Hugo J. Vélez Astacio
Administrador de Empresas
hugoveleza@yahoo.com
Rubén Darío príncipe de las letras es a estas
alturas un clásico de la literatura en la lengua Castellana. Poeta nicaragüense
de orden cosmopolita después que en vida hizo sentir su influencia como Jefe
indiscutible del Movimiento Modernista hispanoamericano al renovar la lengua en
español. “Todo lo renovó Darío”,
afirmó Jorge Luis Borges, y es que como bien lo dice don Carlos Tunnermann, “en todos los géneros que cultivó Rubén, fue
un gran maestro, un singular y excepcional maestro”.
A casi cien años de su fallecimiento, es considerado un ser inmortal como miembro del grupo sacrosanto
que hace escuchar su lira en un tono mayor al Señor de las Alturas. El afirmó,
en su Canto Errante: “Como hombre, he
vivido en lo cotidiano; como poeta, no he claudicado nunca, pues he tendido a
la eternidad”. En consecuencia como
humano su vida fue dramática, y sus múltiples biografías empezando por la él dictada,
al solo contar 45 años, como la escrita por don Edelberto Torres bajo un título
sugerente “La dramática vida de Rubén
Darío”, abordando en detalles valiosos, episodios de una vida tan intensa
como prolífica en obras que no solo permiten conocer sus dones y virtudes
creadoras, sino su alta responsabilidad con el significado de su trascendencia
como hombre de arte revolucionario, bajo la verdad, en que el “arte no es un conjunto de reglas, sino una
armonía de caprichos”.
Rubén Darío ha sido cuestionado, y críticos severos han
surgido a montón. En vida “Tanto en
Europa como en América se me ha atacado con singular y hermoso encarnizamiento.
Con el montón de piedras que me han arrojado, pudiera bien construirme un
rompeolas que retardase en lo posible la inevitable creciente del olvido”. Hace
unos años el literato y escritor Augusto Monterroso bajo un argumento
enmarañado de insostenible defensa, llevó su crítica, en correspondencia a su
personalidad y gusto por la diversidad sexual, a tildar a Rubén Darío como
miembro activo y militante. Tan absurdo resultó el escrito, que bien la piedra
lanzada era bofe o piedra poma. Y como de todo abunda en la viña del señor, no
siempre se pone oído a cualquiera; Darío en vida, así lo hizo por lo que se
limitó a: “Tan solamente he contestado a
la crítica tres veces, por la categoría de sus representantes…Por lo demás,
ellos se llamaban Max Nordau, Paul Croussac, Leopoldo Alas”.
Muchos artículos he leído sobre Darío, positivos en su
mayoría realzando la magnífica obra del Vate Rubén. Otros ha habido con miras a
ser detractores de Darío. En consideración al
espíritu de categorización del Poeta, me refiero al artículo recién publicado
en el END sábado 9 de junio, bajo la autoría del respetado maestro autodidacta
de don Manuel Aragón Buitrago, confesando que me hizo sobresaltar, al catalogarlo
de traidor. “Darío traiciona al doctor
Rafael Zaldívar” ¡Vaya título!
Darío fue un hombre bueno, generoso y también agradecido.
Su referencia para con el doctor Zaldívar es de un alto valor; veinte años
después de tener su acogida y atenciones en El Salvador, muy a pesar que para
entonces (veinte años después) el doctor Zaldívar era censurado como tiránico, la
referencia de Rubén es testimonio ante la historia de su bondad y
agradecimiento hacia su persona. Rubén Darío con valentía le tributó. “No debo sino alabanzas y agradecimientos”.
¡Darío vivió con la verdad! ¡Su vida en gran manera fueron sus escritos, sus
obras!. A los españoles les dijo: “He
probado mis simpatías, de manera que no admite el caso discusión. Pero por lo
mismo, no he de engañar a los españoles de América y a todos los que me lean”. Y
con esa verdad que le fue característico en él como fundamento de su vida
afirmó: “Ser sincero es ser potente”.
¡Rubén Darío nunca fue traidor!
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