El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 23 de abril de 2012

El síndrome del vulgareo


Pocos países sufren la enfermedad del vulgareo con la intensidad con que la sufrimos en Nicaragua. La palabra “vulgareo” es un nicaragüismo que significa “ridiculizar”. Se usa para hacer referencia a la guasa que hacemos o podemos hacer de personas o cosas. En este sentido, es posible hacer uso del término “vulgareo” para caracterizar la transformación de la Semana Santa en la “Semana Zángana”, a la que hace referencia Humberto Belli en un artículo reciente (La Prensa, 02/04/12).
El vulgareo es una acción que casi siempre se orienta a desfigurar la realidad. Así, como lo muestra el caso de la Semana Santa, constituye un acto de devaluación, falsificación y desnaturalización de la persona o cosa vulgareada.
“Aquí el corcho se hunde y el plomo flota” decimos satisfechos cuando hacemos referencia a nuestra capacidad para enredar y vulgarear el sentido de los hechos, los símbolos, los códigos éticos  y las personas que podrían servirnos para elevarnos por encima de nuestra miseria material y moral. Preferimos, desdichadamente, rebajar el sentido de todo aquello que se coloca por encima de nosotros, para nivelar nuestra relación con el mundo que nos rodea.
Quiero hacer referencia a una reciente y extraordinaria muestra de nuestro gusto por el vulgareo. Me refiero al irrespeto a la ética y los estándares periodísticos que revelan dos artículos escritos recientemente por León Núñez, Director de El Nuevo Diario.
En el primero de estos artículos –publicado el 20 de Marzo con el título Tanto Monta, Monta tanto, Rosario como Daniel– Núñez hace uso de la sátira –su fuerte–para comparar la relación de los Reyes Católicos de España con la de Rosario Murillo y Daniel Ortega. En su escrito, Núñez asevera que Germania de Foix, sobrina de Luis XII de Francia tuvo una relación amorosa con Iñigo de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, y que, como resultado de esta relación, dice Núñez, “nació un  niño igualito al mentado Iñigo, llamado Juan de Aragón, heredero de los reinos de Aragón, Nápoles y Cicilia”.
En un artículo posterior, publicado el 23 de Marzo bajo el título Citando una fuente sobre Ignacio de Loyola, Núñez revela que algunas personas lo contactaron para exigirle que revelara las fuentes que apoyan su aseveración sobre la paternidad de Loyola. Núñez respondió a sus críticos con estas palabras: “Puedo citar a muchos autores, pero solo voy a referirme, en lo pertinente, a Antonio Gala en su obra El pedestal de las estatuas, Editorial Planeta, S.A, 2007, novena edición, páginas 113 y 114.”
Núñez no dice nada sobre la naturaleza del libro citado. No revela a sus lectores que El pedestal de las estatuas es una novela y, más concretamente, una novela histórica en la que se mezcla la fantasía con la realidad.
Núñez , por lo tanto, evade su responsabilidad periodística y opta por vulgarear las normas que rigen su nueva profesión. Estas normas se expresan, por ejemplo, en el Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO que dice: “La tarea primordial del periodista es proporcionar una información verídica y auténtica con la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado, manifestando sus relaciones esenciales -sin que ello entrañe distorsiones-, y empleando toda la capacidad creativa del profesional a fin de que el público reciba un material apropiado que le permita formarse una imagen precisa y coherente del mundo, donde el origen, naturaleza y esencia de los acontecimientos, procesos y situaciones sean comprendidos de la manera más objetiva posible.”
El código de la UNESCO  se aplica al periodismo satírico que practica Núñez. Este tipo de periodismo, como lo señala una tipología de estilos periodísticos que pueden consultar en la Internet, “presenta hechos ficticios como noticias, dando siempre claves para identificarlos como textos ficcionales cuyo objetivo es evidenciar una realidad a través de la exageración, el absurdo o laparodia” (http://www.ecured.cu). Núñez, en otras palabras, estaba obligado a revelar que el libro que cita como una referencia para su artículo del 20 de marzo es una novela.
La sátira tiene, sin lugar a dudas, un lugar en el periodismo y en la literatura pero no al precio de borrar la vital diferencia entre el dato histórico y la invención novelística; entre los hechos y la posibilidad de los hechos; entre la fantasía y la realidad. El reconocimiento de esta diferencia es fundamental en la búsqueda de la verdad y en la promoción de una cultura social fundamentada en el respeto por la misma. Muchas veces se trata de diferencias leves y sutiles que, para ser reconocidas, demandan la capacidad de matizar el sentido de las cosas. Hablo de matizar en su acepción original; la que se usa en los campos de la pintura, la música, la literatura y la filosofía. Hablo, entonces, dematizar en el sentido que se expresa en la definición de la Real Academia Española (RAE): “graduar con delicadeza sonidos o expresiones conceptuales”. Nosotros los nicaragüenses hemos vulgareado este importante concepto y, al hacerlo, nos hemos hundido más en la confusión en que vivimos. Ahora la RAE lo registra como un nicaragüismo que significa “embromar”.
Quiero aclarar que no es mi objetivo defender a Ignacio de Loyola. Iñigo no necesita de mi defensa. Tampoco me interesa debatir si Ignacio tuvo o no tuvo un hijo (o cien). Algunos historiadores señalan lo de su paternidad como una posibilidad. Ningún historiador serio, sin embargo, se atrevería a decir, con la seguridad con que lo hace Núñez después de leer una novela, que la sobrina de Luis XII tuvo un hijo con Ignacio de Loyola que era “igualito al mentado Iñigo”.
Quiero también señalar que he esperado, durante más de dos semanas para escribir esta nota. Durante este tiempo he abierto diariamente El Nuevo Diario con la esperanza de encontrar una nota de disculpas firmada por León Núñez; una nota de disculpa por haber vulgareado y devaluado los estándares periodísticos en nuestro país; una nota de disculpas por acercar El Nuevo Diario a los estándares de La Cámara Matizona. Todo por el gusto de mostrar su poder en el costoso y patético  “arte” del vulgareo.

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