El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 23 de febrero de 2013

Un anciano con ínfulas de Dios


J. Escoto

Quienes estudian su personalidad coinciden en que fue un exquisito intelectual y brillante teólogo. Hans Küng, su colega de la universidad Tubinga y coasesor en el concilio Vaticano II (1965), cuenta el instante en que con Joseph Ratzinger, Benedicto XVI futuro, se distanciaron ideológicamente, que fue cuando hubo discusiones sobre la función moderna del Catolicismo y Küng escogió el estudio y la investigación para hallar respuesta, mientras que Ratzinger prefirió someterse al círculo romano que gobierna a la organización religiosa desde la Edad Media, y por consecuencia repetidora de horribles vicios de esa oscura era.
Pensador hondo, docente querido y honesto cristiano, todo fue que entrara al anillo calcáreo de la burocracia vaticana, mayormente romana, para que lo arrastrara el vendaval de la ambición. Se hizo súbdito sumiso, rindió el pensamiento y desde la Congregación de la Fe, equivalente al antiguo Santo Oficio o cruel inquisición, calló lo que Juan Pablo II le mandó silenciara, entre ello crímenes de pederastia cometidos por sacerdotes, sobornos, entregas políticas, traición a fieles y corrupción financiera. Cercano estaba el ejemplo de Juan Pablo I, quien según el terrible libro “En nombre de dios” fue envenenado al mes de electo por querer cambiar la pudrición de Roma, particularmente la relacionada con bancos, potencias del mundo y masonería disoluta.
Es más, concluyó vistiéndose de sistema, lo encarnó quizás con la accidentada ilusión de transformarlo por dentro. Excepto que la máquina que pretendió enfrentar poseía mil años de experiencia en aplastamientos, la de la Curia imbricada como araña en intereses de empresas, capitales, mafias, gobiernos y otras perversidades institucionales, adicional al grupo de egos más voluminosos del planeta, vanidosas y enfatuadas personalidades, individuos que se imaginan dispensadores del bien, administradores del mal, y que son los cardenales, ocultadores diestros que inventan pajas de espíritu para explicar este asunto concretamente material.
Y entonces, como siglos atrás, ocurrió la joya metafórica y Benedicto se declaró representante de dios en la Tierra. ¡Maravilla silogística y retórica!, realismo mágico que ningún teólogo con convicción ni persona humilde ni intelectual orgánico hubiera pronunciado. Fue cuando dio peras el olmo, parió la mula, se invirtió la gravedad y reforzó ese larguísimo fenómeno de enajenación que hace al orbe aceptar como ordinario lo imposible y que revela que el mundo está urgido de creer y que la angustia de la existencia (horror a morir) le exige polos a que aferrarse, no importa si ausentes de verdad.
A pesar de ser pocamente simpático (los alemanes que conozco sí lo son) ni risueño o figura de llamativo carisma, el día arribará en que estudiándolo develará sorpresas. Es quizás el único Papa de la historia occidental que aspiró (aunque tibiamente) a despojar a los fieles de la materialidad de la religión (cruces, santos de palo, andas, campanas, procesiones) y mejor aún, a desmitificar la fe reduciendo o eliminando las creencias en fábulas de vírgenes, del purgatorio, el pesebre de Belén, el año que nació Jesús y sobre todo el infierno, valiosísimo y lucrativísimo instrumento psicomanipulador de explotación utilizado por millones de curas para amedrentar, aterrorizar, doblegar, humillar, que es decir dominar a otros. ¡Qué mayor poder que el don de remitir a quien quieras al averno! Cristo jamás empleó ese anatema, te otorga la mayor dimensión de control terrenal, infinita vara mágica de la maldición.
Absurdo, pues, que el cónsul divino alegue que carece de energías para continuar; no es ese el problema a pesar de la caduquez, sino que lo doblegaron las fuerzas tenebrosas de la Iglesia, las ultraconservadoras y pecuniarias tipo Opus Dei, y ante ellas es arduo pelear batallas ya que representan al poderoso mal del dinero y la materia, gravosos al alma, y el hombre está demasiado alienado para ganar esa aventura del espíritu. Quizás mañana, cuando aprenda a arrancarse la telaraña cerebral. 

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