Ante
la actitud oficial de Colombia.
Cuando
en las elecciones del año 2000 Estados Unidos pasó sin presidente electo un
número inusual de días para su sistema democrático, Albert Gore, el candidato del
partido Demócrata, pronunció las palabras situadas en el encabezado de este
escrito y añadió: “George W Bush, es el presidente electo de los Estados Unidos de
América.”
Parodiando
al ex vicepresidente Gore, ahora nos toca a nosotros pronunciar esas palabras
independientemente de quien sea el Presidente de Nicaragua.
Lo
que los partidos políticos de oposición no pudieron hacer posible por sus
actitudes egoístas, Colombia lo está logrando con su obstinada e irracional
actitud de país de salvajes.
En
contra de todo lo que se pudo pensar, el país del mejor escritor contemporáneo
de habla hispana, Gabriel García Márquez, le está poniendo los triunfos en la
mano al Presidente Daniel Ortega Saavedra, incapaz hasta hace dos días de
lograr el respeto y el reconocimiento del pueblo nicaragüense, para lograr la
unidad nacional alrededor de la bandera azul y blanco que representa a la
patria de Darío, de Sandino y de los tiburones de agua dulce del Gran lago
Cocibolca.
Álvaro
Uribe Vélez, que antecedió a Juan Manuel Santos en la presidencia de Colombia y
que se retiró, después de dos exitosos mandatos, con el 80% de aceptación
popular, considerado el padrino del Presidente Santos, llamó a la nación
colombiana al desacato del fallo de la Corte Internacional de Justicia, viene a
convertir lo que pudo haber sido una pataleta del Presidente Santos, en una
real querella internacional en la que el denominador principal no es la razón
sino la fuerza militar de los contendientes. Uribe Vélez y su espaldarazo al
Presidente Santos pone a Colombia al borde de la delincuencia diplomática y a
Nicaragua como la cenicienta del caso a la que el mundo tiene que apoyar.
Uribe
Vélez, que nunca aprobó la política del Presidente Santos con las FARC y menos
las pláticas de paz en la Habana, introduce el conflicto del mar Caribe en las
pláticas de la Habana, porque tanto las FARC, como el Gobierno del Presidente
Ortega, son protegidos y compinches de Fidel Castro y por ese lado Colombia le puede
ceder derechos a las FARC a cambio de modificaciones del fallo de La Haya de
parte de Nicaragua a favor de los caprichos de Colombia. Por eso los
nicaragüenses no debemos permitir que el Presidente Ortega se siente a negociar
nuestra victoria con Colombia, aunque el precio de esa obediencia pueda ser algo
que tanto ha deseado el Presidente Ortega: La legitimación de su presidencia de
parte del pueblo opositor de Nicaragua.
Por
apoyar la dignidad nacional, ponemos en peligro de extinción la lucha por la
dignidad ciudadana, porque como dice Gore, primero Dios, después la Patria y
por último el Partido, lo que es igual al partidarismo, lo que es igual al cese
de la lucha por la democracia, porque primero la Patria y después todo lo
demás.
El
Presidente Ortega encabeza una dictadura, es un presidente inconstitucional, no
respeta la Constitución de la República, ni la voluntad popular expresada a
través del voto, pero para efectos del caso, es el Presidente de Nicaragua.
Jorge
J Cuadra V
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