Hace unos pocos días comentaba que la frontera entre la ficción y lo que sucede en el mundo real, es tan tenue, que llega un momento en que uno ya no está seguro si la crónica del periódico que nos habla de los asesinatos en Ciudad Juárez [Más mujeres asesinadas en México,
Volviendo a la saga de Bolaño, cuya novela tiene más de 1000 páginas y el cuarto libro, al que nos referimos, más de 350, no resulta, a pesar de su extensión, en lo más mínimo aburrido. Al contrario, es sumamente atractivo y mantiene la atención del lector en todo su recorrido.
Una prosa directa donde todo es señalado por su nombre, de escasas metáforas y sin rebuscamiento. Una prosa verbal. La crónica policial que tiene que ser contada con detalle forense. Santa Teresa es la cuna del crimen en México. Léase para nuestro entender Ciudad Juárez, donde se combina de manera perversa el crimen y la droga.
Algo curioso, la mayoría de lo crímenes quedan sin resolverse, síntoma del alto grado de corrupción en todos los niveles. Todo termina en unos olvidados expedientes que nadie tiene interés en desempolvar. Los casos se dan por cerrados y punto.
Se recurre frecuentemente al estribillo, al inicio de cada caso, - a principios del mes, en ese mismo mes, en el mes siguiente- y al encanto por usar nombres de mujeres con cierta musicalidad, con descripciones similares, casi todas de pelo largo que les llega a la cintura, todas muertas y violadas siguiendo un mismo patrón. Meseras, prostitutas, empleadas de maquila, empleadas de tienda, la mayoría de ellas solteras. Habla de la brutalidad de cómo son tratados los inmigrantes en territorio USA. Gran soltura y conocimiento en recrear la técnica judicial en el seguimiento de los crímenes y en la descripción de los bailes en las discotecas, casi siempre abarrotadas por obreros y mujeres que buscan diversión, donde se escuchan boleros y tristes danzones del sur.
Abundan las descripciones con detalles de las mujeres asesinadas, direcciones, relaciones familiares, pesquisas para conocer los últimos días de vida de la víctima. Utilización de nombres de próceres mexicanos para señalar calles y avenidas, de poetas románticos y hasta de nuestro príncipe de las letras castellanas Don Rubén Darío, --que tuve la curiosidad de contar--, y que se enumera diez veces en este cuarto libro, ya sea para referirse a una calle o una colonia.
La originalidad va de la mano. Con gran facilidad se inventan nombres de calles, ríos, ciudades, carreteras, personas, que nos hacen creer que la historia es verdadera. Se señalan marcas de vehículos, modelos, se enumeran enfermedades, fobias, nombres de alimentos, medicinas, nombres comerciales de las empresas maquiladoras, apellidos auténticamente mexicanos. Insiste en darnos medida y talla de las víctimas, y la repetición de que buena parte de ellas son muertas por estrangulación y fractura del hueso hioides. Se lamenta de que “estos putos judiciales siempre dejan las cosas sin aclarar”. A veces de manera cruda se torna en un crítico de la sociedad mexicana que no tiene remilgos en calificar de clasista y excluyente.
Hablaba en mi artículo anterior de la cruda realidad, que nos llega a diario por los periódicos y
Ver en la crónica, como la del periódico mencionado, una especie de ficción oculta, que a su vez es una alerta, y que nos reviste, [a lo mejor de una falsa ilusión], de que lo que leemos, no es tan cierto como se dice, y que eso ya lo sabíamos por Roberto Bolaño, y que a lo mejor son predicciones, a lo Nostradamus, que muchos creen, pero que escasamente se cumplen. O que Bolaño se equivocó en lo que escribió o que a lo mejor no trataba de alarmarnos, que todo fue una impostura, una impertinencia de la imaginación, que como refiere Rosa Montero, es “La loca de la casa”.
Manuel Obregón S.
Masatepe, 5-08-10
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