¿Quién
de nosotros no ha asistido a un circo? Algunos, como el del recordado
“Firuliche,” pequeño, con payasos, con monos, sin fieras domesticadas, pero
grande por su esfuerzo de hacernos pasar un buen rato de humor y esparcimiento.
Las fieras domesticadas pertenecen a los grandes circos, algunos de los cuales,
nos visitan con frecuencia. En estos circos con trapecistas profesionales,
magos misteriosos, bailarinas bellas y diestras amazonas sobre corceles
blancos, hay también fieras domesticadas: los leones, los tigres, alguna que
otra vez un oso gris, con sus domadores armados de látigo y silla. Sin embargo,
lo que resalta en esas fieras encorraladas son sus ojos tristes, como añorando
su ferocidad de antaño, la libertad con que se desplazaban en las inmensidades
de la selva, su posición de padrote y jefe de la manada y sus salvajes cacerías
para alimentar a los que están bajo su mando.
Cuando
uno ve la ferocidad de un tigre suelto, cuesta comprender como pueden ser domesticados
a punta de latigazos. Parece que la libertad es el combustible de la fuerza de
sus garras y de su instinto natural para luchar y matar para comer.
Me
decía a mí mismo, en lo que se ha convertido Nicaragua y me respondo que en un
circo lleno de payasos, de monos, de loras y cada día con más fieras
domesticadas. Nicaragua es un circo de hombres lleno de payasos que hacen reír
al tirano; de monos que brincan alrededor del tirano; de loras que dicen lo que
el tirano les ordena y cada día con más pueblo domesticado por el tirano.
Ayer
fue el día de la tierra. Hubo un desfile de estudiantes de secundaria y en
lugar de llevar un arbolito para sembrarlo en la madre tierra, llevaban unos
parlantes haciendo propaganda política para el candidato a alcalde de dedo.
Abusos que comete el gobierno de facto de la República, con el propósito de
domesticar las mentes de los jóvenes con mensajes partidarios.
Doña
Rosario no descansa en su afán de adueñarse de vidas y haciendas nicaragüenses. Para ella el futuro de esta
nación es verla arrodillada ante sus majestades, Daniel y Rosario, haciendo lo
que ellos dicen, pensando lo que ellos quieren y en eterna adoración por las
bondades que de ellos reciben. Una nación postrada a base de cañonazos,
chantaje y amenazas, haciendo suya la frase del General Somoza: plata para los
amigos, palo para los indiferentes y plomo para los enemigos. La plata es la
misma; el palo es el mismo. Lo que ha cambiado es el plomo para los enemigos.
El de Somoza te mataba, el de Doña Rosario te aniquila en vida, sin necesidad
de gastar una sola bala.
Para
terminar, menciono a la fiera mayor, Victor Boitano Coleman. Ayer acusaba a
Ortega, al Ejército y a la Policía de inenarrables crímenes. Hoy acusa a
quienes la dictadura conyugal le ordena. Ya van dos: Jaime Arellano y José
Rizo. ¿Cuántos más le faltan? Los que diga Doña Rosario.
Jorge
J Cuadra V
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