“No se equivoque usted, agente. Para nosotros, la razón de ser es ganar. Que nos deban dinero y vivan para pagarnos hasta el infinito, las naciones, los individuos, los gobiernos, las empresas. Crear deudas es un medio, como lo son la promoción de las guerras y la corrupción en política. Así ganamos, de eso vivimos…y vivimos muy bien”. Aclara con descarnada precisión el banquero al joven y bien intencionado oficial Louis Salinger, en la película “The International: dinero en la sombra”.
Es la realidad reflejada en los filmes de este género.Del género de mafias, de las bandas que rafaguean como en el Chicago de los años treinta o de las que en la actualidad, mediante los intríngulis en el mundo de los negocios sucios, lo corrompen todo. O de las que hacen ambas cosas, que excluyentes no son.
O bien, de las que en condiciones de precaria o inexistente democracia, asaltan el poder político, como un medio más, le diría el banquero a Salinger, para enriquecerse hasta el infinito si pudiesen.
En 1975, Sergio Ramírez escribió “Somoza de la A a la Z”. Allí detallaba, en orden alfabético, una lista de todas las empresas, productos y negocios que controlaba la familia Somoza. Había de todo: casinos, cementera, bancos, líneas aéreas, estaciones de radio, periódicos, canales de televisión, minas, hoteles, haciendas de todo tipo…Y llenaba el abecedario con trescientas sesenta y cuatro empresas monopólicas u oligopolios.
¿Habría podido la familia Somoza concentrar tal riqueza sin el control centralizado, autoritario y represivo del poder político? Evidentemente no. Sin duda semejante capital amasado, chorreaba sangre.
Hoy asistimos al mismo fenómeno. El grupo que detenta el poder concentra empresas de la más diversa laya: desde rotuladoras, hoteles, gasolineras, haciendas de lujo, distribuidoras diversas, medios de comunicación hasta de servicios de seguridad…de lo que se sabe. Y claro, la usurpación de la cooperación venezolana que es la piedra angular del grupo. Tal parece que ahora, después de la oscura operación en la que Gas Natural ha cambiado de dueño, hay que agregar: distribución de energía eléctrica.
¿Podría la cúpula orteguista concentrar tal riqueza, sin ejercer el control centralizado y autoritario del poder político, tal y como lo hace ? Evidentemente no. Déjà vu.
Lo triste es que hay quienes se creen en el discurso que vende la obsesión de poder – y de enriquecimiento-de Ortega como una suerte de apostolado impregnado de noble sacrificio, cual miembro de una orden mendicante. No.
Tampoco son competidores limpios en el escenario del mercado.
Ni lo uno ni lo otro. Son una cúpula enriquecida a la sombra del poder, usufructuándolo en beneficio propio. No tardarán en darse cuenta los incautos y los otros grupos empresariales que hoy se benefician de su protección.
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