La
principal razón que esgrimen los que no estuvieron de acuerdo con mí escrito
sobre la tímida visita del papa a Cuba, es que el papa es un funcionario de
estado y como tal, tiene que tratar los problemas importantes de los países que
visita con gran cautela. A mí me basta recordar al papa Juan Pablo II que lo
que menos tenía era ser tímido y no se comportaba como funcionario de estado. A
los pocos días de ser envestido como Sumo Pontífice, se dirigió a Polonia a
desafiar el poder de los soviéticos, Su presencia fue tan arrolladora que
afligió al mismo Jaruzelski, poderoso presidente del gobierno pro soviético de
Polonia. Juan Pablo II llevó un mensaje de esperanza y de solidaridad, no solo
simbólicamente hablando sino realmente hablando porque el apoyo que le dio
abiertamente al partido, clandestino hasta ese momento, Solidaridad liderado
por Lech Walesa, fue clave para la liberación de Polonia. La gran noticia
después del viaje de Karol Wojtyla a Polonia, fue la futura presidencia de
Walesa y la caída del comunismo.
Es
lo que se esperaba que hiciera el papa alemán, Joseph Ratzinger, que como
alemán, le tocaba ir a Berlín a pedir perdón por todas las atrocidades que
cometió Adolf Hitler al frente del partido nazi.
O
sea que el papa, aunque sea jefe de estado, es primero y ante todo representante
de Dios en la tierra y como tal, tiene que estar al lado de la verdad y la
justicia.
Después
de conocer la gran noticia que llegó de Cuba tras la visita de Benedicto XVI,
es imposible no asombrarse de la ligereza de ese viaje. ¿Cómo es posible que
sea considerado un gran logro el hecho de que en Cuba el viernes santo ahora va
a ser feriado gracias a esa visita? Es como de burla y los cubanos tienen que
sentirse burlados y decepcionados ante semejante “logro.”
Ahora
más que nunca podemos afirmar que el viaje del papa a Cuba tenía como único
propósito afianzar la posición de la iglesia católica cubana, no para fustigar
al régimen de los Castro, sino para convivir con ellos en sana paz sin importar
la perversidad de los dirigentes del país.
Cuba
no es un país católico. De los once millones de habitantes que tiene, solo el
diez por ciento profesan la fe del papa, no por devoción, sino por tradición,
para no perder los valores religiosos de antaño que imperaban en la perla del
Caribe, Ese millón de católicos que han sobrevivido a la represión comunista,
han vivido como en las catacumbas, sin culto externo y quizás como una muestra
de apertura religiosa del ex alumno de los jesuitas.
¿Y
la libertad y la justicia y los presos políticos y las damas de blanco, no
existen en ese infierno castrista? Si existen, pero para Benedicto XVI son
cosas de estado que no puede tocar. Si así hubiera pensado su predecesor,
Jaruzelski todavía sería presidente de Polonia y Walesa nunca hubiera llegado a
la presidencia del país de la Madona Negra, la Virgen de Czestochowa.
Jorge
J Cuadra V
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