.
El asunto es, volviendo a temas
cervantinos que ya abordé en mi Introducción a “Sea moderado tu sueño” del
mismo Onofre, que en este bregar y cabalgar ya no por la Mancha, sino por esta
nuestra dulce tierra manchada por tantos sacrificios aparentemente inútiles, no
puedo dejar de ver al terco Caballero de la Triste Figura, cabalgando en su
eterno Rocinante, y abandonados lanza y armadura, llevar por temible
acompañamiento y escuderos, en ancas, a don Procopio y doña Procopia, quienes
no cesan de platicar, para junto con nuestro nuevo don Quijote, llegado el
momento, descabalgar a la sombra de alguna encina, de manera que en tan
propicio sosiego, su otro yo de don Miguel tome notas de aquellas pláticas que
hoy celebramos. ¿Habrase visto mejor forma de demostrar que sí existen los
molinos de viento y que sí son derrotables?
Muchos han acompañado a don Quijote
en esta cabalgata, haciéndose cómplices de prólogos, presentaciones e introducciones,
carátulas de libros del Onofre lingüista, historiador del movimiento obrero,
biógrafo, articulista y columnista. Valga mencionar tan solo en estos
menesteres honrosamente Quijotescos, a Irving Larios Sánchez, los Rothschuh Guillermos
e igual a los Rocha Luises, a Kiko Báez , a Sergio Ramírez Mercado y a Pedro
Xavier Molina. Una sola polvareda levantan los corceles de todos estos
mosqueteros seguidores y admiradores de un D’Artagnan sin cardenal, rey o
reina. Un D’Artagnan que también ha sustituido a Atos, Portos y Aramís por don
Procopio y doña Procopia, el matrimonio de las confidencias de Onofre, y
algunas veces, muy pocas, hasta de las imprudencias, pues sabido es que ambos
no tienen pelos en la lengua ni Onofre en la pluma.
Precisamente en esta recopilación de
las pláticas de don Procopio y doña Procopia se hace énfasis en la cara más
siniestra de la corrupción: el fraude, que tiene de apellido electoral. El sinuoso
camino del fraude electoral se construye a base de prebendas, cinismo,
enriquecimiento ilícito, fundamentalismo religioso, nepotismo, chantaje laboral
a los votantes que son empleados públicos, y por supuesto con la mano de obra
de los beneficiados por esta devoción a la corrupción. Es el camino que conduce
hacia la reencarnación de la estirpe sangrienta en la actual familia
gobernante. El camino hacia la reelección perpetua, con urnas preñadas de votos
fraudulentos, contados por devotos de ese fraude. Con semejantes motivos es que
en este libro don Procopio y doña Procopia nos platican de esta monumental
aberración histórica; la denuncian y dejan su denuncia como un testimonio
social y político de una época negra y chicha, porque estos textos tienen mucho
que decir hoy y mucho tendrán que decir en el futuro. Don Procopio y doña
Procopia no susurran en nuestros oídos. Gracias a la pluma de Onofre, sus
palabras, con todo el filo de la verdad, gravitan sonoras y valientes en
nuestras conciencias. Contagian con la risa de
la libertad.
LUIS ROCHA.
“Extremadura”, Masatepe, 4 de julio
de 2012.
NOTA: Presentación del libro “DE
VOTOS Y DEVOTOS” de Onofre Guevara López, leída el viernes 13 de julio de 2012
en el Centro Nicaragüense de Escritores.
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