Multifacético El también escritor Otto Apuy Sirias ha
ganado uno de los ‘Aquileos’ en Artes Visuales
Víctor Hurtado Oviedo
Los muchos
(como se verá) Otto Apuy son los ganadores del Premio Nacional Aquileo J.
Echeverría en Artes Visuales en la categoría de Artes Integradas (instalación,
pintura, dibujo, escultura y videoarte) por su exposición Trayectoria
1974-2011. El múltiple Otto Apuy la presentó en el Museo de Arte
Costarricense (MAC).
El jurado
emitió un certero fallo: “Tanto temática como conceptualmente, la muestra
integró técnicas de artes visuales fusionándolas dentro de un pluralismo
temáti-co y técnico logrando unir las culturas indígenas, afronativas y sinos
[chinas] presentes en la identidad nacional costarricense, y volviéndolas
accesibles a una lectura visual para todos los espectadores”. Conversamos con
el artista Otto Apuy Sirias tratando de fijarlo mientras él vuela entre sus
artes y sus literaturas, espejos que se miran hasta el infinito.
–El fallo
del jurado menciona el valor de su obra como síntesis de culturas. ¿Cómo se ha
cumplido esa fusión en usted mismo?
–De una forma
natural: me tocan mucho el entorno y sus afectos. Es mi propio origen el que me
ha hecho mirar hacia atrás, desde el pasado oriental de mi familia y del pasado
colonial y precolombino de mis otros ancestros guanacastecos o mesoamericanos.
Siempre he trabajado estos temas y son mi referencia de pensamiento.
–El
premio honra artes integradas. ¿Se considera un hombre de fusión de culturas,
pero también de fusión de géneros artísticos?
–Es cierto:
termino fusionando todo. Por esto me defino algunas veces como “artista
multimedia”, que trabaja sobre varias expresiones. Incluso dentro de la
literatura, fusiono poesía y cuento. En las artes visuales hago lo mismo con
las instalaciones, y en los cuadros ejecuto pintura mixta.
–¿Cómo
influye la cultura china en su obra visual y en la escrita?
–También de
forma natural. Es una influencia soterrada, mezclada. Antes aparecían elementos
orientales, y ciertas personas percibían algo chino. Realicé pinturas del mismo
tema y las expuse como serie china en Trayecto 1974-2011.
–¿Cuáles
son los libros que ha publicado?
–En poesía, Diabólica
(JRS Editor, de Barcelona, 1978) y Modelo para devolver el día y la noche
(Ediciones Andrómeda, 2007, Costa Rica). En cuento, Memoria hechizada
(Premiá, Editores, 1997), Sin ansias para morir (Premiá, Editores,
1988), Las dudas que nos empujaban en la noche (EUNED, 2007) y Donde
terminan los círculos (Ediciones Andrómeda, 2004). En novela, El jinete
con la herida en el pecho (EUNED, 2009) y Shi Pan y los huesos del
dragón (Ediciones Andrómeda, 2010).
–Así
pues, usted también presenta otra fusión: de artista visual y de escritor.
–Yo me
recuerdo como alguien a quien le gustaba escribir y dibujar desde muy pequeño.
Crecí junto a abuelos chinos que tenían cines, y me tocaba hacer la publicidad:
fusionar textos e imágenes.
–¿Encuentra
relaciones entre su obra visual y su obra escrita?
–Existen
sombras que pululan, y yo debería buscarlas. Los temas son aplicables a una
visión común de mis obras escrita y pintada.
–Si lo
impresiona un paisaje, ¿cómo sabe si esta experiencia se verterá en un cuadro,
en una escultura o en un cuento?
–Dependerá
del impacto o de la coincidencia del tema. Un ejemplo: el paisaje del bosque
incendiado que trabajé como instalación, era un recuerdo de las grandes quemas
en Guanacaste, y de cómo se destruía el bosque. Mi memoria es la que rescata
esos afectos.
–¿Cómo
surgió la idea de reunir sus obras en la exposición “Trayecto 1974-2011”?
–Fue una
idea de Florencia Urbina y José Miguel Rojas. Yo les había propuesto exponer la
serie china, que coincidía con la inauguración del Estadio Nacional. En una
visita de ellos a mi taller, vieron una gran cantidad de obras de distintos
periodos, y consideraron la posibilidad de rehacer modelos que fueron
importantes en los inicios de arte conceptual en Costa Rica.
–Ese
trayecto comenzó como artista autodidacta en Cañas. ¿Qué tipo de obras
realizaba entonces?
–Yo dibujaba
mucho. Leía historietas y dibujaba películas enteras en cuadernos. Pintaba al
óleo; no se cómo, pero lo hacía, y dominaba los ocres y los pigmentos con los
que pintaba los rótulos de las películas. También hacía construcciones móviles
e inventaba objetos. Algunos confundían mi creatividad con mal comportamiento;
no entendían mi hipersensibilidad ni mi hiperactividad; las consideraban
propias de un chiquillo tequioso.
–Usted
estudió periodismo en la UCR, pero terminó con una beca de arte en Barcelona:
¿qué ocurrió en el medio de esos dos hechos?
–Mis
estudios de comunicación y mi trabajo como redactor en el semanario Universidad
fueron esenciales en mi labor posterior pues me dieron las bases de lo que
considero aún como un proceso artístico de comunicación.
”Acepté la
beca porque no podía volver a la universidad por dos semestres. No me había
presentado a una materia de requisito, aunque casi tenía acabada la carrera, y
no volví nunca ya que me quedé viviendo durante once años en Barcelona”.
–¿Cómo
influyó en sus creaciones el ambiente artístico que halló en España?
–Entonces no
lo sabía, pero se gestaba un movimiento que terminó en la democracia. Fue un
tiempo de grandes protestas y de cierta libertad recobrada, y se celebraba la
liberación de tabúes.
”Mis dibujos
de entonces tenían cierta coincidencia con las luchas por las libertades.
Estuve muy integrado a la generación de entonces. Los movimientos de vanguardia
se volvieron más radicales, y pronto se vio un gran cambio de mentalidad.
Entonces, mi obra se hizo más conceptual debido a la influencia del videoarte y
las instalaciones”.
–Usted
fue un promotor del arte conceptual en el país. ¿Cómo fue transgredir la noción
del arte?
–El gran
cambio es que ya no hay resistencia. Hace muchos años se decía que el arte
conceptual no era popular, pero sí tomaba en cuenta lo popular. Hace treinta
años, esas propuestas eran radicales y creaban gran expectación; ahora se las
acepta junto con la expresión tecnológica. En los años 70 presenté esas
posibilidades como medio para que fuesen vehículos de expresión mas allá de la
pintura de caballete y la escultura en piedra.
–¿Quiénes
han sido los maestros en su arte y en su escritura?
–André
Breton y los surrealistas, Joseph Kosuth, Joseph Beuys, Kafka, Borges, Dalí,
Tàpies, Felo García, Max Jiménez y Alfonso Chase.
–¿Cuáles
son los artistas extranjeros que usted prefiere en los géneros que frecuenta?
– Jorge Luis
Borges y Juan Rulfo cuando escribo cuento; Thomas Mann y Georges Bataille
cuando hago novelas; cuando pinto: Antonio Tàpies y Piero della Francesca.
–¿Hay una
definición artística para un creador tan diverso y cambiante como usted?
–Sí: artista
multimedia.
–¿Qué le
falta hacer como artista visual?
–Una
plataforma para el desarrollo de la creatividad, una visión de desarrollo
autonómico para el país, y, desde luego, una película.
–Después
de cuatro décadas en el arte, ¿cuál es su motor para seguir creando?
–Es la obra
misma, que nunca acaba. El cuadro continúa porque uno tiene siempre preguntas y
cosas que desea expresar. Lo que cuesta es vivir del arte; siempre lo será, y
esto limita los alcances.
–¿Qué
escribe ahora?
–Reviso dos novelas largas: sobre mis ancestros
chinos, Viaje al remoto Puntalín, y, sobre la creatividad y la obsesión,
Scribere insanabile; también reviso dos novelas cortas: Los trenes
saliendo de la bruma, con mucha ficción y juego, y Gol de medianoche,
sobre un equipo de futbol, novela basada en un hecho real: que unas personas se
hicieron pasar por un equipo de San Isidro de El General y viajaron de
incógnito para emigrar. Todavía están en los Estados Unidos.
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