El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 17 de agosto de 2010

Mujica dice que, a veces, obras valen más que tratados

José “Pepe” Mujica lo siente mejor a Fernando Lugo de lo que esperaba, pero percibe una baja institucionalidad en Paraguay. Propone un gran puerto de mar profundo con Paraguay y Bolivia. Entiende que los gobiernos denominados de izquierda son de inclusión social y de desarrollo económico. Asume que Uruguay tiene una deuda histórica que no pudo nunca pagar por la Guerra Grande. Aquí, un adelantado de la vía uruguaya.
José “Pepe” Mujica. De guerrillero a presidente de su país, Uruguay.
Embutido en un saco de lana, de un tono jovial, afectuoso, el presidente de Uruguay nos atendió en la Embajada de su país en Asunción. Sus asistentes también parecen relajados y atentos.

Su médica personal nos cuenta que él está bien, que a sus 75 años este señor, que pasó por la guerrilla durante la dictadura uruguaya, por las prisiones y las persecuciones, come de todo, aunque anda con un poco de insomnio por las tareas propias de la presidencia.

–Cómo le va, presidente. ¿Un poco cansado...?

–Un poco cansado estoy, pero lo mejor es que estoy vivo. Es una pavada, pero... Risas.

–¿Cómo lo sintió a su colega Fernando Lugo...?

–Fenómeno. No le noté nada que en apariencia me tuviera que preocupar. Pensé que estaría más embromado...

–Tuvieron una conversación informal, privada, antes de las reuniones formales...

–Estuvimos charlando de los problemas que tenemos por delante. Le estuve explicando un poco cómo era la cosa en Uruguay, él me contaba las dificultades que tenía con el Parlamento... En fin...

–De ese tiempo de la asunción del mando presidencial, hace dos años, y esta nueva visita, ¿cómo ve al Presidente, el país y el proceso político...?

–Sé que Paraguay tiene una historia un tanto tortuosa. A veces le daría a uno la impresión de que su institucionalidad es siempre nueva, que el peso institucional en la cultura paraguaya está un poco relativizado...

Es la visión nuestra, a la distancia, con la información que nos llega. Naturalmente que nosotros expresamos una onda simpatía por el nuevo gobierno paraguayo, pero no podemos evitar encontrar enormes diferencias en cuanto al apalancamiento de carácter político y nos damos cuenta de que debe tener notorias dificultades. Por ejemplo, nosotros fuimos llevados por una coalición (el Frente Amplio) que está cercano a los 40 años, que no es un pacto electoral para pelear una elección, donde existen cosas muy diversas, pero ya con un largo oficio de caminar juntos y con partidos que en Uruguay están históricamente estructurados. Aun así siempre tenemos dificultades para poder gobernar

–¿Dos procesos muy distintos?

–Para nosotros, un país muy envejecido, muy institucionalizado como es el uruguayo, se nos produce una interrogante de cómo funciona la política paraguaya. Cuando nosotros vemos la movilidad que tienen los propios partidos, creemos que no es sencillo, menos para Lugo, que no viene con un partido vertebrado, todo se ha tenido que hacer sobre la marcha...

–¿Cómo le ven al país de interlocutor, desde esa historia y perspectiva de baja institucionalidad?

–Nosotros tenemos subjetivamente con Paraguay un enorme problema: la conciencia de una deuda histórica nunca pagada por lo que ha sido la historia de Paraguay. Nunca podemos olvidar que la Guerra de la Triple Alianza empezó en un conflicto civil en el Uruguay; fue en alguna medida la causa ocasional, no la causa de fondo (la causa de fondo es otra, es el desarrollo de Paraguay en la época). Pero, en alguna medida, nosotros, a la distancia, procuramos en esta coyuntura construir un conjunto de pequeñas actitudes que sean complementarias. Más que un tratado a tambor batiente, una carretera, un puerto, un cable pueden hacer mucho más que esas cosas tan sonoras que después se diluyen en el tiempo.

Vinimos a Paraguay para decir: “miren, ustedes tienen una zona franca y la están usando muy poco, y sería bueno que la usaran intensamente, porque siendo una zona franca, es una cabecera, una playa que tienen de salida al Atlántico; es de ustedes como país, no se olviden de eso”, y también a los bolivianos...

–¿Es una cuestión de actitud?

–Sí, con actitudes podemos construir otro montón de cosas... Sabemos que hay una represa por ahí que está produciendo energía eléctrica que prácticamente que no se usa, este... (Acaray) Nosotros podríamos convenir comprar si encontramos alguna forma de encontrar un paso con la República Argentina, sería totalmente posible, para nosotros sería un bien, para Paraguay aprovechar... No va a solucionar los problemas, no va a tocar el cielo con la mano, pero me parece que la actitud debe ser construir todo lo posible.

Así que estamos dispuestos a reflotar el Urupabol. El Uruguay es un país portuario. Nuestro sueño más importante es que un día en el Uruguay, en algún lugar de Rocha, se pueda hacer un puerto de aguas profundas que tenga en cuenta lo que será la navegación atlántica en pocos años.

Ese puerto no se justifica para el tamaño de Uruguay. Se justifica si es una propiedad de los gobiernos de la región y les sirve a todos.

–¿Qué debe ocurrir para que esta idea, así como el acueducto o la interconexión energética, no queden en el preámbulo?

–Yo pienso que lo urgente tiene un peso determinante en las cosas que hacemos y nos olvidamos de lo imprescindible, queda como pospuesto. Todos nosotros estamos tironeados por cosas más inmediatas. Las cosas inmediatas tienen gente atrás y la gente atrás es la que decide las elecciones y es la que vota. Esas cuestiones estratégicas en principio no tienen votos. Hacen a la vida futura de las sociedades, pero no tienen la urgencia de las masas. Eso es lo que nos pasa. Políticamente es comprensible, pero también habla de nuestras propias debilidades...

–Hay en este momento una corriente en buena parte de América Latina que busca restituir antiguos atributos del Estado, después de un proceso denominado neoliberal. ¿Usted lo ve así?

–Los estados tienen que ser paragolpes de los pobres y los luchadores por la equidad. Las economías contemporáneas demuestran que tienen capacidad por la vía empresarial de multiplicar la riqueza; sin embargo, paradojal, a veces se multiplica y crece la riqueza y, al mismo tiempo, la pobreza. Si los estados no tienen una actitud activa que te esté facilitando por un lado la creación de riqueza y, por otro lado, obligando al reparto, las diferencias se vuelven astronómicas. La economía por sí sola es ciega. Y las sociedades corren el riesgo de volverse inconvivibles. Al lado de cada gran metrópoli latinoamericana van surgiendo barriadas de gente que uno piensa, por momentos, que pertenecen a otra civilización. Son los desheredados, los castigados, que después por algún lado aparecen. La paz de la clase media está cuestionada por la existencia de esos sectores que a la hora de la verdad aparecen y piden su tajada. Creo que es mucho más racional prevenir y buscar mucha equidad en nuestras sociedades incluso para la vida de esas clases medias.

–Entonces, ¿estos son procesos políticos de inclusión para que no cunda una crisis mayor?

–Es la lucha por la inclusión que es el gran problema de hoy. Ojo, no es un problema nuestro... salvo, el modelo nórdico, luego es de todas nuestras sociedades...

–Stigliz había dicho que el desarrollo económico de nuestros países pasaba por gobiernos de izquierda, entendida por izquierda estas fuerzas emergentes. ¿Hoy el desarrollo pasa por un modelo marcadamente distinto al neoliberal...?

–Pienso que sí. Hay que reconocerle que como máquina de generar riqueza, de multiplicar los bienes materiales en una sociedad, el mercado ha demostrado de momento que es la cosa más eficiente que hay, pero caer en el panegírico de creer que el mercado lo arregla todo, es otra vez fanatismo. El atribuir características religiosas al mercado, con esa idea del derrame, del automatismo, ya está... Los hechos demuestran que no es así. Algunos se van muy para arriba y, entonces, yo creo que esta idea del Estado no encaja con la idea del Estado que teníamos hace 50 años.

Hemos también cambiado los de izquierda, propiciamos el desarrollo económico, y propiciamos porque lo necesitamos, porque si no hay desarrollo económico, no hay qué repartir.
15 de Agosto de 2010 22:19

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