Jamás
se me olvidan las palabras de un político hondureño dichas en los turbulentos
años ochentas, cuando Honduras era el santuario de la contra revolución
apadrinada por el Presidente Reagan. “Los gringos son aliados dudosos.” Sin
llegar a ese extremo yo me voy a atrever a decir que la Iglesia católica es una
aliada impredecible. Las declaraciones de Monseñor Báez ante la televisión
nacional, fueron como un balde de agua fría en la cara de los esperanzados
nicaragüenses que están viviendo en la desesperanza acosados por un régimen
totalitario que va avanzando a velocidades vertiginosas sobre los derechos
individuales del pueblo. La doctrina fascista con la que está gobernando el
Presidente Ortega, no deja tiempo para dudar en decidirse a dar la lucha contra
la dictadura y menos para apartarse de esa lucha y quedarse como una voz que
clama por justicia, pero su dueño no está dispuesto a apoyar a ningún sector
del pueblo. Monseñor Báez fue enfático al decir que su lucha es sola, con
compromisos solo con Dios y sin entrega.
Si
había un nicaragüense que podía hacer muchísimo por la liberación de este
pueblo martirizado, era Silvio José Báez Ortega, porque es un hombre digno de
servirnos de ejemplo. Estoy de acuerdo con él en que le tenga pánico a los
partidos políticos y que considere que lo quieren denigrar al ligarlo con
determinado grupo político. En lo que no estoy de acuerdo es que mida con el
mismo rasero a los partidos políticos y al pueblo nicaragüense.
Para
que las palabras tengan sentido, tienen que estar a favor de alguna causa y que
mejor causa que la de la justicia, la libertad y la paz. Monseñor Báez pudo
seguir inyectando esperanza en las venas de los nicaragüenses continuando su
labor de pastor con su palabra y su ejemplo. Eso no significa ser político.
Significa ser pastor, porque lo que estaba haciendo era unir, congregar al
pueblo nicaragüense en un solo haz de esperanza redentora.
Qué
opinión podemos tener ahora del valiente pastor de hombres después de sus
tajantes declaraciones en las que nos dejó claros que no está por ninguna
causa, que no está construyendo esperanzas, que no está inyectando ilusiones a
un pueblo huérfano de dirigentes. Nadie esperaba, ni nadie se lo iba a pedir
que fuera Presidente de Nicaragua. Lo que pretendíamos de él era que estuviera
a nuestro lado como señal inequívoca de que estábamos caminando sobre el sendero
correcto, guiados por el hombre correcto.
Ahora
estamos solos de nuevo, con la misión de inventar Cristos, que sin ser políticos,
ni pertenecer a ningún grupo político, estén dispuestos a ligarse con el pueblo
por la liberación de Nicaragua.
No
digo que las oraciones no cuenten, si cuentan, pero en este mundo lleno de
violencia y de ambición y de codicia, la presencia de un hombre santo en la
lucha por la redención de la patria, sirve de consuelo y da fortaleza. Nos
quedamos con las oraciones de Monseñor Báez, que es lo único que va a hacer en
su lucha solitaria y privada contra el mal. Quizás eso baste, pero nosotros
queríamos más. Queríamos al hombre a nuestro lado.
Jorge
J Cuadra V
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