“Todavía no he encontrado una sola persona pobre que no desee la dignidad de un empleo”, dijo Ngozi Okongo-Iweala al salir de una larga entrevista con el Directorio del Banco Mundial, el pasado lunes.
Okongo-Iweala, una mujer nigeriana de sólida formación profesional y amplia experiencia económica y financiera gubernamental e internacional, es una fuerte candidata -según la importante revista The Economist, es el candidato más calificado para el puesto- a la Presidencia del Banco Mundial. Fue criada por su abuela, en un pequeñísimo poblado rural de Nigeria, África, en medio de gran pobreza, y ha logrado levantarse, por su capacidad y esfuerzo, y las oportunidades de estudio que tuvo y aprovechó, a las más altas posiciones. Es una exitosa Ministra de Finanzas de su país, y ocupó un alto cargo gerencial en el Banco Mundial.
Con su expresión, Okongo-Iweala daba en la cabeza de varios clavos.
Ante los severos problemas de desempleo que azotan a varios países desarrollados -España, con una de cada cuatro personas desempleadas, es el caso más emblemático- y que permanentemente han asolado a los países en desarrollo, con grandes proporciones de población en pobreza, definía lo que obviamente debe ser la prioridad del próximo Presidente del Banco Mundial: ayudar efectivamente al crecimiento, para que haya más y más población empleada.
En segundo lugar, la destacada africana enfatizaba que solamente creando empleos, y empleos de calidad, se puede salir de manera permanente de la pobreza. Implícita la crítica al asistencialismo, que puede dar de comer hoy para volver a la pobreza mañana. Ya es legendaria la expresión que se debe enseñar a pescar, en vez de regalar un pescado.
Y finalmente, Okongo-Iweala, seguramente pensando en su propia experiencia, habló de la dignidad del empleo. Implícita desde luego, la crítica ética al oportunismo de la politiquería demagógica.
A la dignidad del empleo, yo agregaría, sin que sea ninguna novedad, la necesidad del mismo, para crecer y salir estructural y permanentemente de la pobreza. Y en la historia personal de Okongo-Iweala hay otra lección, trillada si se quiere, pero que viene al caso de Nicaragua por recientes informaciones. Ella tuvo la oportunidad de educarse, la aprovechó y salió adelante. Si toda la población de un país tuviese la misma historia, el país saldría adelante.
El desvío de la atención hacia las actividades de la recién pasada Semana Santa, hizo pasar relativamente desapercibida una dramáticamente negativa noticia: la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), en su publicación “Centroamérica en cifras”, indica que casi uno de cada tres nicaragüenses es analfabeta. ¿Dónde está el país libre de analfabetismo que hace apenas tres años proclamó demagógicamente el gobierno Orteguista?
Si a los analfabetos sumamos los que no terminan la primaria, o la secundaria, y además han recibido una mala educación porque los maestros y profesores no son estimulados profesional y económicamente, no tendremos en Nicaragua muchas historias de éxito personal, como la de esa digna nigeriana, que de la mayor pobreza se ha alzado a una luminosa figuración internacional. Porque tuvo la oportunidad de educarse, y la aprovechó. Así de sencillo.
Más caro el caldo que los frijoles
Si de politiquería demagógica del gobierno de Ortega se trata, ni la Semana Santa que recién terminó se salvó.
En una decisión de dudosa legalidad, como casi todo lo que el gobierno de Ortega hace, pues viola abiertamente la autonomía municipal, se ordenó, y a la vez se encargó a la policía que vigilara el cumplimiento de tal orden, que ninguna alcaldía podía cobrar por el acceso a balnearios, ya fueran marinos, lacustres o ribereños.
El carácter demagógico de semejante orden es obvio. Los vacacionistas habrán, al principio, recibido con satisfacción la orden. Y no faltarán quienes digan haber medido, a través de encuestas, esa satisfacción.
Pero, ¿cuál fue la consecuencia real de la medida? Que las alcaldías a cargo de garantizar en los balnearios limpieza y seguridad, y a veces hasta de habilitar espacios especiales para el estacionamiento de buses y otros vehículos de transporte colectivo, así como otros servicios elementales, se quedaron sin recursos para dar a los vacacionistas esas facilidades. Vimos escenas, fotográficas y televisivas, de balnearios inundados de basura. Así, la celebración inicial de la medida demagógica se tornó en incomodidades, basura, y en no pocos casos enfermedades a causa de la carencia de esos servicios elementales. Habrá muchos vacacionistas que terminaron gastando en medicinas bastante más que lo ahorrado al principio, además de enfrentar incomodidades que pudieron haberse evitado.
Es decir, por culpa del gobierno de Ortega a muchos nicaragüenses, especialmente a los que fueron a balnearios populares, a cargo de alcaldías de muy limitados recursos, les salió más caro el caldo que los frijoles, como popularmente se dice.
Desde luego, no fue así el caso de balnearios con Alcaldías a quienes la demagógica decisión de Ortega, ni les enfriaba ni les calentaba, porque no siendo populares -como San Juan del Sur- prestar o no los servicios aludidos no depende de ocasionales ingresos, porque dependen más de la recaudación permanente de los propietarios y turistas de mayor ingreso que ahí vacacionan.
Conclusión: en el supuesto gobierno de los pobres, ¡los ricos son los privilegiados!
(Se autoriza y agradece su reproducción y circulación)
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