El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 19 de junio de 2012

Pasado “recoleto” y presente “moderno”


Onofre Guevara López

La Nicaragua de mediados de los años treinta, había alcanzado la paz a costa de la sangre de Sandino, pero no el progreso. Sus  pueblos eran parecidos entre sí, pues eran estándar: calles de tierra, electricidad cero, caminos carreteros, mínimas formas sociales de diversión. Todos más cerca de la vida campestre que la de una ciudad. Como colonatos de una gran hacienda llamada Nicaragua.  
Las costumbres no excedían a su elemental desarrollo. En uno de esos pueblos –que podía ser en todos—, reinaba una cantina con billares y juegos de azar. Una victrola con su perrito grabado al pie del parlante “RCA Víctor” hacía oír raspada la voz de Carlos Gardel, en los discos de 78 revoluciones por minuto. Se vendía guaro “de patente”, así se decía, para diferenciarlo de la clandestina cususa. 
Chualemán, contracción de Jesús Alemán, era su feliz propietario. Otro juego adicional de su negocio era la rifa semanal de una cadenita de oro, la cual, invariablemente, se la sacaba Sinforosito, su hijo, quien, como toda la familia, tenía buena suerte. La clientela de Chualemán era cautiva de sus rifas, porque nadie quería perder el derecho a practicar los otros juegos, pese a que todos sabían cuál era la causa de la suerte de Sinforosito: la técnica y la experiencia del comité de rifa que integraba el resto de la familia.
Ningún cliente dejaba de apuntarse en la rifa para no perder el derecho a jugar, y correr el riesgo de quedarse sin alternativa de diversión. Pero creían desquitarse con las ganancias en el resto de los juegos, una mera ilusión, pues eso era menos frecuente que las veces que perdían. El único ganancioso, era Chualemán. Y, claro, su familia, el jefe de cuatro guardias, el juez y el alcalde, quienes agarraban lo suyo.
La Nicaragua de hoy, apartando los aportes del “modernismo”, obra y gracia de los tiempos transcurridos, es una versión en grande del pueblo aquel. El Chualemán de ahora, tiene una familia de muchos Sinforositos suerteros, pues se sacan la cadenita de oro todos los días. Tiene ampliado y modernizado el negocio, y tiene sus propias autoridades al frente del comité de rifa, identificado como CSE.
Los canales de televisión de la familia sustituyen a la victrola “RCA Víctor”, y con muchos perritos al pie. La alta fidelidad de los aparatos evita raspar las voces emanadas de los discos de 78 revoluciones (ahora todo es emanado de una única revolución). La clientela ya no solo imagina a Gardel, sino que puede mirar imágenes de todos los cantantes del mundo, junto a Chualemán.  Los medios del consorcio “mediático” familiar, la hacen sentirse pueblo-presidente a la clienteta, y Dos y la Virgen reparten milagros a domicilio. Existe diversidad melódica que va desde la música clásica a la plástica sin música de rateros y reguetoneros. Todo ha cambiado sin dejar de ser igual, en el fondo.
En tiempos del primer Chualemán todo era puro tango, y en los tiempos del segundo… también. Sinforosito era el más suertero de la familia; ahora hay muchos Sinforositos en la familia.  Chualemán lleva más de veinte años rifándose con la cadenita de oro, más tres premios mayores presidenciales. Entre su círculo familiar ampliado, ya tiene centenares de alcaldes tapuntados para la rifa de noviembre 2012.
Lo más fiel que tiene es su comité de rifa. Y pese a las denuncias e inconformidades expresadas por la clientela opositora contra su práctica fraudulenta, algunos están con ganas de participar en la rifa, con la sola esperanza de que le permitan ganar alguna cadenita de oro, lo cual no es imposible, por la conveniencia de ostentar alguna legitimidad. 
Similar a la clientela de Chualemán original, a quien le admitía todo para no perder el derecho de visitar su cantina, la clientela de Chualemán de ahora teme perder la personalidad jurídica si no entra al juego. De pretexto pone un cambio cosmético en el comité de rifa, sabiendo que la familia ya tiene los papelitos con los números premiados dentro de la urna. Masoquismo y complicidad los están pareciendo sinónimos, porque saben que solo serán invitados a reconocer en cada municipio... ¡la suerte de un Sinforosito! 

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