(23/02/2013)
A uno le rebajaron la pena por violación por estar bajo la influencia del licor, que, alegan, disminuyó su libertad y su responsabilidad; sin tener en cuenta que el pendejo y maldito era PLENAMENTE RESPONSABLE de haberse emborrachado y por lo mismo, de haberse convertido en una amenaza para la sociedad. Igual pudo haberse comido un bebé crudo en la rotonda de Metrocentro y al mediodía, el pobrecito no tenía una voluntad para contrarrestar la tentación de hacerlo…, y más bien merece nuestra compasión, por ser convertido sin su culpa en violador o asesino; según estos jueces primitivos y partidizados que tenemos en Nicaragua, pues el acusado era orteguista igual que los jueces que le rebajaron la pena.
Y ahora nos salen con la última. Al acusado le rebajan la pena de violación teniendo en cuenta la vergüenza que ha pasado el pobre ante la sociedad por aparecer como delincuente desvergonzado y dominado por la lujuria. A los malditos jueces “les vale …” que la muchacha violada también haya quedado deshonrada ante la sociedad, y a poco los llamados jueces consideran que ella tentó al malhechor y con sus dotes le debilitó su voluntad y lo convirtió en un animal lascivo.
No. Lo que pasa es que también este maje, como sus jueces, son orteguistas.
Desde hace muchos años la Coordinadora Civil ha estado exigiendo que se destituyera a todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, se los sustituyera con ciudadanos dignos y que esos nuevos magistrados renovaran toda la plana de jueces orteguistas, venales, estúpidos de los que está plagado nuestro actual sistema judicial.
Mientras tanto, con este Ejecutivo fraudulento, ilegal, ladrón, este poder judicial vendido, este poder electoral de mierda, estos contralores de adorno, estos fiscales que parecen abogados defensores del orteguismo, los verdaderos ciudadanos estamos absolutamente desarmados. No hay respeto a la Constitución, no hay institucionalidad, no hay legalidad, no hay respeto a los derechos humanos, no hay democracia. Sólo dictadura, cada vez más feroz.
Iván García Marenco
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