El
fascismo se apoderó de toda Europa e hizo su agosto especialmente en Rumanía, en donde Virgil
Georgiu, sacerdote católico y filósofo, sintió que había llegado la hora del
destierro, del cautiverio, del martirio
y de la muerte para los habitantes del país de los Cárpatos. La hora
veinticinco. Los conejos blancos del laboratorio de la existencia empezaban a morir, a cómo iban a morir ellos
en el holocausto que se aproximaba y que iba a teñir de rojo las aguas del
Danubio. Esta vez no hubo cruz pintada con la sangre del cordero para indicarle
al ángel exterminador que pasara de largo. Los rumanos considerados liberales,
fueron a dar a los mismos campos de concentración en donde el pueblo escogido
fue exterminado con gas y fuego.
Salvando
las diferencias, a los nicaragüenses nos llegó la hora veinticinco, porque están
siendo exterminadas las conciencias de los hombres y de las mujeres de la
nación marchita y mustia del Gueguense.
La
voz de los que predicamos la disolución de los partidos políticos y el cambio
radical de la forma de hacer política como únicos medios para lograr el renacer
de la nación de Darío, somos como los Bautistas de la nueva patria con el
mensaje de la sobrevivencia para el pueblo que escuche.
Por
qué esta noche es más especial que todas las noches, le pregunta el nieto al
abuelo, mientras este parte con sus manos curtidas el pan ácimo rodeado de toda
la familia. Porque el ángel de la muerte ha venido a liberar al pueblo de
Israel del yugo esclavizador del Faraón, contesta el abuelo, con la
satisfacción pintada en su rostro por la promesa largamente esperada y esa
noche cumplida.
Nosotros
vamos a tener esa noche largamente esperada, cuando el Dios de las naciones
haga realidad la liberación soñada por todos los mártires que han entregado sus
vidas a lo largo de nuestra agitada y violenta historia repleta de dictadores
sanguinarios. Pero primero tenemos que pasar por el sacrificio, por el dolor,
por el terror superado de todo el pueblo, guiado por líderes auténticos que no
le temen ni a la cárcel, ni a la muerte. Por líderes surgidos del pueblo, no
por componendas, sino por aclamación espontánea, con la disposición para servir
y no para servirse del pueblo para sus intereses personales. El pueblo de
Israel fue guiado por Moisés en su camino hacia la tierra prometida, lo mismo
que el pueblo de Nicaragua será guiado por nuestro Moisés hacia la república
prometida.
La
búsqueda de ese guía y de las condiciones de nación que hagan posible su
aparición, debe ser nuestra única prioridad inmediatamente después del fraude
electoral del próximo domingo. No podemos seguir perdiendo el tiempo escuchando
a falsos líderes que colaboran con las dictaduras para que el país no progrese
y sus bolsillos se llenen de monedas de plata, cual Judas irredentos inmunes al
remordimiento de la traición al pueblo.
Aunque
permanezcamos cuarenta años vagando por el desierto purificador, es necesaria
la desaparición total de los contaminados por la ambición política, para
construir nuestra tierra prometida.
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