El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 1 de agosto de 2010

Desempleo en E. U. y origen del desastre causado por BP

Alexander Cockburn


El hombre que se apoderó de la Casa Blanca fomentando un estado de ánimo de expectativas irracionales enfrenta ahora el precio amargo cobrado por la
realidad. La realidad es que no puede haber un "buen" presidente de EE.UU.
Es imposible jugar con esas cartas. Obama está cerca del fin.

El primer presidente negro de la nación prometió cambio en el momento
preciso en el cual ni un solo hombre, aunque estuviera dotado de los poderes
comunicativos de Franklin Roosevelt, de la maestría política de Lyndon
Johnson o de la descarada agilidad de Bill Clinton, podría cambiar la
corriente que ha estado llevando a EE.UU. al desastre durante 30 años.

Este verano numerosos estadounidenses están atemorizados. Más de 100.000 se declaran en bancarrota cada mes. Tres millones de propietarios de casas enfrentan la ejecución hipotecaria este año. Hay que agregarlos a los 2,8 millones que la sufrieron en 2009, el primer año en el poder de Obama. Casi siete millones estuvieron sin trabajo el año pasado durante seis meses o
más. Si se suma la gente que ha renunciado a la busca de trabajo, o los que
tienen trabajo parcial, el total se acerca a los 20 millones.

La gente atemorizada es irracional. También lo son los racistas. Obama es
objetivo de acusaciones demenciales. Un porcentaje considerable de
estadounidenses cree que es socialista -una acusación tan ridícula como
acusar al Arzobispo de Canterbury de ser un druida encubierto. Obama
reverencia al sistema capitalista. Admira a los súper-depredadores de Wall
Street que inundaron el tesoro de su campaña con millones de dólares. La
horrenda catástrofe del Golfo de México provino directamente de la luz verde
que él y su secretario del interior, Ken Salazar, dieron a BP.

No es culpa de Obama que durante 30 años la política de EE.UU. -bajo Reagan, los dos Bush y Bill Clinton- haya sido exportar permanentemente puestos de trabajo al Tercer Mundo. Los puestos de trabajo que los estadounidenses buscan ahora desesperadamente ya no están aquí, en su patria, y no volverána estar. Están en China, Taiwán, Vietnam, India e Indonesia.

Ningún programa de estímulo, ni la entrega de dinero a contratistas del
cemento para que arreglen baches en el sistema federal interestatal de
carreteras, van a lograr que vuelvan esos puestos de trabajo. Trabajadores
herramentistas altamente capacitados, los aristócratas del sector
manufacturero, están asando hamburguesas -en el mejor de los casos- por 7,50 dólares por hora porque las corporaciones de EE.UU. enviaron sus puestos de trabajo a Guangzhou, con la aprobación de políticos del lobby del "libre comercio" cargados de dinero.

No es culpa de Obama que durante 30 años más y más dinero haya flotado a la punta de la pirámide social hasta que EE.UU. está volviendo a donde estaba en los años 80 del Siglo XIX, una nación de vagabundos y millonarios. No es culpa suya que cada ventaja tributaria, cada regulación, cada decisión
judicial se orienten hacia las empresas y los ricos. El EE.UU. neoliberal
fue conjurado con maligna vitalidad a mediados de los años setenta.

Pero es culpa de Obama que no lo haya comprendido que siempre, desde el
primer momento, halagó a los estadounidenses con apologías a su grandeza,
sin advertir adecuadamente sobre la corrupción política y corporativa que
estaba destruyendo EE.UU. y la resistencia que enfrentaría si luchara
realmente contra las componendas prevalecientes que estaban destruyendo
EE.UU. Les ofreció un viaje gratuito y fácil hacia un futuro mejor, y ahora
ven que era una promesa vacía.

También es culpa de Obama que, como comunicador, no pueda movilizar e
inspirar a la nación alejándola de sus temores. Desde sus primeros años
aprendió a no ser excitable, a no ser un hombre negro airado que pudiera
alarmar a sus amigos blancos en Harvard y a sus posteriores benefactores
corporativos. El autocontrol fue su pasaporte para los guardianes del
sistema, desesperados por encontrar un líder simbólico que restaurara la
credibilidad de EE.UU. en el mundo después de los desastres de la era de
Bush. Es demasiado distante.

De modo que ahora los estadounidenses han perdido confianza en él en
cantidades crecientes. Por primera vez las evaluaciones negativas en los
sondeos sobrepasan las positivas. Ya no cuenta con confianza. Su apoyo baja
a un 40%. La maleabilidad que le permitió adular al mismo tiempo a los
mandamases corporativos y a los obreros parece ahora el más insulso
oportunismo. La promesa casual en la campaña de eliminar a al-Qaida en
Afganistán se convierte ahora en una desastrosa campaña vista con
consternación por la mayoría de los estadounidenses.

Los sondeos auguran el desastre. Ahora parece que es posible que los
republicanos puedan no sólo recapturar la Cámara sino, concebiblemente,
también el Senado. El humor público es tan contrario que aunque los sondeos muestran que los votantes piensan que es posible que los demócratas tengan mejores soluciones para la economía que los republicanos, votarán contra los demócratas en ejercicio en las elecciones a mitad de período en el otoño próximo. Simplemente quieren echar a los holgazanes.

Obama ha buscado a Bill Clinton para que lo aconseje en esta hora
desesperada. Si Clinton es franco, recordará a Obama que sus propias
esperanzas de un primer período progresista fueron destruidas por el fracaso
de su reforma del sistema de salud en la primavera de 1993. Al llegar agosto
de ese año, importó a un republicano, David Gergen, para que dirigiera la
Casa Blanca.

Obama tuvo su oportunidad el año pasado, cuando habría podido convertir los puestos de trabajo y la reforma financiera en sus objetivos primordiales. Es lo que esperaban los estadounidenses. En vez de ello, hipnotizado por
consejeros económicos que eran engendros de los bancos , se lanzó al Mar de los Sargazos de la "reforma del sistema de salud", desperdició la mayor
parte de un año, y terminó con algo que no satisface a nadie.

¿Qué puede salvar ahora a Obama? Cuesta identificar una esperanza a la que
se pueda aferrar. Es demasiado pronto para decirlo, pero como dijo Janet
Leigh a Orson Welles en Sed de Mal: "se te acabó el futuro".


Alexander Cockburn. Periodista, co-director del bimensual CounterPunch y del
sitio internet homónimo ( <http://www.counterpunch.org/>
www.counterpunch.org).

Fuente: <http://www.counterpunch.org/cockburn07162010.html>

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