Onofre Guevara López
Quien pretende rectificar errores o actitudes
no correctas, es porque tuvo la honradez de analizarlos con sentido
autocrítico. Sin autocrítica no hay rectificación. Pero autocriticarse es relativamente
fácil, rectificar es casi imposible cuando median los intereses económicos e ideológicos
emanados del poder político. Cuando las condiciones adversas hacen crisis con una
fuerza superior a esos intereses, ya no cabe rectificar, sino renunciar o ensangrentar
el país.
¿Habrá en Venezuela alguna iniciativa de
rectificación de errores y actitudes en la cúpula gubernamental? Si existiera,
¿será por iniciativa propia o del presidente Chávez, quien ha tenido
oportunidad de reflexionar sobre hechos ignorados en el agitado ejercicio del
poder?
Imposible saberlo. Pero ya hubo una
señal. La noche del miércoles 6 de febrero, Venezolana de Televisión transmitió
uno de los actos por el 21 aniversario del golpe cívico-militar de 1992, con la
presencia de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, ministros y dirigentes partidarios.
Todo normal en ese tipo de actividades, menos el discurso y el orador (cuyo
nombre no capté por haber sintonizado tarde). Su tema: autocrítica sobre los
problemas de la conducción política; de ella, reproduzco, de forma no textual,
sus puntos esenciales:
La participación de las masas populares
en las manifestaciones no corresponde al carácter de fuerza política conductora
que les atribuye; se movilizan solo por iniciativa gubernamental, y de modo pasivo
en cuanto a que solo repiten las consignas que no son de su propia creación.
El socialismo del que se habla no es
tal, porque ese sistema no radica en repartir viviendas y otras cosas; eso es
solidaridad, y aunque esta es parte del sistema socialista, no es el
socialismo. El socialismo que se dice estar construyendo tiene más de
capitalismo de Estado y quizá llegue a ser una sociedad del bienestar, pero tampoco
será el socialismo. El socialismo no es fruto de los milagros de ninguna
religión, sino que, para construirlo hay que cambiar las relaciones sociales de
producción, y eso no se está haciendo en Venezuela.
En el discurso se habla de la derrota
del capitalismo, siendo que este aún domina en el mundo; ese es triunfalismo. El
capitalismo no se está muriendo como se le dice a la gente, está vivo, fuerte y
siempre agresivo.
El Partido Socialista Unificado de Venezuela,
aún no es un partido revolucionario de vanguardia, sino una gran organización pero
sin la necesaria estructura partidaria. Sus dirigentes no participan en el
análisis del proceso ni en la elaboración del discurso, sino que repiten el
discurso del presidente Chávez, y este, como todo ser humano, se equivoca. En
este partido, no se polemiza, no se cuestiona, no se critica…
Los medios de comunicación oficialistas creen
hacer revolución socialista, porque siguen y responden el discurso de la
derecha, pero no educan al pueblo sobre las causas y los fenómenos políticos que
se debe enfrentar con un discurso formador según las ideas socialistas.
Los programas asistencialistas del
gobierno, es el pago de la deuda social que los gobiernos de la derecha le quedaron
debiendo al pueblo, pero no la está pagando el gobierno como se le dice a la
gente, sino ella misma, y eso hay que decírselo para que defienda lo que recibe,
porque a ella cuesta; sepa el valor que tiene y no lo vea con un regalo del
gobierno. (Los medios oficialistas siguen sacando a personas enajenadas,
agradeciéndoles lo que recibe, “al comandante presidente Chávez y a Dios”).
El pueblo tiene la suerte de contar con
un gran dirigente revolucionario en el presidente Chávez, y debe quererlo, pero
no adorarlo ni rendirle culto como a una divinidad. La consigna de “todos somos
Chávez”, no significa que todos deben copiarlo, sino tomarlo como una decisión
de ser fiel a la causa que él representa.
Los venezolanos son hijos de Bolívar,
pero no están librando una batalla como las batallas de su tiempo. Bolívar perdió
muchas batallas, pero ganó la independencia; la batalla de ahora es más dura,
porque con solo perder una batalla se corre el riesgo de perder la guerra.
Las palabras del
orador fueron aprobadas con algunas sonrisas y los aplausos de la mayoría del
auditorio, como si estuvieran despertando a la realidad. Pero las cámaras de la
TV no enfocaran a Maduro, solo a Cabello, y brevemente. Buena es la autocrítica
y revela que no todo el oficialismo venezolano se reduce a rendir culto a la
personalidad y a hacer demagogia. Pero aún no se percibe ninguna rectificación.
¿Será como la autocrítica de la Iglesia Católica?
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