El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 29 de agosto de 2010

Me quema la palabra

ARDE NICARAGUA

Luis Rocha

Arde Nicaragua y son Daniel Ortega y sus vándalos quienes la están incendiando. Las imágenes hablan por sí solas. Arde Nicaragua cuando inicio ésta nueva columna huérfana de medio escrito, pero más viva que nunca en su fuego interno. Porque hay dos clases de fuegos: el fuego de los cobardes que destruyen, y el fuego que se lleva en el alma para construir la libertad y de incluso resurgir de las cenizas. Escrito está que al dar por finalizada mis “Pláticas de caminantes” y comenzar a publicar “Me queda la palabra” el 9 de julio del 2009, una semana antes había explicado que las palabras de los monárquicos están tan sucias como sus actos y suenan huecas por devaluadas. Las piaras de los caudillos pisotean la dignidad del país. ¡Nada de paralelas históricas! Necesitamos la valentía de ofrecer algo nuevo, en la forma que lo proclamó el poeta español Gabriel Celaya: “¡A la calle! Que ya es hora/ de pasearnos cuerpo a cuerpo/ y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.” Nos están convirtiendo en “viudos de la vida” (Pablo Neruda). Es la vida la que nos están robando para convertirnos en viudos. Eso escribí entonces y a partir de esa convicción mi columna buscó el alero de un poeta para encontrar su nombre y fue Blas de Otero con su poema “En el principio”, quien se lo dio: “Si abrí los ojos para ver el rostro/ puro y terrible de mi patria,/ si abrí los labios hasta desgarrármelos,/ me queda la palabra.”

Hoy Nicaragua arde más que nunca y la palabra –Verbo hecho carne- habita entre nosotros como una llama insurrecta que me recuerda las llamas de dos libros de Vidaluz Meneses: “Llama guardada”, pues primero el pudor y la formación ética, y “Llama en el aire” después, rebelde. Llamas para hacer frente a los pirómanos del apocalipsis: magistrados devenidos en adelantados de la muerte; los que con sus grotescas trompetas emiten fúnebres sones de fosas y péndulos y nos declaran viudos de la vida Son los Heraldos Negros de la impudicia y de la impunidad. Han llegado a preparar el camino de su dios hacia la perpetuación en el poder. Entre ellos, lenidad en todos; porras propietarios y solices suplentes; nicolasos del pasado al fin y al cabo. Nuestro Benito Mussolini, Daniel Ortega, tiene sus anunciadores en esos heraldos de la resurrección del pasado somocista. ¿Y qué anuncian sus trompetas sino es el fantasma, siempre sangriento, de la reelección?

Pero los heraldos del rey a la vez están pregonando que ellos van a las calles a defender sus prebendas. Sin rey, no hay tesoros, y ellos no son Alí Babá, pero si son más de cuarenta y manipulan al pueblo para esconder sus fechorías. Palo, incendios, destrozos y secuestros hay, cuando metódicamente se incinera la democracia. Si nos dejamos tendremos dictadura para rato con la reelección que no cesará. Lo que dicen estas pedradas y morterazos, es que aquí no hay Constitución o que existe y no existe según la voluntad del rey; lo que dicen es que no hay orden público ni seguridad pública o ciudadana, si son inconvenientes para el monarca, o si convenientes el desorden y el vandalismo cuando son “justa ira”. Ya lo hemos dicho: Ellos, maquiavelos, heraldos, cortesanos o lacayos, dependen irremediablemente del monarca, y el monarca de ellos. Es un círculo vicioso que conduce al país al caos y a la abolición de los valores cívicos. Una irracional carrera hacia el despeñadero. ¿Pero porqué los hemos de acompañar nosotros, y no al contrario sujetar y salvar al país? Ellos son fascistas y nosotros no. El cinismo se les sale por los poros, como cuando el Presidente de la Asamblea Nacional, impedido de actuar con total alevosía y ventaja, hace una apología de los delitos cometidos por sus turbas, diciendo que son “la justa ira del pueblo”. Es grotesco lo que dice y hace, pues no puede ignorar que en una primera etapa las dictaduras del mundo, sean de Rumanía, o sean los Mussolini de Italia, son capaces de llenar avenidas y plazas con esa “justa ira del pueblo”, traducida en ensordecedoras aclamaciones, o leales morterazos como hoy. No puede ignorar que la historia nos enseña que en una segunda etapa, esa “justa ira del pueblo” se vuelve verdadera y acaba por aplastar a todos aquellos quienes la falsificaron.

Arde Nicaragua. Los falsos profetas tienen aquí varios oficios simultáneos, que van desde magistrados hasta agitadores según las necesidades del monarca. Nosotros sólo tenemos necesidad de libertad; un derecho de primer orden. Nosotros también tenemos una llama guardada que ya debe salir al aire. Fuego de almas libérrimas contra los pirómanos de la ambición y la codicia. Fuegos de fuegos: el que purifica y el de la podredumbre calcinada. Arde Nicaragua y a mí me quema la palabra. El Verbo se hace carne dolorida dentro de mí y clama por justicia. No lo podré evitar aún muriendo por ella. La palabra que me queda, me quema.

luisrochaurtecho@yahoo.com

“Extremadura”, 22 de abril de 2010.

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