Para el Dr. Alberto Sicilia
No tengo el honor de conocer al científico que protesta contra su rey, pero lo fui conociendo a través de su carta-queja sobre su país y su rey. A su regreso de Cambridge, dice que se encontró con un país irreconocible. A España, según él, la dejan fuera de los premios Nobel de ciencias y solo le dejan los premios de ciclismo, tenis y futbol, olvidándose de la literatura en la que algunos literatos españoles han salido premiados con el Nobel de Literatura, como José María Cela.
El Dr. Sicilia parece que se olvida que es un súbdito español que ha vivido toda su vida con la monarquía de los Borbón y últimamente bajo el reinado de Juan Carlos de Borbón y Parma, que es contra quien dirige su carta.
Después de relatar dos decepciones que se llevó al solo entrar a España y que yo no entendí bien, dice que al poco tiempo le llegó la decepción definitiva al comprobar que el jefe de estado, o sea Juan Carlos I, se va a cazar elefantes a Bostuana en medio de la crisis que castiga a España. Y es que el científico parece no comprender que los reyes tienen privilegios muy especiales y que los reyes no tienen nada que ver con los plebeyos. ¿Y por que esto? Porque el pueblo español, incluido él, así lo han permitido.
Critica que el rey se vaya de safari a cazar elefantes; se vaya de vacaciones en su jet privado, el cual hasta hace poco pilotaba él mismo y se opere en las mejores clínicas privadas de Europa.
¿Qué quiere el Dr. Sicilia, que Su Alteza Real se vaya de pesca a una playa proletaria; que Su Alteza Real se vaya de vacaciones en un tren común y corriente; que Su Alteza Real se opere en un hospital de clase media? Si esos privilegios de rey le molestan al Dr. Sicilia, se hubiera alzado contra el “stablishment” para tratar de componer lo malo, pero no lo ha hecho, lo cual deslegitima su carta protesta.
Cuando los franceses se cansaron de la realeza, hicieron una revolución y les cortaron las testas reales a Luis y María Antonieta; y cuando los rusos se cansaron de los zares, hicieron una revolución y fusilaron a Nicolás y Alejandra junto a todos sus hijos; y cuando los austríacos se decidieron a terminar con los Habsburgo, asesinaron al archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. No así Inglaterra, que pese a haber decapitado a Carlos II, sigue bajo el manto de la monarquía. Lo mismo España, que después de un millón de muertos en la guerra civil de 1936, con la que derrocaron al rey Alfonso XIII, tienen de nuevo un rey de linaje centenario, responsable en gran medida de la modernización de la España de Franco, fascista y austera.
Son los pueblos los que deciden el destino de sus naciones y si el monarca de la casa Borbón y Parma está en el trono, es porque así lo desea el pueblo, que ama y respeta a Juan Carlos y Sofía y que reconoce al Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y Grecia, como el legitimo heredero al trono de los reyes católicos, Fernando e Isabel.
La diferencia entre los reyes con el resto de los mortales, es que aquellos hacen casi lo que les da la gana por los privilegios que estos les permiten.
EL REY A MUERTO, VIVA EL REY
Jorge Cuadra V
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