No cabe duda que Carlos Fuentes ha sido uno de los más grandes intelectuales del siglo XX y de lo que va del XXI. Su obra literaria es uno de los mayores aportes a la lengua española, y sus novelas y relatos, La región más transparente, Las buenas conciencias, Zona sagrada, La muerte de Artemio Cruz, Gringo Viejo, Cambio de piel, Cristóbal Nonato, La frontera de cristal , y otros, forman parte de la historia de la narrativa universal.
Junto a la creación literaria, cabe, no obstante, destacar su obra de ensayo y su aporte a la interpretación de México y América Latina, lo que lo sitúa también como uno de los pensadores de nuestro continente, al lado de Octavio Paz y su prosa deslumbrante, y de la profundidad filosófica de Leopoldo Zea, ambos mexicanos, que pensaron su circunstancia a las luces de la cultura universal y la cultura universal desde la perspectiva y situación de América Latina y de su propio país.
Como ensayista Fuentes destaca, sobre todo, en Valiente mundo nuevo (épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana), Tiempo mexicano, y Espejo enterrado, pero también en La nueva novela hispanoamericana y en Geografía de la novela , desde donde reconstruye la idea de América Latina a partir de la palabra y la imaginación que brota de la realidad concreta pero que además es capaz de crear realidades desde la ficción y el anhelo.
Es así que en su libro La nueva novela hispanoamericana recorre los caminos construidos por Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, junto con él, figuras emblemáticas del “Boom”, y en Geografía de la novela se refiere tanto a los escritores latinoamericanos, Jorge Luis Borges, Juan Goytisolo, Augusto Roa Bastos, Héctor Aguilar Camín y Sergio Ramírez, de quien dice que “ha escrito la gran novela de Centro América”, en referencia, a Castigo divino , como a escritores de otros países y culturas entre los que estudia a Milán Kundera, Gyorgy Konrad, Julián Barnes, Artur Lundkvist, Italo Calvino y Salman Rushdie.
Pero es quizás en Espejo enterrado, Valiente Mundo Nuevo y Tiempo Mexicano, donde se encuentra la expresión más directa de su preocupación por la identidad de América Latina y en donde el ensayo adquiere su mayor profundidad.
En Espejo enterrado, habría que mencionar el análisis sobre la conquista y la reconquista del Nuevo Mundo; Hacia la Independencia: múltiples máscaras y aguas turbias; El precio de la libertad: Simón Bolívar y José de San Martín ; El tiempo de los tiranos; La cultura de la Independencia; Tierra y Libertad, entre los capítulos que conforman el consistente estudio de situaciones y circunstancias en las que se debate la historia y el destino de América Latina.
De Valiente Mundo Nuevo, si tuviese que escoger el núcleo principal del ensayo, me quedaría con Crisis y continuidad cultural; con sus estudios sobre Vico y la historia y sobre Bajtin y la novela y, particularmente, con sus reflexiones sobre Espacio y tiempo del Nuevo Mundo .
De Tiempo mexicano , excelente ensayo de la historia de México, me permitiría resaltar Radiografía de una década: 1953-1963; La historia como toma de poderes y La disyuntiva mexicana .
A través de sus textos de ensayo creo entrever un eje temático que describe la “continuidad cultural y la fragmentación política”, la dificultad de alcanzar la modernidad siendo “hijos de la Contrarreforma española, muralla contra la modernidad”, la que inevitablemente nos obliga a preguntarnos “¿cómo podemos ser modernos?”
Una modernidad entrampada en esos límites históricos y culturales, nos conduce, recuerda Fuentes, a lo que Antonio Caso llamaba, citando a Gabriel de Tarde, “la imitación extralógica”, la copia acrítica del modelo eurocéntrico, sin posibilidades verdaderas de una creación propia en que fundar nuestra identidad, ya que se trata de asumir el desafío que directamente se nos impone, pues la cultura, como decía José Ortega y Gasset, refiere de nuevo Carlos Fuentes, es “un conjunto de actitudes ante la vida”.
Pienso que en su línea de pensamiento es importante destacar su convicción de que “sólo el fortalecimiento de la democracia puede reunir cultura y política, cualquier nueva democracia tiene que proponerse un meta: el crecimiento con justicia”. Es por ello que un verdadero pacto de civilización debe sustentarse sobre políticas de justicia social, lo que exige la existencia de una sociedad civil fuerte.
Desde su reflexión nos hace ver que la dialéctica de la crisis americana ha sido la oscilación entre anarquía y dictadura, por lo que la creación de verdaderos estados nacionales, abiertos a la universalidad, es parte de la respuesta a la crisis latinoamericana, puesto que permitiría superar la permanente contradicción que se da entre “la fachada del país legal; y la injusticia del país real”. En esa ruptura entre ambas situaciones se instaló el hombre fuerte, el caudillo que ha ensombrecido las páginas de la historia política de los pueblos latinoamericanos. No obstante “entre ambos, país legal-país real, los escritores, artistas y pensadores de Iberoamérica han tratado de diseñar el rostro de la continuidad cultural”.
Es por ello que la palabra y la idea de los escritores e intelectuales de América Latina han construido el mundo que la realidad ha negado, y suplido el déficit que ha marcado la historia de nuestros pueblos. Para eso, nos dice, hay que imaginar y recordar. Imaginar el pasado y recordar el futuro.
Estimo que desde la perspectiva de Fuentes se puede deducir que el pensamiento debe ser una forma de la realidad y la realidad una forma del pensamiento, lo que significa que la idea siempre está referida a una circunstancia, aunque tenga una naturaleza universal, y siempre tiene una naturaleza universal, aunque provenga de una situación o circunstancia específica de tiempo y lugar. Esa circunstancia o situación, como diría Ortega y Gasset, produce la perspectiva cultural e histórica.
Llevar a la acción la idea y la cultura, permitiría superar lo que Carlos Fuentes ha llamado “la separación esquizoide del derecho y la práctica. Ante todo se trata de reconocernos a nosotros mismos en lo que ha sido y es nuestra cultura”. “El pacto de civilización, nos recuerda En valiente mundo nuevo, consiste en reconocer que somos un área policultural, dueña de una enorme variedad de tradiciones de donde escoger elementos para un nuevo modelo de desarrollo y sin razones para estar casados con una sóla solución. Nuestra cartelera no se limita a escoger entre los Chicagos Boys y los Marx brothers. Somos parte de las Américas que tienen viva una tradición indígena y una tradición medieval, agustiniana y tomista. La América española sí tuvo una civilización preeuropea y una cultura política medieval. El valor de la historia es su variedad concreta y no su uniformidad abstracta”.
Ahora que Carlos Fuentes se ha ido físicamente, nos quedan sus ideas y su palabra para seguir construyendo nuestra cultura “Indo-Afro-Iberoamericana”, como él la llamaba, nos queda también su novela y su ensayo, raíz y destino del ser y quehacer de nuestros pueblos, y el desafío que nos propone identificar lo vivo y palpitante de un tiempo que si bien nos revela —como él mismo expresa— que en buena parte es un árbol muerto, de sus ramas cuelgan, sin embargo, “los frutos sombríos y dorados de la palabra”.
Jurista, filósofo y escritor nicaragüense
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