Onofre Guevara López
No por falta de buenos consejos y de benévolas
intenciones está ausente la transparencia política en el país, pues los
tenemos, y si se hubieran respetado, desde hace mucho tiempo habitaríamos en una
próspera y democrática nación. En nuestro triangular, pequeño y atrasado territorio,
el desequilibrio entre el desarrollo económico y la justicia social no depende solo
del bajo nivel que tiene el primero. En términos nada eufemísticos, depende del
carácter privado de los medios de producción –la tierra, principalmente— y la apropiación privada de los resultados del
trabajo social, lo cual crea relaciones sociales egoístas, expoliadoras, a
veces violentas.
Le llaman capitalismo, por cierto nada “único
y original”, sino común en todo el mundo “civilizado o salvaje”. De modo, que no
por escasez de buenas intenciones ni de sentimientos caritativos, “made in misa
dominical”, se produce el injusto sistema social con su correspondiente modelo
político estatal.
Pero no nos metamos a camisas teóricas de
once varas, estando tan escasos de telas que cortar en la realidad. En nuestra
historia, pese a no ser tan larga, tenemos ejemplos de vida y conducta muy
cercanos a nosotros en tiempo y espacio, pero los tenemos olvidados sin razón y
sin nada con qué justificar su olvido.
Augusto Calderón Sandino, es nuestro caracterizado
emblema de combatiente y patriota, del cual nos podemos nutrir con sus ejemplos,
tanto por lo que dijo, como por lo que hizo. En su patriótico afán por conquistar
la soberanía para los nicaragüenses y dotarlos de mística, dignidad y honestidad
política, nos dejó un sencillo y a la vez supremo ejemplo: el ciudadano no debe
cobrarle a la patria por sus servicios, y él renunció a poseer “ni un palmo de
tierra para su sepultura”.
¿Pero qué han hecho y hacen con su ejemplo
quienes desde el poder utilizan su nombre? No son pocos quienes no se acogieron
ni honraron su renuncia al palmo de tierra, pues ellos se tomaron todo lo que
pudieron medir –no con palmos— si no con otros medios para enriquecerse. Ahí
está un simple buen ejemplo de que no por falta ejemplos y consejos el país está
en situación política tan decadente. Y
si para los proclamados seguidores del héroe, su ejemplo no vale nada, ya
podemos imaginar lo que les vale a los otros.
Si el ejemplo del “palmo de tierra” no fuera
suficiente, el historiador alemán, Volker Wünderich, autor de “Sandino, una
biografía política”, nos reproduce otro: la crítica de Sandino a su propio
padre por obtener la bagatela de una franquicia, algo incomparable con lo que
ahora se toma del Estado para beneficios personales. Durante la cena con el
presidente Juan Bautista Sacasa, la noche de su asesinato, y hablando sobre los
abusos del poder, Sandino dijo:
“Aquí
tienen a don Gregorio que, sin ser empleado, goza de franquicias oficiales en
diversas esferas del servicio administrativo. Estas dádivas, generalizadas sin
ton ni son, suman cantidades que desequilibran el Presupuesto”. (Página 368,
citando a Pérez Valle).
¿Qué hubiese dicho Sandino de los negocios
millonarios, la posesión de grandes propiedades y de aviones particulares que funcionarios
públicos obtienen a costa del Estado –nada parecido a las pobres “franquicias”
de don Gregorio para viajar en el ferrocarril—? Está fuera de lógica tratar de
imaginarlo. Pero es inconcebible compaginar
la moral de Sandino con la indiferencia ante la falta de honradez
administrativa como la que existe ahora, 78 años después. ¡Y cómo podría imaginar
siquiera que tanta deshonestidad la harían amparados en su nombre!
Ya podemos calcular que si los buenos
consejos y ejemplos de Sandino han sido inútiles para los gobernantes, ¿cómo
será la suerte de las buenas intenciones del supuesto “diálogo” para la
concertación y la democratización? La de una frágil y “vana ilusión”. Y si para
los ambiciosos la historia no cuenta, ¿podrá
contar lo presente?
Tomemos en cuenta que si la Constitución
Política, el máximo acuerdo fundado en razones jurídicas, políticas e
institucionales, y un contrato social logrado por consenso no ha sido respetada
por Daniel Ortega, ¿cómo poder confiar en que respetará un acuerdo o pacto
político nacido de un “diálogo nacional” sobre el cual ni siquiera ha dicho una
palabra?
Muchas interrogantes sin respuestas positivas
que generan otras preguntas. Un clásico círculo vicioso, como el hecho de ir y
venir sobre la misma ruta de las evasiones: sin organización de la lucha
popular, no habrá quién responda por el cumplimiento de los ejemplos y consejos
de Sandino… ni de nadie.
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