Onofre Guevara López
Es difícil adquirir el hábito de pensar con
buen juicio y moderación, o sea, con sensatez. Incluso es difícil ser sensato,
aunque sea irregularmente, cuando dominan los prejuicios. Y como los prejuicios
son alimentados por todo tipo de intereses, estos originan pasiones, justifican
y consolidan erráticos criterios.
Cuando surgen ciertos acontecimientos
políticos extraordinarios, a los prejuiciados les parecen hechos accidentales, y
se muestran incapaces de interpretarlos. Comienzan por dar palos a ciegas, sin acercarse
al blanco del suceso, pero lo juzgan sin “buen juicio” ni “moderación”.
Eso les pasa con las recientes cumbres
América Latina-Unión Europea y de la Celac. Desorbitaron sus ojos, atrofiaron su
criterio como si estuvieran ante algún maligno acto mágico y no un hecho trascedente,
porque sus esquemas no lo tenían registrado.
No logran verlo tal como es: resultado de un
largo proceso político a la vez arbitrario y organizado, diplomático y militar,
pacífico y violento, doloroso y esperanzador, y siempre hacia delante, aunque
con pausas. Dentro de un proceso así, los pueblos latinoamericanos van avanzando
hacia su emancipación y buscando nuevos modelos a la relación con los Estados
Unidos. Por desconocer este proceso –más adrede que por ignorancia—, no admiten
que la Celac es el latinoamericanismo emancipador frente al panamericanismo injerencista.
Más despistados quedaron al ver juntos y
unánimes tras el objetivo emancipador –según ellos— a la “satrapía dictatorial”
cubana y a las “democracias libres”, aunque Cuba está libre del narcotráfico y otros
países están encadenados a ese comercio criminal, estimulado por el gran
consumidor que, al mismo tiempo, es el peor enemigo de Cuba. Y… ¡se persignan
ante el pecado de haberle conferido a Raúl Castro la presidencia Pro Témpore de
la Celac!
¿Por qué esta amargura? Porque no son capaces
de reconocer el avance latinoamericanista ni la decadencia del panamericanismo.
Menos que reconozcan cómo Cuba ha batallado; cuánto sacrificios ha tenido que hacer durante más de medio
siglo para no doblegarse ante su omnipotente agresor. Ni osan siquiera recordar
con cuántas agresiones han intentado doblegarla, incluso con la agresión propagandística,
la cual usan sus detractores voluntarios o de oficio.
Esta es su amargura: ver que Cuba no ha sido
derrotada, y más bien se ha ganado el derecho a la amistad y a la relación con sus
hermanas de América Latina y del Caribe, más el respeto para su revolución.
Sin abrir los ojos ni el entendimiento, hacen
extensivo su rencor hacia la actitud juiciosa y moderada; es decir, sensata, de
los gobernantes de naciones con sistemas políticos diferentes quienes, ante la
urgencia histórica de construir nuevas relaciones de respeto, tolerancia y solidaridad
por encima de las diferencias, respetan los derechos de Cuba. Y con la Celac, también
le dicen no al bloque gringo.
No significa que tengan unanimidad en todo, y
todos tengan la misma opinión sobre cómo construir el sistema democrático, admitiendo
que cada nación tiene derecho a resolver sus asuntos internos con la legalidad de
su propio sistema. Esa es tarea de cada pueblo. Los prejuiciados, no pueden
analizar en serio el porqué Cuba no ha podido “caer a pedazos”, como lo vienen
pregonando durante más de cincuenta años.
No se atreven a buscar el motivo por el cual
Cuba, “cayéndose a pedazos”, ha desarrollado sus sistemas de educación y salud;
un deporte que en los juegos olímpicos saca la cara por América Latina; un amplio
movimiento artístico-musical, con orquestas sinfónicas provinciales y nacional,
mas innumerables orquestas y conjuntos de música tradicional y moderna de todos
los géneros (incluso el escatológico reguetón); un ballet y una escuela de
ballet clásico mundialmente famosos; ferias anuales de libros, cine y otras
expresiones culturales y científicas.
Cuba tiene todo lo que puede tener y sus
detractores no quisieran que tuviera. Y por eso cierran los ojos, creyendo que
así desaparece todo. Se resienten con el mundo, porque no se estanca como sus ideas
y porque la Celac les cuestiona sus esquemas ideológicos.
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