LATIDOS (II)
(ALBERTO
GÓMEZ FONT
Pedro García Domínguez
Dris Pashá hizo una pausa, había reparado en
la cara de asombro de los presentes. Se llevó lentamente la copa a los labios,
y pausadamente continuó su relato. Al segundo personaje lo había localizado
cerca de los años de la Redención del Mundo de 1460, leyendo a los
historiadores Francisco López de Gómara y Emilio Sola:
Tomaron los turcos en Albania, que es una
provincia de Grecia, un muchacho, lleváronlo a Constantinopla, hiciéronle
turco, llamáronle después de renegado Mahomedi. Este Mohamedi, siendo ya
hombre, cometió un delito en Constantinopla y por miedo del castigo huyó y
refugiose en Mitilene, que antiguamente se decía Lesbos; allí se casó con una
cristiana natural de la villa de Marchena, en Andalucía, que se llamaba
Catalina, viuda que tenía de su propio marido dos hijos y una hija. Hubo con
ella seis hijos, las mujeres siguieron a la madre en su fe; los hijos tomaron
la del padre. Tal era la costumbre entre los turcos. Este Mohamedi y su mujer
Catalina serían los padres de Aruch y Jeredín Barbarroja.
Ayudaba el mozo a su padre en su arte y oficio
de ollero; pero como el padre fuese pobre y el tributo que pagaba al turco
fuese grande determinó con la primera ocasión tentar la fortuna y buscar algún
modo de aventura; estando pues con estos pensamientos aportó una goleta de
corsarios turcos; lo cual sabido por Aruch, al momento y sin decir nada a sus
padres, se fue a ella y rogó con mucha insistencia al arraez lo recibiese en su
compañía, diciendo que de buena voluntad se quería hacer turco. El arraez, que
esto vio y consideró al mozo ser de buen talle, disposición y espíritu, de muy
buena voluntad lo aceptó y recogió en su galeota. De esta manera, y en compañía
de este corsario y de otros, anduvo algunos años Aruch por los mares robando.
En aquellos momentos los Caballeros de Rodas
comenzaban a coordinar el corso cristiano contra el cada vez más activo corso
turco. Aruch fue alistado por cómitre de una galera contra los Caballeros de
Rodas. Después de un duro combate Aruch fue hecho prisionero en aguas de
Candía, la actual Creta. Anduvo dos años al remo con una cadena al pie. En todo
este tiempo nunca quiso decir su nombre, temiendo que si lo decía lo matarían
los cristianos, porque Aruch quiere decir ‘renegado’, tornadizo. Era hombre más
bermejo que de otro color, por lo que los de la galera le apodaron Barbarroja.
En cierta ocasión fue la galera, en que estaba
aherrojado, a tierra de turcos a hacer, como solía, algún robo; allí con un
cuchillo, que llevaba escondido, se cortó el talón del pie donde llevaba la
cadena, y, cortado, sacose la cadena, echose al agua y llegó a tierra nadando.
En Constantinopla conoció a dos mercaderes
ricos, que estaban armando una galera de veintidós bancos, los cuales
recibieron a Barbarroja por timonero de ella. Con esta galera y con otro
bergantín partieron los corsarios a robar. Enfermó uno de los dueños y murió.
Barbarroja, luego que vio a uno de los señores de la galera muerto, propuso matar
al otro, alzarse con la galera y salir de lacería. De noche ya, acostose el
señor de la galera y durmiose. Barbarroja, en viendo que dormía, diole, con un
hacha, dos o tres golpes en sus sienes y lo mató; muerto, lo echó al mar y
llamó a los soldados y marineros que tenía sobornados y alzose con la galera y
el bergantín.
A partir de este momento Dris trató de
abreviar. Narró, pues la historia de Aruch era bien conocida de todos los
presentes, cómo desde su base de la isla de Gelbes conquistaría toda Berbería.
Relató sus más destacadas hazañas, su amor por Argel, pero sobre todo, y lo que
no era tan conocido, su amor por la villa de Tánger, donde se hizo construir un
palacio y una fortaleza inexpugnable. Aruch fue conocido por su generosidad,
implacable con los enemigos, incluso cruel. Era de una munificencia proverbial,
elegante, instruido, amante de las mujeres y de la buena mesa. Sus maneras
exquisitas eran envidiables y envidiadas.
Como el tiempo transcurría inexorable, y a
pesar del interés que por esta amena charla mostraban sus comensales, Dris les
comunicó que había descubierto dos metempsícosis más de Alberto en dos
personajes: el uno era Ziriab, músico y árbitro de la elegancia en la Córdoba
del siglo IX, y el otro, don Enrique de Aragón, Marqués de Villena, hombre de
letras, gastrónomo, alquimista y sabio del siglo XVIII.
A todos unían unas mismas inquietudes en su
aparente diversidad y todos amaron la misma ciudad de Tánger. La última
transmutación la había encontrado en Isaac Toledano, cuya vida y milagros ya
conocemos, cuyas vivencias, aún presentes en la mente de Alberto Gómez Font,
eran conocidas de manera un tanto misteriosa por Dris Pashá, que desde hacía
tiempo le seguía la pista.
Lo que no había podido desvelar Dris era por
qué, aparentemente, nunca se había reencarnado en ningún animal, cosa habitual
según la filosofía budista. Según Dris pensaba, y por razones de peso, que a
esta hora tan avanzada no entraría a exponer, esta sería la última
reencarnación de Alberto, después llegaría al aniquilamiento de todos los
deseos, salvo del yo individual, su identificación con el Universo. Alcanzaría
así el estado de paz imperturbable y felicidad absoluta, libre de sufrimientos
y de inquietudes: el nirvana.
Saíd, Calu y Alberto se despidieron de Dris y de
Amina. Emprendieron el camino del hotel en silencio, apenas intercambiaron
algunos monosílabos. No estaban cansados pero era tarde y por la mañana
tendrían que madrugar, ya que al día siguiente Alberto tendría que presentar su
libro, Cócteles tangerinos, en el hotel El Minzah de Tánger.
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