Rembrandt, el maestro holandés del Siglo de Oro, fue también un grabador de altura que ejecutó 315 planchas de cobre con dibujos entre 1625 y 1665. Sin embargo, la mitad de las copias que ahora se conservan en las colecciones internacionales no las hizo él. A esta conclusión han llegado Erik Hinterding y Jaco Rutgers, conservadores del Rijksmuseum de Amsterdam, que guarda gran parte de la obra gráfica del artista. Después de estudiar a fondo unos 18.000 grabados salidos de las matrices de metal fabricadas por Rembrandt, ambos expertos sostienen que buena parte ni siquiera fueron impresas en su taller. Tampoco durante su vida ni bajo su supervisión.
“Se realizaron tras su muerte por otras manos que consiguieron las planchas, ya gastadas, y puede trazarse una línea clara entre lo que hizo el pintor y los demás productos”, aseguran. El hallazgo se ha hecho público durante la presentación de la muestra Rembrandt al descubierto, organizada por el museo y que reúne 36 grabados. La sala posee 1.300 copias y 314 de las 315 impresiones originales.
Rembrandt trabajó sin parar durante toda su vida por dos motivos: para atender una enorme demanda y porque su ritmo de vida era frenético y necesitaba dinero. Sobre la autoría de las telas se ha estudiado durante 42 años en el marco del denominado Proyecto Rembrandt. Esta investigación ha aceptado su firma en 240 obras y tiene dudas de otras 162. Quedan por catalogar aún 80 lienzos.
Los grabados, de los que el pintor holandés fue pionero y que le sacaron de algunos apuros, dada su popularidad, no se habían estudiado tanto. Hinterding y Rutgers han observado la procedencia del papel (Rembrandt lo usaba japonés, una rareza en su época), y los efectos que lograba con los punzones y la tinta. “Ninguna de las copias posteriores que no son suyas presenta el mismo papel. La calidad de las efectuadas a finales del siglo XVIII es también inferior. Las planchas estaban gastadas y se venden como si fueran de entonces, pero no le hacen justicia”, dicen.
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