El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 19 de agosto de 2010

El mal no tiene una buena cara

Andrés Pérez Baltodano

La semana pasada discutimos la lógica de las “dos caras de la moneda” que utilizó Neguib Eslaquit en su entrevista del 13 de Junio pasado, para explicar las razones que, según él, lo empujaron a adoptar una visión positiva del gobierno de Ortega. Dijo Eslaquit: No hay que ver solamente el lado malo de este gobierno sino también su cara buena. Yo dije: El mal no tiene una buena cara.

Respondiendo a mi crítica, uno de nuestros lectores escribió:

“Aunque muchos al igual que Andrés no estemos de acuerdo con el sistema que Daniel y la Chayo proponen me parece super sano también reconocer esos avances. El error histórico de muchos gobiernos electos e impuestos ha sido precisamente asumir sus verdades en el fanatismo y en la hipercrítica”.

¿Debemos reconocer las cosas buenas que hace el gobierno de Ortega? Por supuesto que sí; si por reconocer entendemos, evaluar positivamente cualquier cosa que éste haga para solucionar cualquiera de nuestros grandes problemas.

Yo reconozco que los objetivos oficiales de los programas sociales del gobierno no solamente son buenos sino que, como dije la semana pasada, deberían ser componentes centrales de la gestión de cualquier grupo que asuma la responsabilidad de orientar el destino de un país como el nuestro.

Yo puedo, sin embargo, tener una valoración positiva de programas como Hambre Cero y, al mismo tiempo, condenar al gobierno que los ejecuta. ¿Por qué? Porque lo bueno, como empezamos a discutir la semana pasada, no justifica lo malo; y porque, visto desde otro ángulo, los patrones para evaluar un programa como Hambre Cero, o Usura Cero, son diferentes a los que se deben usar para evaluar la calidad democrática de un gobierno.

Lo bueno y lo malo

Lo bueno no borra ni justifica lo malo; sobre todo cuando lo malo implica la violación de principios y normas que son esenciales para el desarrollo integral de una sociedad con aspiraciones democráticas, como decimos que es la nuestra. La justicia y la libertad son dos de estos principios. Ambos son necesarios y, por lo tanto, la defensa de uno de ellos no borra ni justifica el mal que encierra la negación del otro.

El mal, entonces, no tiene una “buena cara” y solo se solventa poniendo fin a las acciones que lo promueven y pagando por los daños causados. Así lo dicta el sentido común; así lo señala la doctrina cristiana; así lo establece la ley.

En este sentido, la lógica con la que evaluamos la calidad moral de una persona no es diferente a la que debemos usar para evaluar la moralidad democrática de un gobierno. El que roba no deja de ser un ladrón, aun cuando esta misma persona sea un fiel soldado de la Iglesia Católica, o un buen padre de familia. De igual forma, un gobierno corrupto no deja de ser ilegal, ilegitimo y despreciable, porque construyó 3 o trescientas escuelas, en La Concha de Eslaquit, o en cualquier otro lugar.

Es posible que el principio de lógica ética que usamos en esta evaluación no satisfaga a aquellos que prefieren usar criterios utilitarios. A ellos les pido, entonces, que se pregunten: ¿Cuántas escuelas se dejaron de construir y se siguen dejando de construir por la corrupción gubernamental, el fraude electoral y la inestabilidad de los últimos años?

Puedo entonces decir: El gobierno de Daniel Ortega debe rechazarse por corrupto y autoritario, independientemente de la pertinencia de sus programas sociales. De igual forma podemos señalar: El régimen de los Somoza fue autoritario y corrupto a pesar de que introdujo el seguro social y otros programas que beneficiaron a la clase trabajadora de nuestro país.

Recapitulemos: la calidad democrática de un gobierno no depende de una de sus caras porque el gobierno es toda “la moneda”; es decir, es un todo integral. Una moneda que solamente tiene una cara buena es una falsa moneda. Puedo, entonces, reconocer logros sociales en la experiencia de los gobiernos de Ortega, Somoza y hasta en el de Idi Amin y, al mismo tiempo, condenarlos por ser contrarios a la idea y al espíritu de la democracia.

Patrones de evaluación

Existe otra manera de explicar las razones por las cuales podemos reconocer la validez de los programas sociales del gobierno de Ortega, al mismo tiempo que condenamos el régimen que los promueve: los patrones de evaluación para medir la pertinencia y efectividad de un programa como Hambre Cero, para citar uno de estos programas, son cualitativamente diferentes a los que se deben usar para evaluar la calidad de un gobierno.

En su forma más básica, la evaluación de un programa como Hambre Cero puede hacerse estableciendo la forma en que las acciones que realiza el gobierno para eliminar el hambre, se acercan al objetivo que señala el nombre de este programa. La eliminación del hambre, entonces, es el objetivo y la medida de la calidad de este esfuerzo.

Apliquemos la misma lógica a nuestra evaluación del gobierno de Ortega ¿Cuáles deben ser los objetivos de un gobierno que se considera democrático?

La democracia es, repitamos, un sistema diseñado para crear y recrear un balance socialmente aceptado entre el principio y la práctica de la justicia, y el principio y la práctica de la libertad. La efectividad de este esfuerzo, entonces, va a ser la medida para evaluar la calidad democrática de un gobierno. Con esta medida se puede discutir y comparar, por ejemplo, las ventajas y desventajas del modelo de Estado de Bienestar europeo (o uruguayo) con las del modelo de bienestar descentralizado estadounidense (o chileno). Este debate --que llena bibliotecas enteras de artículos y libros-- parte de una premisa: la democracia depende de la posibilidad de ampliar tanto el ámbito de la justicia como el de la libertad.

Desdichadamente, para muchos nicaragüenses que viven en la miseria, la cancelación de la democracia no es un problema vital. Lo vital, para el que tiene hambre, es comer.

La cancelación de la democracia tampoco parece ser un problema para muchos de los ricos y medio-ricos de nuestro país que hoy coquetean y colaboran con Ortega para asegurar sus privilegios.

Por su pobreza, entonces, muchos están dispuestos a aceptar la falsificación de la democracia que ofrece Ortega. Otros, por su egoísmo y estupidez, están dispuestos a taparse la nariz y aceptar la consolidación de una nueva dictadura. En medio de todo esto, Montealegre y sus socios (los impúdicos y los vergonzantes), proponen la genial idea de que para salir de este atolladero, regresemos a la conocida versión nica de la democracia neoliberal que, por ser ciega y sorda frente al problema de la justicia social, nos llevó al chiquero político en que nos encontramos.

Para concluir: no superaremos la polarización social y el atraso que provoca la polarización, mientras no surja un movimiento que, apoyado en una visión ética y en un nuevo discurso, esté dispuesto a enfrentar, de frente, el reto que significa armonizar la justicia y la libertad en nuestro país.

El siglo XXI le pertenece a la Generación XXI y será el siglo de Nicaragua si ustedes aceptan este reto. A mi generación, la del siglo XX, solamente nos queda apoyarlos desde la retaguardia y decir: Amén.

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